Resulta tan inadmisible como paradójico que horas después de una masiva movilización que  enarbolaba consignas sobre la violencia policial, un pibe que participaba de la misma sufra violencia institucional.

La criminalización, persecución, estigmatización y violencia, forman parte del deleznable cóctel con el que deben convivir aquellos que han sido empujados a caminar por los márgenes de una sociedad individualista y reaccionaria.

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Pese al cansancio que origina el martirio, y el duro transitar de la exclusión, siguen aferrados a sus sueños de superación, si bien los intentos de aniquilar los mismos por parte del Estado no cesan y se replican a montones.

El pasado viernes 23 de noviembre Rosario viviría su primera Marcha de la Gorra, distintas organizaciones barriales y partidos políticos le darían forma a un reclamo que tendría una consigna explícita ¿Por qué tu gorra sí y la mía no? Las calles de la ciudad fueron surcadas por una pibada empoderada que a la hora de gritar, agigantó su garganta para despabilar a los fundamentalistas del ombligo.

“El viernes, en vísperas de la primera Marcha de la Gorra para nuestras asambleas rosarinas, habíamos arrancado muy temprano con una radio abierta, para denunciar todo lo que sufrimos a diario. Y cuando terminamos, me fui corriendo para la cancha de Central, donde más tarde me fue a buscar mi familia, para que no volviera solo. Menos mal, ¿menos mal?, de esta manera comenzaría a relatar el calvario vivido el “chinito”, como se lo conoce a Nelson Retamazo.

El hostigamiento policial hacia un familiar que transitaba en moto, hizo que el auto en el cual viajaba con su familia se detuviera para acompañar. Se trataba del primo de Nelson, finalizado el pedido de papeles de su moto deciden subirse nuevamente a su auto cuando comenzó el aquelarre.

“No pudimos irnos, ni bien subimos, llegaron sus refuerzos.  Una camioneta de costado y otro móvil de frente, cercaron la salida y nos apuntaron con armas para que bajáramos. Sin entender por qué semejante operativo, ni por qué tanta violencia, mi mamá trató de impedir que sacaran del auto nuevamente a mi primo y, en el forcejeo, le pegaron a mi hermana. Mi vieja se metió, ¡y le pegaron a mi vieja también!”, relata el pibe que milita en La Poderosa y carga sobre su espalda una constante estigmatización.

Pero el nivel de agresión se acrecentaría de manera notable, “cuando me bajo para auxiliarla, me tiraron al piso, después me arrancaron los piercings, me clavaron las esposas y finalmente volvieron a darle en las costillas a mi mamá. Le decían que se lo merecía, «por negra de mierda». Delante mío, mientras observaba maniatado, la tiraron al piso y fue tan duro el golpe contra el pavimento que perdió la prótesis dental. Pero no conformes, la destrozaron de un pisotón. Y no, tampoco terminó ahí: la molieron a palos, literalmente, delante mío: «Esto es por tu culpa, ¿ves?».

Una escena que nos remonta a lo más oscuro de nuestra historia, un accionar que se consolida ante la mirada esquiva del Estado. “A mi primo, a mi mamá y a mí nos tuvieron boca abajo 45 minutos, tirados en la parte de carga de la camioneta, mientras debatían qué hacer o cómo disfrazar la salvajada que habían detonado. Entonces, ahí nomás, llegó un efectivo nuevo, que aparentemente los conocía bien, el mismo los interpeló : <Miren que no quiero ningún cuerpo flotando en el río, ni tirado en un campo. Ya los revisé y no están tan mal. Con una lavadita de cara, los pueden llevar a la comisaría, pero no hagan bardo porque caemos todos en la volteada>. Pues entonces sí, efectivamente, terminamos en la Comisaría 2ª”.

Nelson indicó que una vez detenidos, uno de los oficiales de policía lo llevó y le solicitó que le dijese la verdad porque él no era «como los de la Motorizada”. Toda una confesión, un intento claro de despegarse de aquellos que a fuerza de la tortura y los atropellos a los derechos humanos, intentan disciplinar.

Para conocer más detalles, Conclusión dialogó con una integrante de La Poderosa, quién por razones orgánicas de su construcción, prefirió resguardar su nombre. “El relato de Nelson en primera persona lo grafica de una manera notable. Lo que debió ser un control rutinario, derivó en golpes y en una nefasta tortura hacia él y miembros de su familia. Después de trasladarlos en una camioneta esposados boca abajo, con todo lo que esto representa, la tortura continuó dentro de la comisaría 2ª”, enfatizó.

Amenazas de muertes, insultos racistas, y todo tipo de vejámenes, atravesarían la vida de tres personas que vivieron una situación abominable. “Estuvieron privados de su libertad hasta las 6 de la mañana del sábado, allí Nelson junto a su familia se acercan hasta la fiscalía de violencia institucional para radicar la denuncia del caso. Nosotros como organización estuvimos acompañando al “chinito” desde el primer momento”.

No es la primera vez que el pibe que milita en La Poderosa es hostigado por la policía, “el 24 de marzo Nelson se encontraba junto 6 amigos en las Cuatro Plazas, cuando supuestamente la policía lo confunde con otro grupo de chicos. Debido a esto, 10 agentes están siendo investigados pero todavía siguen en sus funciones, si bien no escatimaron golpes y amenazas en ese supuesto operativo erróneo”, concluyó.

Nelson ya había pasado por una situación similar, por eso no dudó a la hora de sumarse a una organización como “La Poderosa”, que le pone el cuerpo a este tipo de avances represivos. El derrotero de nuestros pibes, el grito sordo de los sin voz que busca romper no sólo con el cerco mediático, sino también activar el latir de aquellos corazones petrificados a causa del peor de los virus, la indiferencia.