Se cumplieron 47 años del anuncio de Richard Nixon el 15 de agosto de 1971, de que retiraba al dólar del patrón oro, lo cual significó de hecho la destrucción del sistema de Bretton Woods de la posguerra.

En primer lugar, eso le abrió las puertas a la creación de un “dólar” con sede en Londres, como moneda para la especulación global, lo cual fue el cáncer que terminó apoderándose del propio dólar de Estados Unidos. Fue también el fin de todo el sistema de tipos de cambio fijo, lo cual significó para las naciones del sector en desarrollo, la demolición del muero entre la especulación internacional y sus monedas nacionales. De hecho, este fue el primer paso hacia la eliminación del régimen internacional de la Ley Glass-Steagall, de la separación entre la banca productiva y la especulativa. Eso se hizo oficialmente luego en Estados Unidos en 1999, mediante la derogación formal de la Ley Glass-Steagall, con las consecuencias ya conocidas.

Como resultado, se creó durante esta última mitad de siglo una burbuja especulativa global, pero en especial a partir de 1999, una burbuja que hoy ha crecido a más de $1,500 billones de dólares en derivados y otros agregados financieros. Una de las tretas utilizadas por el imperio británico desde el estallido financiero del 2008, para tratar de mantener a la burbuja a flote, ha sido el mentado “acarreo de fondos” (o “carry trade” en la jerga de los tahúres especuladores) el cual se ha alimentado del dinero inorgánico a un costo cero, que se le ha inyectado al sistema con la mentada “Emisión Cuantitativa” (EC) y que luego se enviaba a los mercados emergentes donde había altas tasas de interés, como Brasil, Turquía, y otros, en donde saquearon a todas esas economías.

El comienzo de la “estrechez” en la EC por parte de la Reserva Federal de EU, y del aumento en las tasas de interés que comenzó en 2015, aparte de la inestabilidad implícita de todo el sistema, fue un factor que contribuyó a desatar olas de “acarreo de fondos en reversa”, flujos de inversiones financieras que salieron de los mercados emergentes hacia refugios supuestamente seguros, como el dólar. Esto, en gran medida, es lo que vemos ahora en las diversas manifestaciones de la crisis financiera en Turquía, Argentina, Rusia, Brasil, etc. Bloomberg ha informado de una pérdida de 6% en el acarreo de fondos, tan solo en el primer trimestre de 2018.

En un artículo que repasa la crisis turca actual, publicado en el periódico de Washington, DC, The Hill el 14 de agosto, bajo el título “Turkish turmoil to send economic storm clouds over U.S. soon” (La turbulencia turca enviará nubes de tormenta económica sobre EU pronto), el autor británico de nacimiento, Desmond Lachman (ex estratega jefe de la firma Salomon Smith Barney y ex subdirector del Departamento de Política de Desarrollo y Revisión del FMI y que ahora trabaja en el American Enterprise Institute), escribió: “A juzgar por el apego del Presidente Trump a una política comercial de ‘Primero Americano’ y la aparente premura de la Reserva Federal para normalizar la política monetaria estadounidense, yo me preparo a que la economía de Estados Unidos resulte golpeada por una tormenta económica grande de un mercado emergente, mucho antes de las elecciones de medio período en noviembre”.