Hoy recordamos al Dr. Ramón Carrillo, un médico ejemplar. Un patriota grande. Cuyo pensamiento es de enorme actualidad y a quien, propios y extraños, dejaron morir, solo, abandonado, ultrajado y pobre, en Belem do Pará, Brasil. Ante la experiencia que hemos tenido, con motivo del abordaje que se hizo de la pandemia de la COVID 19, quiero volcar una frase contundente de Carrillo, cuando decía: “Tengo miedo del cientificismo, que es el uso político de la ciencia en beneficio del poder, en todas las manifestaciones de éste”.

En 1950, y ante un grupo de altos mandos del ejército, Carrillo, reconocido neurobiólogo, de prestigio internacional y primer ministro de salud de nuestro país, les hablaba a estos altos mandos del ejército sobre las guerras del futuro, incorporando a la psicología y a la biología como elementos esenciales de esas guerras. En el tema de la guerra que, según Von Clausewitz, (el mayor teórico de la guerra en occidente), es la continuidad de la política, por otros medios, las mismas han venido desenvolviéndose al compás de los avances tecnológicos y observamos, a vuelo de pájaro, que las guerras primitivas, eran ejército contra ejército. Se enfrentaban guerreros contra guerreros.

Esto duró hasta la primera guerra mundial, cuando comenzó una mutación en las doctrinas militares y se fue incorporando, así, el concepto de guerra total, de estado-nación contra estado-nación, donde ya se involucraba directamente a la población civil en el conflicto bélico. Destrucción masiva de poblaciones y edificios con sus devastadoras secuelas sociales y económicas. Además, es en esa época que irrumpe con todo su poder, la industria química y farmacéutica, hecho que se manifestó en la utilización, por parte de ambas coaliciones enfrentadas, de gases muy tóxicos y letales que dieron origen después a las primeras drogas antineoplásicas, en la “guerra” contra en cáncer. En esa disertación, que muy pocos conocen, Carrillo nos ayuda a entender lo que nos viene aconteciendo a los habitantes de este planeta, desde febrero del 2020. Estamos inmersos, desde esa fecha, en un estado de guerra permanente, ahora denominada por algunos teóricos como: guerra híbrida (convencional, económica, cibernética, sanitaria, etc), y sumidos todos los ciudadanos en el terror colectivo, del que estamos intentando salir, pero con enormes secuelas sociales, culturales, políticas y económicas. Ya lo estamos viendo y padeciendo.

Además, no se puede negar el carácter de adelantado de Carrillo en lo que hace a la concepción de un sanitarismo moderno. La salud, según definición universalmente aceptada, es el completo bienestar psicológico, biológico y social, y no la mera ausencia de enfermedad. Al respecto, Carrillo sostenía que una buena política sanitaria debía estar sustentada por una buena política social, y que una buena política social solo podía lograrse a partir de una economía sana y al servicio de los pueblos, porque según sus propias palabras: “frente a la enfermedad que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios como causa de enfermedad, son una pobre causa”.  Estas consideraciones de Carrillo, demuestran que nuestro país ha sido señero en materia de políticas de salud, cuando supo sostener una actitud soberana en materia de ideas y acciones sociosanitarias al servicio de la gente. Debemos abrevar nuevamente en esas fuentes para poder enfrentar un futuro cada día más complejo y desafiante.

Dr. Luis M. Fernández Risso