Por Hermes Lavallén

Cada vez más, todo lo que hacemos en internet se valora como dato y se usa para dirigir nuestro comportamiento posterior en todo, desde compras hasta entretenimiento y vacaciones. Siempre estamos con un teléfono inteligente en la mano o en el bolsillo. La mayoría de nosotros intercambiamos datos personales por la oportunidad de participar en las redes sociales, ver Netflix o buscar un nuevo trabajo.

El filósofo Michael Sacasas ha reformulado esta idea en una tesis de que, en línea, no hay presente, solo fragmentos del pasado organizados de diversas formas.

Internet, como mediador de las interacciones humanas, no es un lugar, es un momento”, escribe en su blog The Convivial Society. “Es el pasado. Literalmente.»

Lejos de que el metaverso sea una idea de vivir el momento transpuesta a un entorno virtual, cualquier cosa que hagamos ahí ya está gobernada por cosas que hicimos o dijimos en el pasado. Es una trampa de la que parece no haber salida.

“El hecho fundamental de nuestra experiencia en línea es que en todo momento estamos ampliando las reservas masivas del pasado documentado”, dice.

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Cualquier interacción en línea, desde audio a video, me gusta en redes sociales, acciones compartidas, botones sobre los que se pasa el mouse, incluso formularios completados pero nunca enviados, los datos de ubicación son legibles para una máquina y existen perpetuamente.

Esta actividad es lo que ahora consume nuestro tiempo y energía, dice. Por ejemplo, debido a que vivimos en el pasado cuando estamos en línea, siempre nos encontramos peleando por el pasado. Sin embargo, la abrumadora cantidad de datos, «inscripciones en cascada», como él las llama, desdibuja cualquier línea entre lo que realmente sucedió y el presente.

“Pronto, se vuelve imposible trazar el curso del conflicto o incluso darle sentido. Y nada cambia. Esto está sofocando nuestras vidas, sugiere, impidiéndonos vivir realmente. “En internet, la acción no construye el futuro, solo alimenta los archivos digitales del pasado”.

“Ya no nos encontramos con el pasado principalmente como una narrativa coherente que informa nuestra acción presente y futura en el mundo. El pasado, tal como ahora está codificado en pesadas bases de datos, se puede reinterpretar, reorganizar, recombinar y reorganizar fácil e interminablemente”.

—Michael Sacasas

Nuestras acciones en línea se reducen a comportamiento ritualizado, rutinas cansadas, respuestas poco imaginativas y reaccionarias, un lugar donde “las bases de datos generan estados de ánimo”.

 

Dado que el «pasado inscrito digitalmente» es principalmente legible para las máquinas, esto se convierte en el medio por el cual programar el futuro. La actividad humana se difunde en bases de datos cada vez más caóticas y en retroceso del pasado. Esas bases de datos se extraen y procesan, mediante algoritmos de IA, “principalmente para predecir, administrar y estructurar nuestras acciones futuras”.

Su perspectiva decididamente sombría concluye: “En Internet, el pasado es un agujero negro que succiona el futuro hacia sí mismo”. Además, a medida que crecen las bases de datos del pasado, “su atracción gravitacional absorbe cada vez más nuestra atención y energía. En consecuencia, nuestra capacidad para habitar el presente e imaginar el futuro se deteriora”.

Entonces, en esa medida, también podríamos darnos por vencidos, ya que claramente ya somos carnada para The Matrix.

A la perspectiva de Michael Sacasas se le añade el dilema de las redes sociales y de cuánto pesa la inteligencia artificial en nuestra toma de decisiones hoy en día, si esto representa un problema e inclusive si es cierto que perderíamos toda libertad de decisión. El lado adictivo de las redes sociales “no es accidental es deliberado” dice uno de los principales entrevistados del popular documental titulado el dilema de las redes sociales.

 

En realidad “El Dilema Social” es una mezcla entre documental y película de drama que profundiza en el negocio de las redes sociales, el poder que ejercen y la adicción que generan en nosotros. Todo empieza con testimonios principalmente de ex trabajadores o antiguos miembros esenciales en el desarrollo de alguna de las plataformas más usadas actualmente como facebook instagram, google youtube, twitter y muchas otras.

Todos se muestran arrepentidos o culpables la mayoría de los entrevistados aclaran que abandonaron sus puestos de trabajo debido a la transformación moral que tuvieron las redes sociales para muchos de ellos estas se han convertido en un difícil de controlar. Las declaraciones se presentan paralelamente a unas escenas de un drama bien elaborado de inicio a fin.

Una historia que narra la vida cotidiana de un joven que constantemente es manipulado por las redes sociales personificada en tres “pícaros” trabajadores que monitorean constantemente su actividad en línea, esta manipulación lo llevará a tomar diferentes decisiones las cuales lo encaminarán a diferentes problemas.

También comenta brevemente la importancia, los beneficios y las facilidades que traen estas plataformas, no obstante reconocen y enfatizan en que las consecuencias podrían ser mayores que los beneficios y es aquí donde comienzan a mencionar los problemas que generan estas nuevas tecnologías entre ellos se menciona su capacidad de persuadirnos, la vigilancia de datos, la adicción a dispositivos electrónicos, las noticias falsas, los ciberataques, los contenidos inapropiados, la depresión que generan estas plataformas, etc.

 

El documental muestra tecnología persuasiva. Podemos ver, por ejemplo: los efectos que ocasionan las etiquetas en las fotos, los likes…

Otros especialistas afirman que las redes sociales son como una droga debido a la dopamina que liberamos al recibir alguna de estas recompensas entre comillas.

Durante el desarrollo del documental podremos observar la forma en cómo operan estas máquinas inteligentes cómo funciona el algoritmo y cómo cada vez estamos más expuestos a ser manipulados.

El documental termina con una serie de reflexiones que revelan el lado oscuro de internet y de las herramientas que usamos todos los días que creemos que son inocentes cuando en realidad ya pueden influenciar nuestro comportamiento monitorearnos, controlarnos y cada vez se hacen más adictivas.