Resulta tan repetitivo como exasperante volcar una y otra y otra vez estas líneas que sólo persiguen visibilizar uno de los atropellos más explícitos a la salud humana. La nocividad comprobada de este modelo productivo, no hace otra cosa que interpelar de manera sistemática a los distintos gobiernos garantes del agronegocio.

Sabido es que el poder económico es el longevo titiritero de un mundo que se debate entre mercantilizar la vida, y el grito sordo de aquellos que se resignan a ese oscuro designio. Pero ¿Cómo torcer el brazo de ese gigante? La historia nos ha demostrado de manera incesante que solo la consciencia salvará al hombre, algo que la vorágine y el capitalismo salvaje, se han encargado de ponerle un cepo.

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El caso de Zoe Giraudo

Es de público conocimiento el derrotero que viene sosteniendo una pequeña de solo dos años de vida. Hace un año que lucha contra un tipo de cáncer denominado linfoma linfoblástico tipo T, algo que no sólo ha condicionado sus días, sino que también empujo a repensar su presente y futuro. Sastre es un pueblo fumigado, como tantos otros a lo largo y ancho de nuestro país, y es en él donde Zoe debe continuar su vida ¿Pero de qué manera debe hacerlo?

Los padres de Zoe acercaron días atrás al Concejo del lugar las recomendaciones de los médicos que atienden a la niña (oncólogo e infectólogo). La necesidad de contar con un ambiente alejado por lo menos unos 1.500 metros de la zona en la que se utilizan agrotóxicos, es prioridad.

“La semana pasada desde el Concejo local nos informaron que en la ordenanza estaba contemplaba una zona de exclusión de 500 metros, y que ahora dependía del ejecutivo su aprobación”, le dijo a Conclusión Sonia González, una mamá que no baja los brazos ante tanta desidia.

Se espera que la intendenta de la ciudad de Sastre y Ortiz, María del Carmen Amero de Brunazzo, se expida en los próximos días. Pero cabe destacar que los 500 metros que marca la ordenanza, no alcanzan, “esto no es lo que venimos reclamando para que la salud de Zoe no se vea vulnerada como bien lo han indicado los profesionales médicos, necesitamos 1.500 metros sin fumigaciones”.

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Es preciso destacar que la familia Giraudo en la actualidad alquila una casa en la zona céntrica del pueblo, no pudiendo volver a la que es de su propiedad. “Nos dieron 15 días más, pero el contrato no se va a renovar, es por ello que exigimos una respuesta concreta por parte de las autoridades locales”.

En pocos días a Zoe la separaran escasos metros de las nocivas aspersiones con agrotóxicos, algo que atentará considerablemente contra su calidad de vida. “Ella viene soportando un durísimo tratamiento, no vamos a permitir que todo su sacrificio se pierda. Si llegamos hasta acá, es porque Zoe luchó a la par nuestra, por lo antes mencionado no pensamos hipotecar su recuperación, de alguna manera vamos a lograr que se respete la distancia que necesitamos”, indicó Sonia.

Hoy Zoé se encuentra muy bien, solo le resta una punción que será a fines de noviembre y le pondría fin a esta parte del tratamiento. “Superada esta etapa, solo le restaría continuar con pastillas hasta octubre del 2019, más los controles quincenales. Si bien no puedo echarle la culpa a este modelo por la enfermedad de mi hija, es más que evidente que el mismo contamina y degrada las condiciones de vida, y a esto lo reafirman sus médicos”, concluyó.

Ludmila y el fantasma de la leucemia

En el mes de noviembre del año pasado, esta niña estuvo internada 30 días debido a su pérdida de peso y deshidratación, ya que un cuadro de vómitos severos la invadió. Con apenas 2 años y 4 meses en ese entonces, Ludmila debía sortear la posibilidad de contraer leucemia debido a que su sangre estaba contaminada por Glifosato.

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Después de tres transfusiones de sangre y 5 días con taquicardia, la niña regresaría a su hogar ubicado en Belgrano 341 donde comenzaría una nueva batalla contra los empresarios que a escasos 30 metros de su hogar, llevan adelante el acopio de agroquímicos.

Pese a esto, la comuna de Bernardo de Irigoyen sigue aferrada al silencio y a la desidia, evidentemente el consejo brindado por la doctora Elvira, facultativa que atendió a Ludmila en Barrancas, no dio resultado alguno. “Ella fue muy clara, le dijo al presidente comunal que si no atendía los requerimientos de la familia, la nena podía morir”, cuenta Mariela Marioni, abuela de la pequeña que hoy tiene 3 años en charla con Conclusión.

Nada ha cambiado después de que este diario visibilizara el caso, la lucha solitaria pero insistente de la familia Terreno no ha cesado, al igual que la peligrosidad de las prácticas de la firma José Pagliaricci e hijos.

Sobre la respuesta política Marioni sostuvo. “La complicidad de la Comuna para con esta firma, es manifiesta. El mismo presidente comunal admitió haber autorizado el traslado hasta el lugar de mosquitos fumigadores, que no solo son llevados allí para ser cargados, también son lavados a la vista de todos, con la peligrosidad que esto representa”.

El próximo martes 13 de noviembre Ludmila deberá concurrir a nefrología, un control que sigue vigente debido a que estuvo muy cerca de ser sometida a diálisis. “Mi nieta sigue con controles, el riesgo de vida sigue latente, solo puede jugar en la parte delantera de su casa ya que el patio trasero da hacia este peligroso galpón. Tenemos que estar muy atentos con las emanaciones que puedan provenir del mismo, ya que Ludmila no puede exponerse a ellas. Le robaron su calidad de vida, le condicionaron sus días, es por ello que no vamos a ceder terreno en esta lucha”, concluyó una abuela que lejos de bajar los brazos, los alza llamando al despertar de la conciencia.

Cabe destacar que Mariela Marioni denunció amenazas, fiscalía ya está atendiendo a las mismas y se esperan novedades. Los reclamos genuinos, urgentes y desesperados de los pobladores fumigados, no pueden esperar más.