Por Diego Urdaneta

La campaña de las legislativas del 28 de abril en España se convirtió en un torneo de insultos y descalificaciones entre los candidatos, de franquismo hacia los de la derecha y de traición hacia los de la izquierda, con el objetivo de movilizar a los votantes azuzando el miedo.

Acusado de dirigir una coalición «Frankenstein» y ser «el mayor felón de la historia democrática de España», el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, responde calificando de «trifachito» a los tres partidos de derecha.

«Es una campaña especialmente paroxística, polarizante, plagada de hipérboles y sin discusión de asuntos concretos», resumió a la AFP Manuel Arias, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Málaga.

Cuando las encuestas advierten que una buena parte de los votantes se decidirá en último momento, las formaciones de izquierda, entre ellas el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las de derecha se baten en un duelo de inflamada retórica, advirtiendo del peligro de votar por el otro.

Y esto ocurre «en un contexto internacional nuevo» de «populismos emergentes de todo signo», con discursos estridentes, tanto en países europeos como americanos «que impregna de alguna manera» la campaña española, estima José Ruiz San Román, profesor de Sociología y Opinión Pública de la Universidad Complutense de Madrid.

Descalificaciones a granel

«Pedro Sánchez es un peligro público para España. Es el presidente más radical, más sectario que ha habido en la historia democrática de España», lanzó el líder del Partido Popular, Pablo Casado, el pasado 8 de abril.

Casado causó revuelo en febrero cuando en un solo discurso encadenó una veintena de descalificaciones contra Sánchez: «el mayor traidor», «el mayor felón de la historia democrática de España», «presidente ilegítimo», «mentiroso compulsivo» «irresponsable», «incapaz», «desleal», «una catástrofe para el futuro de España», «ególatra», «mediocre»…

Recientemente, acusó a Sánchez de pactar con «esa hidra de siete cabezas de los batasunos, proetarras, independentistas, separatistas, comunistas, prochavistas y procastristas».

Hizo así referencia a que llegó al poder en junio con el apoyo entre otros de partidos independentistas catalanes y de EH Bildu, heredero del partido Batasuna, considerado como el brazo político de la extinguida organización armada vasca ETA e ilegalizado a comienzos de los años 2000.

«El Gobierno Frankenstein ha muerto, pero Sánchez tratará de resucitarlo como sea», tuiteó el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien ha definido como «emergencia nacional» la necesidad de echar a Sánchez.

Santiago Abascal, líder de la formación de extrema derecha Vox que según encuestas entrará con fuerza por primera vez en el Parlamento nacional, llama a los suyos a «pasar por encima de aquellos que quieren ver a España humillada y de los traidores que hoy están en el gobierno, apoyados en todos los enemigos de España».

Del otro lado del espectro político, los socialistas advierten contra la posibilidad de que se reedite a nivel nacional el «trifachito» o la «derecha trifálica», término acuñado por una ministra, en referencia a la alianza de PP, Ciudadanos y Vox que arrebató en enero a los socialistas el gobierno regional de Andalucía, su feudo histórico.

Una mayoría que incluya a Vox, al que el Psoe ha calificado de «claramente franquista» en referencia a la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), sería volver «a las cavernas», ha señalado Pedro Sánchez.

Semanas antes, la izquierda radical de Podemos había lazando un «alerta antifascista».

«El miedo funciona bien»

«Se está utilizando un discurso muy emocional y el miedo es la emoción más básica y produce la reacción más rápida» en el elector, explica Silvia Martínez, directora del máster de medios sociales, gestión y estrategia de la Universidad Abierta de Cataluña.

«El miedo funciona bien, porque te pongo un miedo claro, identifico al otro con ese miedo terrible (…) y tu solución es fácil: introduce la papeleta en el otro lado», abunda Ruiz San Román.

El experto destaca que el duelo verbal ocurre en un «contexto fuerte» en España, inédito desde la transición de la dictadura franquista a la democracia.

«Hay una situación de un proceso de autodeterminación (en Cataluña) muy duro, ha habido juicios sobre corrupción muy duros», como el que llevó a Sánchez a desalojar del poder a los conservadores, y «hay una aparición de fuerzas políticas que cambian el mapa» político, agregó el experto.

Pero los ataques no se quedan solo entre los dos bloques de izquierda y derecha. También a lo interno hay disputas, sobre todo en la derecha, porque «cada partido quiere quedar por delante de los demás», señala Manuel Arias.

Así, Vox llama al PP, partido de donde vienen muchos de sus miembros, la «derechita cobarde», un mote que llevó incluso al expresidente del gobierno conservador José María Aznar a reaccionar:

«A mí, mirándome a la cara, nadie me habla de una derechita cobarde, porque no me aguanta la mirada».