*Kesner Jean Mary

Haití, la primera república negra del mundo, ha vivido la dictadura más sanguinaria de Latinoamérica durante casi 30 años. El 6 de febrero de 1986, el pueblo haitiano puso un punto final a ese régimen dictatorial para construir el camino hacia la democracia y la prosperidad económica. Sin embargo, 33 años después, Haití no logra encontrar aún la estabilidad política y su situación socioeconómica empeora cada vez más. Actualmente, es el país más empobrecido de la región: el 80% de su población vive con menos de dos dólares por día.

¿Cómo se explica la inestabilidad política de este pueblo tan orgulloso de su gloriosa historia? Para poder responder esta pregunta es necesario hacer un pequeño repaso de la historia de Haití.

Después de la dictadura de los Duvalier, en 1987, se promulgó una nueva constitución y al año siguiente se realizaron las elecciones que consagraron a Leslie Manigat como presidente. Sin embargo, algunos meses después, Manigat fue derrocado por el general Henry Namphy quien a su vez, fue luego destituido, por el general Prosper Avril. Finalmente, en marzo 1990, este último, tendrá que renunciar cuando la magistrada de la Corte Suprema, Ertha Pascal-Trouillot ocupe la presidencia para organizar las primeras elecciones libres y democráticas.

Estas elecciones consagraron a Jean-Bertrand Aristide como presidente. Este sacerdote, cercano a las clases populares, generaba una inmensa esperanza para las mayorías sufridas de este país. Aristide se hizo popular por su discurso revolucionario en contra de la concentración de la riqueza y, sobre todo, por su postura anti imperialista. Aristide también generaba mucha admiración en las masas populares debido a sus discursos en contra de la burguesía y de los opresores de la dictadura de los Duvalier.

De todos modos, la euforia de la recuperación democrática tuvo una corta duración. Aristide fue derrocado, seis meses después, por un golpe militar encabezado por el general Cedras en complicidad con los ex Duvalieristas, que querían vengarse, y una rencorosa burguesía, que no quería las reformas que proponía Aristide en sus discursos.

Aristide volverá a su cargo en 1994, a partir de una intervención militar realizada por las tropas estadounidenses. La primera medida política tomada durante este mandato fue el desmantelamiento de las fuerzas armadas, argumentando su inutilidad, el alto presupuesto que representaba para un país tan pobre pero, sobre todo, sosteniendo que encarnaban una fuente de inestabilidad. En 1996, su mandato estaba llegando a su fin y ante la imposibilidad constitucional de gobernar durante dos periodos consecutivos, eligió a René Preval, su ex primer ministro, como su candidato para las elecciones presidenciales. Preval resultó ganador y pudo completar su mandato. De todas maneras, según diferentes analistas, Preval no poseía ningún poder real, ya que Aristide continuaba manejando absolutamente todas las riendas políticas.

Curiosamente, el discurso radical de izquierda de Aristide cambió rotundamente a su vuelta del exilio. Para ese entonces, muchos cuadros intelectuales y políticos del movimiento “LAVALAS”, el cual luchó contra la dictadura de Duvalier, van a tomar distancia de Aristide, a pesar de que aún mantenía una importante popularidad. Muchos de los que habían presentado a Aristide como la alternativa para conducir la revolución socioeconómica, se constituyeron en sus principales opositores.

En febrero de 2001, Jean-Bertrand Aristide es nuevamente elegido para presidir Haití, pero el país termina de hundirse en la violencia. Las organizaciones populares se transformaron en grupos violentos y principales defensores del poder, la libertad de prensa fue atacada y la economía del país no mejoró, sumado a que la mal llamada comunidad internacional, liderada por Francia, Canadá y Estado Unidos, no otorgó ninguna ayuda económica sustancial. Ante este panorama, Aristide no pudo concretar su ideal de distribución de la riqueza, enmarcado, al igual que Preval, en decisiones y políticas económicas neoliberales.

El ex sacerdote, poco a poco, va intentar instalar un régimen autoritario pretendiendo tener el control de todas las instituciones. La universidad estatal será una de ellas y lo intenta hacer mediante le nombramiento del rector, sin embargo, la comunidad universitaria se resistió y Aristide se vio obligado a retroceder con esta decisión. A partir de este hecho, surgió un movimiento estudiantil anti Aristide. Muchos intelectuales comenzaron a criticar abiertamente al régimen “Lavalas” y la burguesía aprovechó políticamente este escenario para organizar y financiar movimientos y protestas en contra del gobierno.

El 29 de febrero del 2004 Aristide fue forzado por Estados Unidos y Francia a renunciar y abandonar Haití, para refugiarse en Sudáfrica, acusado de corrupción y narcotráfico.

En 2006, René Préval asumió como presidente y era para muchos una garantía de estabilidad. Apenas ocupa el cargo comienza a diferenciarse de Aristide alejándose de sus principales militantes y líderes. Armó una fórmula política más consensuada y abierta lo cual le permitió tener menos opositores políticos. Su gestión quedó marcada por ciertas obras de infraestructuras, por su cooperación con Venezuela y Cuba y, principalmente, por su capacidad de negociación con los opositores. No obstante esto, la situación socioeconómica no mejoró, el hambre y la miseria siguieron matando al pueblo haitiano. El gobierno no tenía acceso al sistema financiero internacional, la ayuda de la comunidad internacional consistía en asistencia humanitaria y el país no recibía ninguna inversión económica importante. El único motor de la economía nacional seguía siendo la diáspora haitiana que lograba mantener a sus familiares a partir de sus remesas.

Durante el mandato de Preval, las catástrofes naturales afectaron seriamente al país. Cuatro huracanes devastaron Haití y causaron muchas muertes. Dos años después, el 12 de enero, un gran terremoto sacudió la región de Puerto Príncipe, matando a más de 200,000 personas y dejando más de 1.2 millones de personas sin vivienda.

En el año 2010 Preval sufre su primera derrota política, ya que su candidato a las elecciones (Jude Celestin) no logró imponerse. Después de la primera vuelta electoral, que llevó a Mirlande Manigat y Jude Celestin a la segunda, los simpatizantes de Joseph M. Martelly rechazaron los resultados reclamando el segundo puesto a favor de su candidato. Generaron disturbios en el país y la comunidad internacional, específicamente, Estados Unidos con su política de influencia interna intervino para cambiar los resultados, colocando a Michel Martelly en el segundo puesto. Estados Unidos no quería seguir apoyando a Preval, ya que se acercaba demasiado al régimen Chavista, y a su vez, era muy beneficioso para la administración norteamericana contar con un presidente más funcional a sus intereses.

En este contexto, Michel Martelly fue elegido en marzo de 2010, simbolizando del regreso de la derecha. Martelly ex cantante y simpatizante del régimen duvalierista, al finalizar su gestión, con un balance muy negativo, eligió, en 2015, al joven empresario de 48 años, Jovenel Moïse, como candidato presidencial para respresentar a su partido, el PHTK. Esta va a ser la primera aparición en la escena política del país de Moïse. El gobierno de Martelly fue el que contó con más fondos económicos, después de Duvalier, para invertir en proyectos productivos gracias al programa Petrocaribe, a través del cual, Venezuela suministra petróleo a sus países miembros, país a precios baratos.

Seis meses atrás, un grupo de jóvenes iniciaron una campaña en las redes sociales, exigiendo el fin de la corrupción, y proclamando una consigna: ¿Dónde está la plata del Petrocaribe? Esto se debe a las acusaciones que se le otorgan a una empresa perteneciente al actual presidente, de haber recibido fondos de Petrocaribe para realizar obras que nunca se ejecutaron.

El 7 febrero de este año, además de conmemorarse los treinta y tres años de la democracia, también se cumplen dos años desde que, Jovenel Moïse, tomó las riendas del poder ejecutivo con las promesas de mejorar la calidad de vida de los habitantes y combatir la corrupción sistémica. Entonces, a ya dos años de gobierno, se puede observar la falta de cumplimiento de aquellas promesas. Es por ello que el pueblo eligió esa fecha tan simbólica para ganar las calles, de las principales ciudades del país, y exigir la salida del presidente y el juicio por los fondos de Petrocaribe.

Estas protestas no son las primeras en contra de la gestión del actual jefe de estado. Durante el segundo semestre del 2018, el presidente Moïse se enfrentó, al menos, a tres grandes movilizaciones motivadas tanto por la lucha contra la corrupción, como por el reclamo a una mejor calidad de vida para la pauperizada población haitiana, la cual, en muchos casos, ni siquiera tiene acceso a los servicios básicos.

El presidente había declarado que se encargaría de erradicar la corrupción del país, sin embargo casi irónicamente, en un informe anticorrupción de la UCREF (Unidad Central de Información Financiera) se lo vincula con la red de corruptos del Haití. Ante esta situación, algunos jóvenes haitianos denominados petro-challengers decidieron ocupar las calles en una fecha simbólica, el 17 de octubre (212º aniversario de la muerte del padre de la patria). Este movimiento juvenil, bajo el hashtag #PetroCaribeChallenge, iniciado en las redes sociales, exige la rendición de cuentas por el uso de los fondos de Petrocaribe, caso en el que se encuentran involucrados 15 ex ministros y actuales funcionarios, así como, a una empresa que dirigía el actual presidente.

El 6 y 7 de julio del año pasado tuvo lugar la primera gran protesta contra el gobierno de Moïse, luego de que se anunciara un aumento en los precios del petróleo para cumplir con las exigencias del Fondo Monetario Internacional, la misma le costó la renuncia de su primer ministro Jacques Guy Lafontant. Aquel anuncio fue la gota que rebalsó el vaso, que se encontraba ya casi lleno debido a las injusticias que enfrenta diariamente el pueblo haitiano: pobreza extrema, desempleo masivo e inflación.

¿Qué exigen los manifestantes?

En las últimas semanas del 2018, la capital haitiana atravesó momentos de mucha inseguridad perpetrados por el levantamiento de Gran Ravin, uno de los barrios marginales de Puerto Príncipe. Los manifestantes, además reclamar por el caso de corrupción con Petrocaribe, piden más seguridad y una mejor calidad de vida. A esto se suman reivindicaciones casi perennes: creación de empleo, mayor integración de los jóvenes profesionales para frenar la fuga de cerebros, revalorización de la moneda y la producción nacional entre otros.

¿Cuál es la posición de la comunidad internacional frente a esta crisis?

En un comunicado, el Core Group, integrado por el representante especial adjunto del Secretario General de las Naciones Unidas, los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, España, EEUU, Francia, la Unión Europea y el representante especial de la OEA, llamó a los políticos a un diálogo para buscar una solución a la crisis política y económica en la que está inmerso el país. Sin embargo, Haití no es hoy una prioridad para las potencias mundiales, puesto que no tiene gran importancia geopolítica a nivel internacional, ya que están con los ojos puestos en Venezuela.

¿Los últimos movimientos de protesta en Haití o los gérmenes de una revolución?

A partir de esta breve reseña histórica de los 33 años de democracia en Haití, se desprenden algunas hipótesis: la inestabilidad política de este país tiene que ver con la injerencia internacional en su política interna, la burguesía haitiana hace todo lo posible para mantener su privilegio y los políticos corruptos pretenden llegar al poder, sin someterse al voto popular.

Lo que está pasando en Haití es un grito violento de todo un pueblo cansado de su pobreza y que no sabe ya a qué santo rezarle, es la traducción de las frustraciones de los marginados, que una vez más, salen a gritar por un verdadero cambio.

Es el inicio de un nuevo tiempo como respuesta a la carencia de una alternativa viable de la oposición. Los jóvenes de esta generación se formaron con nuevas y diferentes miradas sobre el mundo, tienen novedosas herramientas de participación política, de construcción del sentido común, nuevas subjetividades. Quieren cambiar el sistema, quieren proponer una nueva alternativa.

*Estudiante de relaciones Internacionales y de Ciencia Política en la UNR, de origen haitiano. Miembro de Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos.