En los meses de cuarentena por la pandemia, para muchas personas fue complicado seguir con las tareas cotidianas, las cuales dejaron de hacer por el encierro y las propias restricciones sanitarias, por lo que se volcaron a transformar los quehaceres diarios y a realizar nuevas actividades para ocupar el tiempo.

Durante este proceso, la lectura tomó gran relevancia en la vida de mucha gente, como también la música y el cine. Pero además, la escritura comenzó a ocupar un lugar de preponderancia en muchas personas que encontraron allí una manera de expresión y catarsis que ayudó a atravesar este momento tan crítico de la humanidad.

El caso de María Cristina Ferraro resulta digno de contar, porque a sus 84 años e incentivada por sus hijos y su nieto, empezó a escribir las historias de su vida en un cuaderno que uno de ellos le regaló, como una manera de ejercitar la mente, pero también para dejar plasmadas en el papel aquellas anécdotas que ella siempre contó.

 

En una charla con Conclusión, la «Mary», como llaman cariñosamente su familia, contó cómo comenzó a escribir y lo que esto le genera. Además de dejar anécdotas que marcaron la historia de su vida. «Empecé a escribir porque mi hijo Rubén me compró el cuaderno y me dio una birome y empecé a recordar desde mi nacimiento, desde el primer día que me contaron como había nacido. Así fui escribiendo de a poquito, fui recordando toda mi infancia y lo que pase en vida», expresó la escritora.

Para ella es gratificante haber emprendido este «proyecto familiar», como lo definen en su hogar: «Cuando uno empieza a escribir es muy lindo, me gusta mucho. Hay recuerdos lindos y recuerdos tristes. Me gusta mucho hacerlo. Lo estoy haciendo con gusto«.

Su nieto, Emilio Farías, es el encargado de transcribir sus escritos y su hijo Rubén es quien las comparte en las redes sociales donde cada historia va teniendo más repercusión. Hay una gran cantidad de personas que siguen y esperan ansiosas por las publicaciones.

Una parte importante de su historia fue su infancia, la cual recuerda con gran emoción. Entre risas, Ferraro mencionó que «lo que más conté de mi infancia fueron los golpes que me he dado y las caídas«. «La niñez con mi papá italiano que nos llevaba al kiosco, él iba a comprar cigarrillos y a nosotros nos compraba caramelos. Tenía un solo hermano que nos llevábamos 18 meses, él era mayor que yo y nos criamos juntos. Éramos muy unidos, muy compinches«, recordó.

La relación con su hermano fue muy importante, por lo que Mary dijo que en las anécdotas que escribe, «cuento que cuando empezamos la escuela, él iba a un año más que yo y yo me puse a llorar porque quería estar con él. Quería estar siempre con él. Son cosas que pasan en la niñez que uno no las entiende«.

Una de las historias que hacen a la vida de esta mujer, está atravesada por las grandes inundaciones que se dieron en la zona sur por el desborde del Saladillo en la década del ´70. Y fue debido a esto que, junto a su esposo, decidió comprar una casa.

«Tuve una buena patrona de la fábrica de camisas. A nosotros nos agarra la inundación en San Martin al 6900. Yo estaba desesperada, yo trabaja en barrio Alberdi. No quería volver al barrio. Mi suegra me dijo `mija es la séptima que me agarra´ y yo le dije `vieja es la primera y la última que me agarra´. Así que empezamos con mi marido a buscar un terreno. Esta señora que era mi patrona me dijo ‘no se meta a pagar a un terreno, yo le adelantó un año de sueldo para que se compre un terreno’. Nos costó superar eso porque las compañeras cobraban y yo no, pero tenía mi casa«, mencionó la Mary.

Dentro de las anécdotas que recuerda en sus escritos, no podía faltar la historia del gran y único amor de su vida, su esposo.

«Lo conocí a los 9 años. Esto también lo cuento. Él fue muy importante para mí, él fue el único hombre en mi vida. Cuando éramos chicos él se hizo amigo de mi hermano, después empezó a venir a mi casa. Cuando mi mama se dio cuenta, fue peligroso. Nunca me explicaron que yo era chica para tener novio. Cuando me mandaba a hacer un mandado y me demoraba un poquito, cuando volvía a casa me daba una cachetada mi mamá».

«Con el tiempo cuando cumplí los 18 años, decidimos que iba a pedir mi mano. Mi papá se enojó porque a él le faltaba hacer el servicio militar. En ese momento lo aceptaron y llevamos un noviazgo lindo«, recordó María Cristina. Esa como otras historias, forman parte central de sus memorias, que a los 84 decidió escribir para contar la forma en que se vivía décadas atrás.