Por Federico Morel

Históricamente, la Argentina ha sido reconocida por su capacidad de producción de granos y alimentos los cuales son distribuidos alrededor de todo el mundo, siendo esta actividad un eslabón fundamental para el sostenimiento de la economía del país.

Es por ello que, con el avance de la tecnología, las investigaciones sobre desarrollo y mejoramiento de los alimentos, ha llevado a los científicos argentinos a buscar soluciones para las diferentes problemáticas que surgen durante los procesos productivos.

Uno de esas dificultades en la producción de alimentos ha sido la sequía, la cual ha llevado a la perdida de toneladas de alimentos, sumado a un aumento de la población estimada en 9 mil millones de personas para el año 2050 en todo el mundo.

En relación a ello, a la escasez de alimentos y a las consecuencias del cambio climático, se agrega que los cultivos más importantes a nivel mundial -soja, trigo, arroz y maíz- tienen un crecimiento inferior con respecto a lo que aumenta la población mundial.

Desde el año 2012, el equipo dirigido por Raquel Chan, científica especializada en biotecnología vegetal e investigadora superior del CONICET, viene trabajando en el desarrollo de tecnología transgénica desarrollada íntegramente en el país: la HB4, de soja y trigo resistente a sequías.

Hace un mes, el Gobierno Nacional aprobó la utilización en la siembra del trigo HB4 a través de una resolución de la Secretaria de Alimentos y Bioeconomía, que depende del ministerio de Agricultura, noticia que no fue bien recibida por algunos sectores trigueros que sostienen la negativa de algunos países para comprar el trigo transgénico, por lo que las exportaciones y, por supuesto el ingreso de divisas, se vería afectado.

Por otro lado, algunos organismos ecologistas mantienen su postura de rechazo frente al desarrollo de los alimentos transgénicos y a la utilización de los mismos.

Conclusión decidió entrevistar a Raquel Chan para consultarle sobre los beneficios de este descubrimiento que tiene por objetivo posicionar al país como productor y generador de tecnología alimentaria.

– El Gobierno aprobó la siembra del trigo HB4, un importante descubrimiento que estuvo bajo su dirección. ¿Cuáles son las sensaciones al respecto?
– Es una excelente noticia. Al final de un recorrido largo, algo que se hizo en un laboratorio público y que después se asoció con una empresa, llegue a un producto de mercado. Habías dudas sobre esto, no sobre la validez de la tecnología que nunca la tuvo, sino sobre la cuestión de la aprobación. La verdad que tener esto es muy importante para el país y es un ejemplo de que se pueden hacer cosas, y hay otros colegas que seguro están haciendo cosas buenas y de valor.

– ¿Qué significa para la Argentina poder concretar estos descubrimientos?
– Es un país que exporta granos y la mayoría de los ingresos en divisas vienen de eso en este país, y nunca exportamos tecnología, solo en poca proporción. Hay mucha gente que trabaja en la industria del software en el país con sueldos de afuera, pero no hay mucha exportación de tecnología. Nosotros sembramos tecnología que están desarrolladas por empresas grandes en Argentina. Esto es una oportunidad de sumar valor a esos granos con tecnología propia, o sea, es posicionarnos en un lugar en el mundo donde Argentina puede desarrollar tecnología, no solo un granero. Me parece que eso es lo más importante de todo.

– Australia y Nueva Zelanda ya están interesados en esta tecnología.
– Quiero aclarar algunas cosas. En Nueva Zelanda y en Australia lo que se ha aprobado ahora son los productos del trigo. No para sembrar. Hay dos tipos de caminos regulatorios: uno es el que va a importar el producto y otro el que va a sembrar. En los dos productos, tanto soja como trigo, se han hecho distintos caminos de acuerdo al país. En el caso de Australia y Nueva Zelanda, para poder sembrar, no es que no se haya iniciado, es la introgresión en variedades que se cultivan en esos países. Lo que pasa que todas las pruebas agronómicas de eficiencia se han hecho en Brasil o en Paraguay o en Argentina o en Estados Unidos. Entonces, para poder sembrar en Australia hay que hacer cruzamientos con las variedades que haya son de elite, que no son las mismas que acá. Así que por ahora los australianos no van a sembrar esto, sí aprobar la importación de los productos. En cambio China si aprobó la semilla de soja, o sea, China si podría sembrar esto, igual tienen terreno limitado por la cantidad de habitantes, siguen importando mucha soja producida en Argentina, el 80% de lo que se produce en Argentina va a China, pero también podrían sembrar. Es el camino regulatorio de la semilla.

– ¿Cuál sería el impacto en el desarrollo de alimentos? ¿En que beneficia a los productores?
– Hay muchos productores que quieren sembrar esto, porque han hecho muchas pruebas pequeñas mientras no se podía sembrar comercialmente pero si se podía hacer, con los permisos correspondientes, siembras de ensayos y que tuvieron muy buenos resultados y quieren adoptar la tecnología, y eso va a tener un impacto en una mayor producción en los mismos terrenos, por ende mayor exportación, porque ya son varios los países que aprobaron la compra de los productos. Obviamente, hago una aclaración, falta el éxito comercial que no está hecho. Esta aprobación de soja implica que recién en el verano se siembra soja y se cosecha en abril del 2023. O sea, que falta un año para el impacto, en el caso del trigo que es cultivo de invierno se va a sembrar en mayo o junio y se cosecha septiembre, octubre y el impacto sería a fin de año si tiene éxito comercial. En realidad se va a medir mucho antes de eso, si los productores adoptan la tecnología ahora para sembrar en este invierno.

– Algunos sectores trigueros están en desacuerdo con la aprobación de la siembra del trigo HB4. Algunos sostienen que no se va a poder exportar.
– Yo la bola de cristal no la tengo. No son los productores lo que han puesto el grito en el cielo, son los acopiadores. Son otro grupo. Los que se quejan sobre todo son los acopiadores que no quieren discriminar entre transgénico y no transgénico, porque obviamente el transgénico no se puede exportar a cualquier lado, se puede exportar solo a los países que lo han aprobado. Por lo tanto hay que discriminarlo y eso conlleva un plan de discriminación que hasta ahora ha funcionado perfectamente sin escapes con la cosecha que se hizo en una prueba de 55.000 hectáreas el año pasado. Los acopiadores, yo creo, pero hay que preguntarles a ellos, creen que se va a mezclar o que tiene un costo no mezclarlo que no quieren asumir. En realidad, yo creo que hay un buen plan que se hace para no tener problemas. Bioceres hace lo que se llama siembra con identidad reservada. El productor que quiere hacer esto tiene que tener un mínimo de cantidad de hectáreas, y esa cosecha se ocupa estrictamente Bioceres de llevarla a destino separadamente y con los rótulos correspondientes de que es transgénico.

– Los organismos ecologistas no festejan este descubrimiento y rechazan la utilización de las semillas transgénicas ¿Cree que hay desinformación al respecto?
– Mucha gente opina, no solo en este tema, en cualquier tema mucha gente opina cualquier cosa. La desinformación es grande en toda la población. Voy a ser una aclaración: en Argentina hay solo 63 eventos transgénicos aprobados, de los cuales 60 pertenecen a multinacionales, solo 3 son de Argentina: el trigo HB4, la soja HB4 y la papa resistente a virus. Yo veo, habría que interpretarlo, una reacción extrema contra los desarrollos argentinos que no veo contra los 60 otros desarrollos. Me llama la atención. Hay gente que está en contra de lo de lo transgénico en general, pero realmente las campañas que han hecho contra los desarrollos argentinos y no contra los otros, no digo que tengan que hacerlo contra los otros, en ningún caso estoy diciendo eso, lo que estoy diciendo es que a mí me llama la atención tanta controversia con algo que hemos hecho en nuestro país. Creo que hay desinformación. Se dicen cosas como que esto aumentaría el uso de herbicidas o de agroquímicos y eso no es cierto. Este trigo se puede sembrar como un trigo convencional. La desinformación viene en que creo que mucha gente cree que el trigo convencional se siembra sin herbicida y eso no es real. Todo cultivo extensivo se siembra con herbicida porque los productores no quieren que la maleza consuma los nutrientes, la luz y el agua que debería consumir el cultivo que es lo que le rinde, entonces, creo que hay una fantasía sobre que el trigo ahora se siembra sin herbicida y eso no es real. Y ahí sí creo que hay punto de desinformación importante. Otro punto de desinformación es que el herbicida va al grano y eso tampoco es cierto. La maleza es un problema cuando la planta está emergiendo o a punto de emerger. Cuando la planta está establecida, es una planta grande, la maleza ya fue. Los herbicidas se agregan pre emergente, o sea, lo que ya está crecido en el suelo antes de sembrar, o post emergente para que las plantas que no son el cultivo se mueran. Después pasan cuatro o cinco meses hasta que la planta adquiere el estadio de desarrollo en el cual se cosecha. A esa altura ya no existen los herbicidas, se descompusieron hace cuatro meses, o sea que jamás va a ir al grano. No hay contaminación en el grano porque hay un lapso de tiempo enorme entre la aplicación del agroquímico y la cosecha.

– En relación a esta experiencia y a este descubrimiento, ¿qué aprendizajes y que implicancias se debe incorporar a las políticas productivas de nuestro país?
– Eso depende de los políticos. Si se quieren desarrollar estas cosas hay que promocionarlas más y darla más apoyo. El camino regulatorio que ha hecho la empresa Bioceres ha sido largo, tortuoso, con menos recursos que tienen empresas más grandes. No digo que Bioceres sea chiquita pero al lado de las multinacionales si lo es. Corrigiendo el camino regulatorio que es muy tortuoso, ayudaría a que no se baje la calidad de lo que se exige, que es eso lo que hace a estas plantas muy seguras para comer, pero que se haga más dinámico. Eso es una de las cosas a hacer. Y seguir siendo estrictos con los regulatorios porque eso nos da una imagen de país más serio. Los organismos regulatorios, que son la Conabia, el Senasa, la Sub Secretaria de mercados son exigentes, y está bien que lo sean porque eso es lo que permitió que lo tomen en Brasil o en China o en Australia, que tomaron los ensayos solicitados. Acá en Argentina lo re analizaron y dieron su aprobación.