El papa Francisco llegó al Aeropuerto Internacional “Ndjili” en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, dando inicio a su visita apostólica, la quinta al continente africano y la número 40 al exterior desde el inicio de su pontificado.

A su llegada fue recibido por el primer ministro, mientras dos niños vestidos con trajes tradicionales le ofrecieron flores. A continuación, tras la Guardia de Honor, el Papa y el primer ministro se dirigieron hacia la Sala VIP del aeropuerto donde tuvo lugar la presentación de las delegaciones.

El Papa se trasladó al jardín del Palacio de la Nación para el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático, ocasión de su primer discurso en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo.

«Es una tragedia que estas tierras, y en general todo el continente africano, sigan sufriendo diversas formas de explotación (…) El veneno de la codicia ha manchado de sangre sus diamantes«, afirmó, refiriéndose concretamente al Congo.

El Papa criticó a los países ricos por ignorar las tragedias que se están produciendo en el Congo y en otros lugares de África: «Uno tiene la impresión de que la comunidad internacional prácticamente se ha resignado a la violencia que la devora (al Congo). No podemos acostumbrarnos al derramamiento de sangre que ha marcado este país durante décadas, causando millones de muertos».

«Quería ir a Goma, pero no podemos a causa de la guerra», dijo el Papa a los periodistas durante su vuelo, refiriéndose a una ciudad del este del Congo cuya visita fue descartada a causa de los combates en la región. Mientras su avión sobrevolaba el Sáhara, el Papa aprovechó la ocasión para hablar de la difícil situación de los emigrantes africanos que cruzan el desierto para intentar llegar a Europa.

«Detengámonos un momento en silencio, en el pensamiento, en la oración por todas esas personas que, buscando un poco de bienestar, un poco de libertad, lo cruzaron pero no lo consiguieron», afirmó.

«Tantos, sufriendo, que llegaron al Mediterráneo y tras cruzar el desierto fueron internados en campos de concentración», dijo, refiriéndose a los campos de detención en Libia. No es la primera vez que utilizaba ese lenguaje para describirlos. La última visita papal al Congo fue la de Juan Pablo II en 1985, cuando aún se conocía como Zaire.

El Congo posee algunos de los yacimientos más ricos del mundo de diamantes, oro, cobre, cobalto, estaño, tantalio y litio, pero sus abundantes recursos minerales han avivado el conflicto entre milicias, tropas gubernamentales e invasores extranjeros. La minería también se ha relacionado con la explotación inhumana de los trabajadores y la degradación del medio ambiente.

El este del Congo también se ha visto asolado por la violencia relacionada con las largas y complejas secuelas del genocidio de 1994 en la vecina Ruanda. Se calcula que 5,7 millones de personas están desplazadas en el Congo y 26 millones padecen hambre extrema, en gran parte debido al impacto del conflicto armado, según Naciones Unidas.

El Santo Padre visita por primera vez la nación del 31 de enero al 3 de febrero, siguiendo los pasos del papa San Juan Pablo II, quien visitó allí en 1980 y 1985.