El Parlamento irlandés aprobó hoy el proyecto de ley que legaliza el aborto, siete meses después del referéndum en el que mayoría de la población se pronunció a favor de esta medida y tras dos meses de ásperos debates en ambas Cámaras.

La nueva normativa, que sólo espera la rúbrica del presidente de la República, Michael Higginsse, enmarca en la acelerada modernización del país que en los años recientes legalizó el divorcio y el matrimonio igualitario.

En los acalorados debates parlamentarios se plantearon tres centenares y medio de enmiendas necesarias para sellar la norma que contempla el aborto legal en las primeras doce semanas de gestación sin que la mujer tenga que justificar su decisión, que pueden extenderse hasta los seis meses en casos extremos de peligro para la vida o la salud de la madre o el feto.

Formalmente, lo que los irlandeses votaron en mayo fue la derogación de la Octava Enmienda a la Constitución que prohíbe casi totalmente el aborto al equiparar el derecho a la vida de la madre con el del feto.

La votación, producida el mismo día que se celebra el centenario de las primeras elecciones generales en las que pudieron votar las mujeres, enmarca «un momento histórico para las mujeres irlandesas», dijo el primer ministro Leo Varadkar, del partido conservador democristiano Fine Gael.

Para Varadkar, el grueso de la ciudadanía expresó su respaldo a la nueva ley en aquella votación de mayo que calificó como «revolución silenciosa».

Si bien todo el proceso de debate sobre el tema no fue violento, hoy las paredes de la oficina del partido Fine Gael amanecieron pintadas con consignas como «asesinos de bebés», informó el diario irlandés Irish Times.

En Irlanda el 78% de la población se declara católica, pero la Iglesia ha visto desintegrarse su autoridad moral a raíz de los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes.

Pese a su declinante influencia, la Iglesia hizo una campaña en contra de baja intensidad y sus miembros optaron en muchos casos por el silencio.

La clase política se declaró en general a favor de la modernización y los dos principales partidos (Fianna Fáil y Fine Gael) optaron por dejar la decisión a la «conciencia» de sus votantes.