La Asociación Mutual de Ayuda al Prójimo «Casa de Luxemburgo» de Rosario inauguró las obras de remodelación con la que ampliarán a diez las plazas disponibles para alojar a niños de entre 4 y 8 años, cuyos derechos han sido gravemente vulnerados. En diálogo con Conclusión, integrantes de la ONG, que lleva más de 30 años de trabajo en la ciudad y despliega múltiples tareas solidarias y comunitarias, explicaron la labor que realizan los profesionales que acompañan a los niños en el proceso de su reinserción familiar y social, durante el cual se les restituyen y garantizan aquellos derechos que les habían sido despojados.

Sabrina Sánchez, directora del Centro Residencial relató a este medio que la ONG está constituida por diversas casas además de la que ella dirige. «Hay un jardín de infantes, una biblioteca popular, un club de jóvenes, un centro de capacitación laboral y un gabinete social que trabaja con las familias del barrio «.

 

Cada casa tiene su particularidad y, como explicó su directora, la particularidad del Centro Residencial es el trabajo de convivir con los chicos que alojan y trabajar con ellos para que puedan recuperarse de esas situaciones que han atravesado. «Aquí se trabaja para que los niños vuelvan a ser niños, vuelvan a adquirir los conceptos de cuidado, vuelvan a a jugar y sociabilizar con sus pares e incluso a estar insertos en espacios de la comunidad haciendo lo que les gusta, no solo en la casa, sino también en los en el barrio».

A partir de un convenio con la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia de Santa Fe, Amap inauguró el Centro a fines del 2017, destinado a niños varones de entre 4 a 8 años, que están bajo medidas de protección excepcional y no pueden continuar viviendo con sus familias.

Durante el tiempo que permanecen alojados en la casa, los chicos son acompañados las 24 horas por personal capacitado, se los revincula en el sistema educativo, participan de actividades recreativas y deportivas y reciben la atención de salud requerida, recibiendo tratamientos de psicología, fonoaudiología y psicopedagogía, si así lo necesitan.

En ese sentido, Sánchez destacó que el objetivo del proyecto es «no solamente alojar y satisfacer las necesidades básicas, sino acompañar a los chicos que vienen de situaciones de vulneración de derechos muy graves, y tienen que desnaturalizar esos conceptos y aprender otros, conceptos de amor, de cuidado, de familia, de jugar y crecer con amor». «Por eso se pensó en ampliar sólo hasta 10 plazas, porque para poder acompañar cada situación en particular es mucho mejor con menos cantidad de niños, ya que, al margen de la situación que atraviesan, también cada uno tiene sus particularidades de salud y cognitivas».

Para Pablo Cerso, director ejecutivo de Amap, el criterio de 10 plazas es precisamente lo que permite el trabajo cercano, dedicado y personalizado con cada chico. «Ellos han sido separados de su familia de origen por graves vulneraciones a sus derechos, hay situaciones diversas, pero la misión fundamental es restituir esos derechos, que los chicos puedan aprender cosas diferentes y poder reinsertarse, sea con su familia de origen si es que se puede o en familias ampliadas o adoptivas», detalló.

 

Cerso contó que en el Centro Residencial los chicos conviven con el equipo de profesionales y acompañantes convivenciales que están con ellos todo el día y se ocupan de todas sus necesidades, materiales y afectivas. «Es una lógica diferente a la que se tenía antiguamente, con otros lugares enormes en los que había cientos de chicos, esa lógica no te permite trabajar de forma adecuada y cercana con ellos. Ahora acabamos de ampliarlo y remodelarlo por completo para poder recibir a más niños y hacerlos sentir parte de una familia el tiempo que se alojen con nosotros. Sabemos que cuando egresan lo hacen de manera muy diferente a como ingresaron, luego de recibir la contención y las comodidades necesarias para dedicarse a ser solamente niños».

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