Por Alejandro Maidana

El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que lo conquista (Nelson Mandela)

Desde los márgenes, allí donde solo penetra la mirada inquisidora y reaccionaria de una sociedad antipática, se sigue fortaleciendo ese sueño colectivo que suele oficiar de bálsamo ante tanto olvido y padecimiento. Desde los arrabales de la felicidad, allí donde los discursos altisonantes no tienen anclaje y las promesas rotas se hicieron carne, la organización de los excluidos busca torcer el porfiado y obstinado destino que les han impuesto.

A la pobreza creciente, una pandemia consolidada y que parece no tener vacuna alguna, los dueños de todo no están dispuestos a ceder un milímetro su bagaje de privilegios, se le suma un abanico de problemáticas que emergen. Allí el consumo de distintas sustancias, genera impactos demoledores en la vida de aquellos que se baten a duelo con la marginalidad y la falta de oportunidades. Un extenso y lúgubre camino que encuentra en lo colectivo, el único ariete para derribar los muros del dolor.

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Las últimas elecciones, parecen haber puesto en relieve la espinosa realidad que transitan las barriadas populares de nuestro país, la democracia representativa y su <capacidad de descubrir> lo que, para los ojos de las mayorías, lejos estaba de ser un secreto a voces que solo el voto podía desnudar. Mientras tanto, y sin esperar el nuevo rumbo que pueda tomar la política nacional, distintos talleres, capacitaciones, comedores y acompañamiento para quienes transitan un consumo problemático, siguen su resiliente marcha.

Desde los barrios soplan vientos de libertad

Vientos de Libertad (MTE) contiene a diferentes ramas que se organizan de acuerdo al trabajo de cada una, por ello hay cartoneros, textiles, rurales y el espacio en donde se organizan aquellos que abrazan a la pibada que busca escapar del laberinto de las adicciones. “En lo particular abordamos las temáticas referidas a la salud comunitaria, nuestra organización nace aproximadamente hace 10 años a través de dos jóvenes que se encontraban muy complicados por el consumo de paco, y deciden recuperarse para poder transformar sus vidas”, le dijo a Conclusión Celestina Fernández, integrante de la organización.

Las casas de acompañamiento fueron surgiendo a lo largo y ancho del país; no son de alojamiento ni de internación, ya que no se trata de un tratamiento intensivo, sí ambulatorio, comunitario y diurno. 

Allí se inicia un proceso colectivo que empuja a la búsqueda de lugares para seguir recibiendo a quienes deseen transformar su vida, destacando que tiempo atrás, este tipo de dispositivos barriales, comunitarios y estatales no existían. “Por ello van tomando distintos espacios para convertirlos en casa de alojamientos en donde los pibes se puedan acercar para llevar adelante un proceso de desintoxicación y rehabilitación de sus consumos. A partir de ahí nace nuestra organización, con esas experiencias de casas convivenciales, y luego de un extenso recorrido se suman al MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos), lo cual imprime una salida mucho más política, ya que les permite a los compañeros poder organizarse y pensar en clave política la problemática que los atraviesa colectivamente”.

A través de los años y de la forma de trabajo que ayudó a seguir difundiendo las herramientas en los diferentes barrios, nace la Red Caacs (Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario), un proyecto ganado por las organizaciones sociales en la calle a través de mucha lucha. “Así fue como después de mucha insistencia, surge un convenio entre el Sedronar y diferentes organizaciones sociales, empujando a que el trabajo se haga más federal. Gracias a este convenio, las casas de acompañamiento fueron surgiendo a lo largo y ancho del país, destacando que estas casas no son de alojamiento ni de internación, ya que no se trata de un tratamiento intensivo, sí ambulatorio, comunitario y diurno”, enfatizó Celestina.

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El impacto que genera el consumo en pibes sin sus necesidades satisfechas no es el mismo de aquellos que ostentan otra clase social.

Una disputa que se da en territorio hostil, en donde la creciente violencia no duda en regar con sangre joven las calles que supieron ser de todas y todos. Allí se pelea contra una realidad pavorosa, redoblando una imprescindible militancia desde los territorios. “En lo que respecta a como nosotros pensamos el abordaje de los consumos problemáticos, tenemos muy en claro que además de la problemática emocional y subjetiva que implica la adicción a las diferentes sustancias, la situación atraviesa las y los pibes de los barrios populares, hacen que esta problemática tenga raigambre social, por todo lo que implica el narcotráfico. El impacto que genera el consumo en pibes sin sus necesidades satisfechas, no es el mismo de aquellos que ostentan otra clase social, por ello el abordaje que llevamos adelante es integral”.

Repensar de manera continua las estrategias de abordaje, nacen desde la particularidad que atraviesa medularmente a quienes los derechos constitucionales gambetean de manera sistemática. “En nuestro centro barrial tenemos diferentes espacios pensados para la contención, y allí el deporte, la alimentación, los oficios y la educación, son los pilares para poder transformar las subjetividades vulneradas por contextos dañinos. A través de estos abordajes las personas podrán recuperar derechos que les fueron cercenados generacionalmente, entendiendo que de esa manera podrán reconfigurar su proyecto de vida de manera autónoma, persiguiendo la felicidad y aliviando un poquito su dolor”, concluyó.