Por Alejandro Maidana

La necesidad de seguir empujando y repensando un necesario y humano cambio de paradigma en la manera de producir, sigue siendo uno de los puntales de una agenda que busca imponerse de manera definitiva en este contexto de pandemia. Mientras que las economías mundiales se resetean mutando su matriz, en nuestro país parecería ser que las grandes corporaciones siguen gozando de buena salud.

Mientras que desde la más rancia retórica política se intenta convencer a las mayorías que el Estado está para cuidarnos, distintas acciones extractivistas y contaminantes fueron consideradas esenciales. Entre ellas emerge la del agronegocio, quién basa su prácticas en las continuas fumigaciones con agrotóxicos, una clara demostración que en esto de resguardar la salud, habría ciertas excepciones a una regla claramente impuesta por el gran capital.

El impacto ambiental, y por ende a la salud, que impulsa indefectiblemente la agricultura industrial, viene fogoneando un debate que lleva décadas de incisivas discusiones. Distintas bibliotecas, distintos intereses, lo colectivo y soberano intentando imponerse sobre el más furibundo de los lobbies.

Tomando esto como referencia, y con la imperiosa necesidad de repensar la matriz productiva del país, Conclusión dialogó con Ignacio Bocles, médico y docente de Embriología en la carrera de Medicina de la UBA.

Sobre su recorrido en materia investigativa, el facultativo médico indicó que “las tareas respecto el tema agrotóxicos, las realicé primero colaborando unos años en el laboratorio de Embriología Molecular (del instituto de Biología celular y Neurociencias “Prof. E.  De Robertis” de la facultad de Medicina) estudiando los efectos del glifosato en embriones de rana, bajo la dirección de Andrés Carrasco. Luego me incorporé al equipo del  <Grupo de Epidemiología Salud Territorio y Ambiente> (GESTA colectiva), en el que sigo participando a la par de compañeros con formaciones diversas (biólogos varios, ecólogo, socióloga, físico, químico, junto a médicos y docentes) en la búsqueda de colaborar con la visibilización de las comunidades que denuncian las afecciones a la salud que padecen por estos tóxicos y acompañar sus luchas”.

– El modelo productivo a base de transgénicos viene generando un impacto profundo en aquellos que son asperjados de manera directa, y en quienes consumen veneno en lugar de alimento ¿Cómo afecta el mismo en la salud de niñas y niños?

– El sistema productivo que adoptaron en el agro argentino a mediados de los 90, es cuantitativa y cualitativamente distinto a la forma productiva previa. Detrás del “paquete tecnológico” que involucra semillas modificadas genéticamente para tolerar ciertos venenos, y los venenos en sí mismos esconden profundas implicancias ecológicas, sociales, productivas y sanitarias.  Creo que esas transformaciones precisan de reflexiones de la sociedad en su conjunto respecto a los sentidos comunes y preconceptos que se desprenden de la producción agrícola local en la historia del país, pero en particular de la producción de los últimos 20 años, considerando que muchas veces reproducimos discursos y sentidos comunes que absorbemos del medio sin notarlo.

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Es un problema enormemente complejo para abarcar en su totalidad, pero ninguna arista deja dudas: tenemos que actuar rápidamente en la transformación de la matriz productiva, en la elección democrática sobre qué producimos y cómo lo hacemos, así como en el cuidado de los ecosistemas y de nuestras comunidades. En cuanto al cuidado comunitario entran en juego los productos químicos contaminantes a los que estamos expuestos por el propio ambiente en el que nos desarrollamos y el aspecto de nuestra propia nutrición.

Para poder introducirnos en los impactos a la salud que produce el modelo, existen, seguramente, muchísimos más efectos nocivos que los que voy a introducir, y múltiples aristas para estudiarlos. Vamos por partes: dije antes que esta forma de producir requiere venenos y semillas modificadas para tolerar los mismos. Esto, a priori me lleva a algunas aristas que analizar:

1) La planta que se desarrolla de esa semilla modificada ¿De qué maneras es distinta a aquella que se desarrolla sin la intervención tecnológica del humano? ¿Qué efectos puede tener la modificación genética de un ser vivo, y qué impactos puede tener en la nutrición?

2) ¿Qué sucede con el veneno que es aplicado –cada vez más- sobre esa planta?

3) ¿Qué sucede con el veneno que no llega a esa planta al aplicarse?

4) ¿Qué otros químicos se asocian al veneno para potenciar su efecto? ¿Qué efectos tienen?

Cada una de esas preguntas requiere estudios a corto y largo plazo para poder conocer cómo se comporta esta tecnología. Los vendedores de la tecnología no investigaron ninguno de estos aspectos, y los estados que la avalan tampoco.

Los gobiernos y las empresas comercializadoras, así como los productores, han transformado a éste en uno de los experimentos a cielo abierto más grandes de la historia, sin recaudo alguno y descuidando la salud de los ecosistemas y la población

Desde un punto de vista ético, todas esas preguntas, y algunas más, debieran responderse en laboratorios antes de aprobar su uso in extenso y exponer a la población. Los gobiernos y las empresas comercializadoras, así como los productores, han transformado a éste en uno de los experimentos a cielo abierto más grandes de la historia, sin recaudo alguno y descuidando la salud de los ecosistemas y la población. Esta situación tiene responsables directos, y es importante señalarlo. Una vez generada esta situación se abren otras preguntas, igualmente importantes:

5) ¿Qué impactos ecosistémicos tiene esta tecnología? ¿Puede generar daño al humano por vías indirectas?

6) ¿Tiene el mismo impacto en distintos lugares? ¿Hay condiciones o historias previas en los territorios que agraven o morigeren sus efectos?

A mi entender, estas preguntas presentan un universo de preocupaciones distinto al que nos propagandizaron. Según el estado y los comercializadores, lo único a analizar respecto al potencial daño de este paquete tecnológico, es la dosis letal 50 del principio activo del veneno para el cual se desarrolló la tolerancia. Cabe destacar que la Dosis Letal 50(DL50) refiere a la cantidad de ese químico que es necesaria para matar al 50% de una población de animales de laboratorio (por lo general ratas). Para colmo, escondieron datos al respecto de los efectos nocivos que consideraron en sus estudios.

En nuestro país la aplicación de este modelo productivo significó extender la frontera agropecuaria, con dos herramientas: el desplazamiento de poblaciones vulnerables que habitaban esas tierras y el desmonte.

Todas estas preguntas están orientadas en forma más o menos inmediata a efectos directos que pueden tener estos químicos/alimentos en la salud de las personas. Pero también tenemos que recordar que en nuestro país la aplicación de este modelo productivo significó extender la frontera agropecuaria, objetivo que lograron fundamentalmente con dos herramientas: el desplazamiento de poblaciones vulnerables que habitaban esas tierras y el desmonte. El primero implica profundas afecciones a la salud de las personas desplazadas de manera forzada, tanto en su desarraigo, como en su empobrecimiento y la violencia a las que fueron y son sometidas. El segundo implica profundos efectos en tanto aumentan otros padecimientos, alteraciones climáticas, inundaciones, plagas, etc. La otra cara del desmonte como forma de ampliar el territorio sojero, con efectos finales similares el desplazamiento de ganado a humedales, previo su endicamiento.

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Volviendo a las cuestiones iníciales; en cuanto a la primera pregunta, un puñado de grupos de investigación en el mundo estudia el efecto concreto en nutrientes y antinutrientes de los organismos genéticamente modificados, así como sus efectos en la dieta de distintos animales. Un grupo de referencia en este último aspecto es el de Seralini, en Francia, quienes identificaron tempranamente efectos de hepatotoxicidad y toxicidad renal en animales cuya dieta se basó en OGM (Organismos Genéticamente Modificados). Estudios similares han identificado el potencial daño hematológico, en células sanguíneas, así como daños estructurales en el aparato digestivo. Otros tipos de estudios han mostrado la variación de minerales y nutrientes de plantas y frutos generados con esta tecnología.

La cantidad de agrotóxicos que necesita el sistema productivo hoy significa, entre otras cosas, la permanencia de veneno y sus residuos en los cultivos, en el alimento comercializado y aun en sus derivados industriales.

Pasando a la segunda pregunta, su respuesta es cercana a la primera: Cuando estos OGM se producen en el campo de la manera propuesta por los comercializadores, requieren un aumento progresivo en la cantidad y variedad de venenos utilizados, dado que, junto con el uso de los mismos, aparecen plantas resistentes. La cantidad de agrotóxicos que necesita el sistema productivo hoy significa, entre otras cosas, la permanencia de veneno y sus residuos en los cultivos, en el alimento comercializado y aun en sus derivados industriales. Dos ejemplos claros de lo anterior son los estudios sobre la presencia de veneno en los productos comercializados en el mercado central de buenos aires –hasta 27 agrotóxicos en los mismos productos- y los estudios del equipo del dr. Marino, en La Plata, quienes identificaron agrotóxicos en los derivados del algodón que son sometidos a lavados industriales: gasa, tampones, etc.

La tercera pregunta nos lleva a la circulación ecosistémica de esos venenos. Aun aquellos que parecieran que se degradan rápidamente en el ambiente, hemos visto que se mantienen circulando de manera constante ¿Por qué? Probablemente porque volcamos veneno al ambiente a mayor velocidad de la que toma en degradarse. Esto nos lleva a una exposición humana (y de todos los seres vivos) constante a pequeñas dosis; están en el aire, en el agua de lluvia, en algunos cursos de agua potable, así como en nuestras comidas. Como tales, también los encontramos en el medio interno de seres humanos, tanto en población cercana como en la lejana a las zonas rurales.

La cuarta pregunta abre el juego a un universo de químicos que pueden ser solventes o vehiculizadores, cuya función ideal es la de facilitar el efecto del “principio activo” en las plantas que el productor define como malezas. La función principal de estos vehiculizadores o solventes suele ser o lograr el mismo efecto con menor cantidad del principio activo, así como también, facilitar la llegada del principio activo al sitio donde se supone debe generar su efecto. En un pensamiento idealista, si estos agregados significan la necesidad de menor cantidad del principio activo, eso traería consigo una menor toxicidad del producto comercializado. Lo que no tiene en cuenta este pensamiento idealista es que estos vehiculizadores y solventes tienen su propio perfil de toxicidad, y muchas veces son más dañinos que el propio principio activo.

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Volviendo al principio activo, antes señalaba que la regulación al respecto depende de la dosis letal 50. Esa “DL50” refiere a la cantidad de ese químico que es necesaria para matar al 50% de una población de animales de laboratorio (por lo general ratas). Los estudios que se han publicado en las últimas tres décadas muestran un rango de toxicidad de estas sustancias que son invisibilizados si solo consideramos la DL50. Hemos visto su potencial teratogénico (esto es, la posibilidad de generar distintos tipos de anomalías congénitas), su toxicidad crónica y potencial carcinogénico (posibilidad de generar distintos tipos de cáncer), su citotoxicidad y genotoxicidad (asociadas tanto a las dos anteriores como a otro tipo de patologías). Se ha descrito también su capacidad de dañar la placenta y con ella alterar el intercambio materno-fetal, así como otras funciones de la misma.

Una mención aparte requiere el señalamiento de que hemos notado variaciones de toxicidad no lineales en la relación dosis-respuesta. Esto quiere decir, entre otras cosas, que no podemos predecir claramente qué grado de toxicidad aguda tiene una cantidad determinada del químico ¿Por qué este aspecto es importante? Porque si el principal, sino único, valor que toman los estados para definir la peligrosidad de los productos es su DL50 (de toxicidad aguda), la regulación estatal no solo es ciega a la toxicidad crónica de los productos, sino que, en este grupo de tóxicos, ni siquiera utiliza un valor que sea confiable para interpretar la contaminación aguda.

Múltiples grupos han descrito su acción como disruptor endocrino, tanto en el eje sexual como en el eje tiroideo… y recientemente han descrito que tienen un potencial efecto tóxico en la herencia a 3 generaciones.

Múltiples grupos han descrito su acción como disruptor endocrino, tanto en el eje sexual como en el eje tiroideo (alterando el metabolismo corporal en general y el desarrollo sexual) y, como si todo lo anterior fuera poco, recientemente han descrito que tienen un potencial efecto tóxico en la herencia a 3 generaciones con aumentos variables de enfermedad renal crónica y enfermedad metabólica, así como alteraciones en el parto y un sinnúmero de variantes patológicas(Beck y Skinner 2018, Milesi 2018-2019).

Todo esto nos lleva a una disociación más que tratar de saldar: aquella que se genera entre, por un lado, la comunidad médica y, por otro la población general (que denuncia su padecer) y los grupos de investigación que de modos muy diversos dan cuenta –tarde, pero dan cuenta- de un universo de daños que generan estas formas de producir y de consumir.

Hay dos grandes aspectos que condicionan o ayudan a entender la anestesia de la comunidad médica en Argentina en esta crisis. Uno es el aspecto formativo y otro es el aspecto laboral

Hay dos grandes aspectos que creo condicionan, o ayudan a entender la anestesia de la comunidad médica en Argentina en esta crisis. Uno es el aspecto formativo y otro es el aspecto laboral. En cuanto al formativo, la carrera de Medicina en el grado, así como las residencias, por lo general no consideran los aspectos condicionantes de los procesos de salud-enfermedad, así como la visión de “desarrollo” de los individuos en un ambiente dado. Es probable que encontremos muchísima dificultad en que un médico señale cualquier evento como “causante” de una enfermedad o cuadro clínico, a menos que hable de tabaquismo o sedentarismo en alguna enfermedad oncológica o metabólica respectivamente; o refiriéndose a un paro cardio-respiratorio y muerte. Este es un sesgo formativo fuerte que poco se discute puertas adentro de las carreras de Medicina y que es muy conveniente para las grandes farmacéuticas y ortopedias, así como para las corporaciones médicas preocupadas por los propios daños que pueden generar. Ya de por sí, según los que defienden esos intereses, las carreras de Medicina suelen ser muy largas como para extender en la currícula aspectos formativos sobre ambiente, nutrición, o la ética, aparentemente conocimientos sacrificables en la formación profesional. Los esfuerzos, en líneas generales, están orientados a aprender a diagnosticar enfermedades y tratarlas. Pareciera que poco importa si la persona vuelve a enfermarse de lo mismo, en tanto volvamos a diagnosticarlo y tratarlo.

En cuanto al aspecto laboral, el sistema sanitario es una máquina voraz. El abandono sistemático de los gobiernos nos lleva a encontrar un nuevo nadir año a año en lo que se refiere a infraestructura, equipos y condiciones de trabajo. Atendemos a 3 o 4 veces la cantidad de pacientes que debiéramos en el tiempo que tenemos para trabajar, y lo hacemos con insumos inadecuados para poder cumplir efectivamente la tarea de diagnosticar y tratar. Mientras más nos profesionalizamos, menos espacios de trabajo concreto tenemos, y más encerrados en pequeños ámbitos sin visión general estamos.

Si bien pareciera un contexto muy desalentador, los cambios institucionales y profesionales acompañan a los cambios sociales. La concientización y movilización de cada vez más sectores de la sociedad preocupados por su bienestar, encuentra vías de diálogo incluso con las instituciones más golpeadas, con las más anquilosadas y las más conservadoras. Una vez que ese diálogo se establece, se amplifica.

Así como requiere una voluntad de transformación de los profesionales, estoy convencido que no es un camino voluntarista. El desafío requiere revisar nuestra infraestructura sanitaria a lo largo y ancho del país, así como generar puestos de trabajo y proyectos de estudio epidemiológico con impacto en la política pública. Nuestro país y casualmente (o causalmente) casi todos los países latinoamericanos, tienen un desarrollo casi nulo en el orden de estudios epidemiológicos, así como también una paupérrima voluntad de la clase política para transformar esta situación.

– Las presiones a las que deben enfrentar los facultativos médicos suelen ser una constante debido a los sensibles intereses que se tocan ¿Cómo se hace para continuar esquivando los obstáculos que tanto el lobby como el Estado se encargan anteponer en el camino de quienes persiguen proteger la salud?

– En cuanto a las presiones de los profesionales, creo que es importante señalar que lejos estoy de conocer la realidad de todo el territorio nacional. Algunas situaciones las viví más de cerca, como la persecución y acción disciplinadora sobre Andrés Carrasco desde que empezó a publicar los resultados de sus experimentos que confirmaban buena parte de las denuncias de población movilizada porque percibían y perciben los efectos de estos tóxicos en su salud. No pretendo resumir ni la historia de vida ni el currículum de Andrés en esta mención, pero vale decir que se trata de una persona con una profunda vocación política e interés social, investigador con una carrera prestigiosa en el terreno nacional e internacional, con publicaciones de alto impacto en Embriología, llegando a desempeñarse como presidente del Conicet. La persecución que sufrió fue un claro mensaje de la clase política y grandes sectores económicos nacionales e internacionales respecto a lo que podemos esperar quienes intentamos ver de frente el crimen que sucede en este y muchos otros territorios, así como acompañar a la población afectada inmediatamente y a nuestros propios intereses como afectados también por la presencia de estos químicos en nuestros ambientes y alimentos.

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Otro caso cercano es el del grupo de Damián Verzeñassi y el Instituto de Salud Socioambiental en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario, quienes en múltiples ocasiones se vieron obstaculizados y amedrentados en la realización de sus campamentos sanitarios y en el análisis de la información relevada. Desde encontrarse con las oficinas donde guardaban su información cerradas con candado, hasta distintas maniobras internas de sectores de poder de la academia y política Santafesina, siempre encuentran y sortean obstáculos nuevos, mientras continúan con una tarea impresionante en el trabajo en zonas afectadas y vinculándose con grupos regionales.

Las presiones de intendencias o productores, así como a veces comerciantes ligados al modelo productivo son muy explícitas, y en algunos casos llevaron al silenciamiento o incluso mudanzas de los médicos locales.

Por otro lado, entrando ya en referencias de terceros o conversaciones informales, en los ámbitos rurales o en municipios chicos, la tarea asistencial, así como cualquier trabajo o actividad, es mucho menos anónima o mucho más publica que en las grandes ciudades. Las presiones de intendencias o productores, así como a veces comerciantes ligados al modelo productivo son muy explícitas, y en algunos casos llevaron al silenciamiento o incluso mudanzas de los médicos locales.

En otros casos me encontré un fenómeno que no termino de entender respecto a algunos médicos de zonas afectadas que reconocen un cambio en el tipo de enfermedades que diagnostican y tratan. Hace no mucho tuve una conversación con tres médicos de localidades distintas del área pampeana que representan muy bien este fenómeno. Ellos se conocían de antes, y ya charlaban desde hacía un tiempo sobre un cambio tal y tan repentino de las enfermedades que diagnosticaban, que los había llevado al punto a re-estudiar esos temas que no veían con tanta frecuencia antes. En esos casos puntuales que me encontré, los tres médicos eran propietarios de campos (según ellos actividad económica frecuente de los profesionales médicos en las provincias) y a su vez producían con esta tecnología. Los tres comprendieron cabalmente las evidencias presentadas y parecían tener un interés genuino en confirmar su percepción sobre el daño de esta forma de producción a las poblaciones, pero de alguna manera se convencían a sí mismos de que no había relación entre ese profundo cambio de la morbi-mortalidad de la población, y la actividad de la que ellos eran parte, muchas veces fumigando sobre sus propias casas y familias.

Después de lo explicitado, y tomando como referencia el notable impacto que genera la agricultura sintética, es menester seguir insistiendo en una nueva manera de producir post pandemia.

– Desde el punto de vista de los muchos que venimos trabajando el tema de modelos productivos, las epidemias y en este caso, la pandemia, cuando no son generadas por los modelos productivos vigentes, son profundamente agravadas por los mismos. Ya de por sí, la frecuencia de aparición de las pandemias se hace significativamente más alta a partir de la década del 60. Estos fenómenos son generalizados en la mayoría de los países del mundo, con ciertas diferencias que se amoldan a sus historias, los derechos adquiridos (o no) en cada país y considerando siempre las peculiaridades de una suerte de “división internacional de la producción”. Es de particular importancia señalar que la perdida de bosques nativos y eliminación de la biodiversidad está vinculada directamente con la generación de pandemias. La célebre frase “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas” de carrillo, deberíamos ampliarla con que “Frente al Ecocidio, la destrucción de bosques nativos, la implementación de monocultivos y la destrucción de la biodiversidad, los microbios, como causas de pandemias, son pobres causas”.

Esto también es aplicable a la producción industrial de carnes, así como al extractivismo petrolero y minero y los cambios industriales masivos que cambiaron profundamente la vida cotidiana, la forma de alimentarnos y la geografía

Esto que discutimos está orientado a la producción agrícola industrializada en su modelo actual, pero también es aplicable a la producción industrial de carnes, así como al extractivismo petrolero y minero y los cambios industriales masivos que cambiaron profundamente la vida cotidiana, la forma de alimentarnos y la geografía.

En Argentina solemos identificar el inicio del problema agroextractivista en mediados de la década del 90, con la aplicación del sistema agrobiotecnológico, pero ya en la década del 70´ empezó a delinearse en el mundo una baja en los parámetros de calidad nutricional de alimentos producidos. En cuanto a la minería, el fracking, del cual los países del sur somos exponentes, empezó a explorarse como tal en la década del 50´, a pesar de que fue en los 90 que se estableció como una “apuesta comercial” importante en el extractivismo internacional.

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Todas estas actividades que se asentaron en el mundo en los 90´ requirieron una preparación institucional y legal en todos los países productores que se remonta, como mínimo, a la década de 1970. Muchas manifestaciones de daño en nuestra alimentación y productos comercializados también empezaron en esas épocas. Ultra-procesados y comida chatarra, pero también venenos de uso hogareño, y químicos usados en la construcción, habitacional o de infraestructura.

Las promesas de las “revoluciones” química, biológica y tecnológica, con sus consiguientes nuevas tecnologías, cuando debieron significar un aumento de las precauciones para el uso de la población general de esas tecnologías, se implementaron como todo lo contrario, reducción sistemática de cualquier tipo de control.

Qué tipo de soberanía enunciamos si no discutimos abiertamente sobre que deseamos producir, cómo queremos alimentarnos, o cómo elegimos vivir ¿Qué clase de soberanía es aquella que invisibiliza las denuncias de poblaciones que enferman?

– Creo que por complejo y complicado que sea, la salida es democrática. Llevando estas discusiones a espacios comunes y a la intimidad. Para mí, la pregunta principal es ¿cómo queremos vivir? Esa pregunta involucra aspectos vinculares entre nosotros y con nuestro territorio, aspectos productivos y laborales, institucionales y garantías sociales, nutricionales e incluso aspectos de ocio.

Urge abogar por una transformación radical de nuestros contenidos y nuestras formas, social e individualmente. 

Desde mi punto de vista urge abogar por una transformación radical de nuestros contenidos y nuestras formas, social e individualmente. Reconociendo y haciendo valer la percepción de las comunidades directamente afectadas en los problemas productivos, decidiendo colectivamente sobre la orientación y forma de la producción. En el aspecto sanitario, es necesario desarrollar infraestructura, generando puestos de trabajo, cambiando de lleno la formación de grado y posgrado, como así también fundar una Epidemiología del Sur en Argentina con fuerte impacto en la política pública.