Este 6 de septiembre se conmemora el 116º aniversario de la sanción de la Ley de Descanso Dominical, presentada en 1905 en la Cámara de Diputados de la Nación, el legislador socialista Alfredo Palacios.

Durante el debate surgido el año anterior, más precisamente el 28 de septiembre de 1904, se presentaron los problemas básicos de la legislación laboral en la Argentina que Palacios supo sintetizar: “Con esto autorizamos la integridad del trabajo, la integridad de la especie, y beneficiamos a la clase obrera que es la más fecunda de la sociedad.”

Así, el 6 de septiembre de 1905, el Senado y la Cámara de diputados le dieron origen a la Ley nº 4661 de Descanso Dominical que fue publicada tres días después en el Boletín Oficial que la hizo entrar en vigencia en el transcurso del gobierno de Julio Argentino Roca. Fue la primera conquista de los trabajadores mientras cumplían jornadas de entre 12 y 14 horas sin descanso.

Entre los argumentos presentados por Palacios estuvo el que originó un contundente aplauso por parte de sus pares antes de que se sancionara la Ley: “Señor Presidente, como es posible que mis pares no comprendan la necesidad, de un día de descanso, cuando Dios hizo el mundo en 6 días y el séptimo descansó”.

Cabe destacar que la norma se aplicaba únicamente en la ciudad de Buenos Aires para luego replicarse en el resto de las provincias argentinas y fue considerada como el punto de partida de una nueva concepción en materia de legislación laboral.

La flamante Ley de Descanso Dominical llevó las firmas de José Figueroa Alcorta, por entonces vicepresidente de la Nación, y de los secretarios del Senado, B. Ocampo, y de Diputados, Alejandro Sorondo.

En tal sentido, el conocido ensayista Antonio Cóccaro manifestó al respecto que “el Proyecto de ley, auténtica expresión de justicia social, fue propuesta por el diputado socialista Alfredo Lorenzo Palacios en 1904 y sancionado por el Congreso en 1905”.

¨La ley fue sancionada en nuestro país antes que en la mayoría de los países del mundo¨, agregó Cóccaro.

Antecedentes

La cuestión social había sido abordada por los católicos inspirados en la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII (1891), también por socialistas, anarquistas y radicales.

Más curiosa, por su procedencia, es la atención que prestaron al problema miembros del sector conservador ya que en 1903 el presidente Julio Argentino Roca abordó el asunto en su mensaje anual al Congreso, aludiendo a los movimientos huelguísticos como expresión de un problema que reclamaba la atención del legislador y como “producto de elementos extraños a los verdaderos intereses sociales”.