Por Marcelo Chibotta

Tal vez el mayor sueño de las élites que tienen como norte la acumulación riqueza, haya sido poder hacerlo sin grandes conflictos con quienes la producen, es decir, con los trabajadores.

Por diferentes métodos y a través de los tiempos, su objetivo fue que quienes integran las fuerzas laborales lo hagan con sueldos magros, sin que haya que prestar demasiada atención a las condiciones de dignidad en las que producen y sin que se les ocurra protestar por esas cuestiones.

En tal sentido, quienes detentan el poder en el mundo han buscado desde hace décadas metodologías cada vez más sutiles para lograr dichas metas y es allí donde la mirada de varios investigadores apuntan directamente al Instituto Tavistock de Londres.

Como ejemplo de ello, el ex agente del servicio secreto exterior británico, conocido por sus siglas MI6, John Coleman, escribió en 1969 sobre el papel fundamental que desempeña esa institución en la formación de opiniones políticas, sociales y económicas, entre otras: “La bancarrota moral, espiritual, racial, económica, cultural e intelectual en la que nos encontramos hoy no es un fenómeno social… simplemente sucedió. Más bien es el producto de un programa Tavistock cuidadosamente planeado”.

A su vez Daniel Estulin, que fue miembro de la KGB, el servicio secreto soviético, investigó en profundidad la historia y los procedimientos que lleva adelante el instituto, al que acusa de “atomizar a la población aplicando un arsenal de armas sociológicas y siquiátricas que tienen como efecto enfrentar a unos contra otros, a una raza contra otra, a un grupo lingüístico contra otro, los derechos de las mujeres contra la opresión de los hombres para después subdividir a estos grupos en categorías profesionales”.

En el marco de sus averiguaciones, el ex KGB también aseguró en su oportunidad: “Los defensores de los radicalismos de izquierda y derecha, de la conciencia cósmica, de la aberración que supone la New Age y de los movimentos contra la guerra y la contracultura de la guerra y el rock, han sido proyectos de ingeniería social que forman parte de un proyecto patrocinado por algún gobierno y financiado por una fundación y llevado a la práctica del Instituto de Relaciones Humanas de Tavistock”.

En tanto, en su página oficial, Tavistock se autodescribe: “Subyacente a todo nuestro trabajo hay un compromiso con la difusión de nuestras ideas, teorías y metodologías en curso y con el aprendizaje a lo largo de la vida y el desarrollo profesional. Por lo tanto, la metodología de relaciones grupales se utiliza como marco o herramienta dentro de nuestras ofertas de investigación y consultoría”.

Y agrega: “Nuestro programa de relaciones grupales está diseñado deliberadamente para compartir lo que hemos aprendido y lo que estamos aprendiendo, tanto prácticos como conceptuales, con otras personas que desean expandir sus propias capacidades, realizar cambios dentro de sus organizaciones o más, quieren transformar su interés en nuestro trabajo en nuevas iniciativas en todo el mundo”.

El “punto de ruptura” del ser humano

El Instituto Tavistock fue creado en 1921 bajo el nombre de Clínica Tavistock cuyo objetivo principal era desarrollar estudios sobre el efecto traumático causado por los bombardeos en los soldados británicos sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial.

Con ello se buscaba establecer el “punto de ruptura” de la resistencia de los hombres bajo estrés, inicialmente desde la dirección del Departamento de Guerra Psicológica del Ejército Británico, dirigido por Sir John Rawlings Rees.

La organización perteneció al Estado inglés hasta que en 1946 pasó a ser una entidad privada, financiada principalmente por la Fundación Rockefeller y convirtiéndose así en el centro de pensamiento de cuyas investigaciones tomaron referencia la OSS (Office of Strategic Services) que después pasó a ser la Central Intelligence Agency, más conocida como CIA.

Así también influyó sobre la Escuela Psicológica de la Universidad de Hardvard, desde donde se alentó a los estadounidenses a aceptar y avalar la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Hacia el hundimiento psicológico de los trabajadores

Entre muchas de las denuncias que tiene la institución londinense, hay una que es relevante y tiene como protagonista a uno de sus fundadores, el psicólogo Eric Trist, quien había escrito La estructura social y el estrés psicológico en el estrés y desorden psiquiátrico.

Con esa publicación, Trist justificó el hundimiento psicológico y el control de quienes integraban un poderoso sindicato de mineros del carbón que afirmaba ocupar “una posición de incuestionable liderazgo en la historia de los trabajadores de América”.

La publicación fue utilizada para urdir un plan inteligente que tenía como fin quitarles a los trabajadores su poder. Allí, Trist sugirió que una representación de los obreros forme parte del consejo de administración de las empresas más importantes, situación que en primera lectura pareció una victoria de las organizaciones sindicales, pero que transcurrido el tiempo, la maniobra sirvió para quitarles capacidad a la hora de convocar huelgas en un momento en el que la economía de posguerra estaba en declive.

Todo perseguía un objetivo claro a nivel individual según las teorías de Sigmund Freud: «Atacar el suconsciente para aumentar la producción de la mano de obra a través de la destrucción automotivada del yo, que convertían a los trabajadores en personas satisfechas con susbsistir, vivir al borde del hambre e incapaces de pensar en quejarse».

La TV y los 4 minutos de video de la MTV

Además de introducir cambios sutiles en el lenguaje donde al concepto Golpe de Estado fue reemplazado por el de Cambio de Régimen o al de Destrucción del Territorio por el de Daño Colateral, diferentes críticos de la institución insisten que el fin último es “ablandar las masas para aceptar las políticas de la élite mundial” a través de “operaciones de baja intensidad que consisten en atentar contra el que consideraron el agente psicoactivo más poderoso que es la familia”.

«Inducen que los individuos transfieran su identidad a un grupo sin líder que atenta contra el sentido de la realidad, para que que los otros miembros influencien a ese individuo como lo hace su propia familia», añaden.

Al respecto, David Christie, ex candidato al Congreso de EEUU y estudioso del tema, advirtió que estas “operaciones de baja intensidad sirven para asimilar el concepto de lavado del cerebro que significa introducir el estres en las personas y luego aliviarlo, oscilar entre los dos estados y con eso forzar a la víctima a elegir una determinada conducta”.

“La idea fue aplicar este concepto a grandes grupos de personas, Tavistock comprendió que la familia era el agente psicoactivo más poderoso de todos, por eso una de sus creaciones han sido los grupos terapéuticos que se necesitaban para aprovechar el poder que tenía la familia”, agregó Christie.

Otros análisis de las maniobras llevadas adelante por la institución británica también observaron que los niños pasaban mucho tiempo delante de la TV “como durmiendo”.

Por ello, el modelo de estudios de Tavistock se orientó a llevar adelante una “guerra tranquila”, cuya primera línea de combate fue conducida por el nuevo surgimiento que sirvió a sus fines: la MTV.

El modelo de programación contemplaba la realización de videos cuyo límite eran los 4 minutos, tiempo considerado para que el usuario sea “susceptible de recibir mensajes contenidos en un programa”.

Más estudios que transitan por esta línea relacionaron los efectos que produce la televisión con la droga: “Cuando se mira TV, el hemisferio derecho parece activarse en una proporción mucho mayor que el izquierdo, entonces el cruce del hemisferio derecho al izquerdo libera endorfinas conocidas como opiáceos naturales del organismo”.

“La TV funciona como un sistema de suministro de drogas”, explican, porque “el neocortex queda inactivo y la mayor parte de la actividad se desplaza al sistema límbico, hacia el complejo reptiliano que son regiones que no distinguen la realidad de lo que no lo es”, explicaron.

Anteriormente, el doctor Fred Emery, experto en medios del Instituto Tavistock, había escrito en 1972 al respecto del impacto que había tenido la televisión en los estadounidenses: “Sugerimos que la televisión evoca la premisa básica de la dependencia. Y debe de evocarla porque es esencialmente una actividad emocional e irracional. (…) La televisión es el líder constante que proporciona alimento y protección”.

Por su parte, el periodista de investigación Lonnie Wolfe, en su esclarecedor informe sobre el impacto que ejerce la televisión en los poderes cognitivos de una persona, dice que tanto Frederick Emery como Eric Trist, que hasta su fallecimiento en 1993 dirigió las operaciones del Tavistock en Estados Unidos, señalaron: “La televisión tenía un efecto disociativo sobre las capacidades mentales y hacía que la gente fuera menos capaz de pensar de forma racional. Los espectadores, conforme van habituándose  a ver seis horas o más de televisión al día, ceden el poder de razonar a las imágenes y a los sonidos que salen del televisor”.

“Los imperios del futuro serán los imperios de la mente”, había dicho Winston Churchill desde una mirada casi profética.