El vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera visitó México la semana pasada y le concedió una entrevista a una periodista de CNN en ese país. Ante la consulta sobre cómo había logrado Bolivia tener la tasa de cremiento económico más alta en Sudamérica en los años recientes, durante la presidencia de Evo Morales, el funcionario respondió con contundencia.

“Se ha realizado una fusión del capital financiero con el capital productivo, mediante la obligatoriedad de la banca privada para destinar el 60 % de su dinero a la inversión productiva y construcción. De igual manera, se determinó que el 50% de las ganancias de la banca privada se destinara al Estado. Como este dinero regresa a la sociedad y eso dinamiza la economía, eso nuevamente, luego, regresa a la banca… lo que los bancos perdieron con una mano, al final, recuperan con la otra”, reflexionó el vicepresidente boliviano.

La iniciativa está funcionando, como ha sucedido cada vez que se aplican políticas de crédito hamiltonianas en cualquier parte del mundo. Si uno observa los índices de producción física (no el PIB o algún otro índice monetario), en Bolivia las manufacturas aumentaron en un porcentaje anual de 2.5% en los 11 años entre 1994 y 2005, y luego de que Evo Morales llegó a la Presidencia en enero del 2006, en los siguientes 11 años (del 2005 al 2016) el promedio anual dio un salto hasta 4.3%. La generación de electricidad creció a 3.7% al año en el primer período, y a un 5.3% al año con Evo Morales. La producción de cemento aumentó un 5.8% anual en el primer período, y en 8.7% en el segundo período.

Tales índices físicos dan una mejor lectura científica sobre la economía real del país, que las cifras estándar del producto interno bruto (PIB), y que muestran un cambio mucho más dramático, de una tasa anual de crecimiento promedio de 5.3% de 1994 al 2005, y de una tasa anual de crecimiento promedio de 12.2% del 2005 al 2016.