El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, pidió hoy que Europa «comparta» el peso de la recepción de los migrantes que llegan a sus costas en el Mediterráneo, en medio del debate por el aumento de los desembarcos desde el norte de África y a horas de que llegue a Roma un nuevo contingente del corredor humanitario que ya llevó a casi 1.000 refugiados sirios sanos y salvos a la capital italiana.

«Los conflictos, las tensiones sociales y la inestabilidad política hacen crecer los flujos migratorios. Por eso, apreciamos y apoyamos la decisión de la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de dedicar la próxima jornada mundial de la alimentación al nexo entre seguridad alimentaria e inmigración», aseguró Gentiloni al inaugurar la 40 conferencia general de la FAO en su sede central de Roma.

La situación en la llamada ruta migratoria del Mediterráneo central es cada vez peor y con la llegada del verano europeo, el número de refugiados e inmigrantes africanos que se juegan la vida y se embarcan en una travesía casi imposible hasta las costas sur de Italia no para de crecer.

A lo largo de la primera mitad del año, 85.183 personas llegaron a las costas italianas desde África, lo que representa un 19,51% más que en ese mismo período el año pasado.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que el 85% de los inmigrantes y refugiados que llegaron a Europa en la primera mitad del año lo hicieron a través de Italia, lo que demuestra que hace tiempo este país se convirtió en el principal puerto de recepción de personas que escapan de guerras, todo tipo de violencia y pobreza estructural.

En el pico de la llamada crisis de refugiados europea, en 2015, la mayoría de los demandantes de asilo en el continente provenían de Medio Oriente y de países de Asia Central, como Afganistán, y llegaban a Grecia. Sin embargo, esta ruta quedó prácticamente cerrada cuando la Unión Europea (UE) selló un acuerdo con Turquía para que cierre su frontera y reciba a todos aquellos migrantes que logren colarse y sean deportados posteriormente desde suelo europeo.

La declaración de hoy del premier italiano además se dio en vísperas de la llegada al aeropuerto Fiumicino de Roma de un grupo de 52 refugiados sirios como parte del «corredor humanitario» establecido por el gobierno italiano y la comunidad católica San Egidio, junto a la Comunidad Evangélica, que en un año y medio llevó «sanos y salvos» a más de 850 hombres, mujeres y niños sirios desde Líbano.

El éxito del programa italiano apoyado por el papa Francisco llevó a que el próximo miércoles aterrice en París el primer grupo de una iniciativa similar adoptada por el gobierno francés.

El «corredor humanitario» italiano incluye una visa especial dada a los migrantes, que en suelo romano reciben casa y educación de parte de los organizadores, que garantizan además lecciones de idioma para su «rápida inserción» en el tejido social.

En ese marco, Gentiloni se mostró «orgulloso de poder recordar la extraordinaria humanidad que tantos italianos continúan demostrando en la recepción de todos los que cada día desembarcan en nuestras costas».

«Italia entera se movilizó para hacer frente a los flujos migratorios en la ruta del Mediterráneo y pide que Europa comparta, que es necesario si Europa quiere mantenerse fiel a sus principios, a su propia historia y a su propia civilidad», agregó el premier y ex canciller.

Ese compartir, agregó el líder del Palazzo Chigi, «es necesario también para Italia, para evitar que estos flujos se hagan insostenibles y alimenten reacciones hostiles en nuestro nuestro tejido social, que ha respondido hasta ahora de manera ejemplar a este desafío demostrando humanidad, capacidad de acogida y cohesión», finalizó Gentiloni, horas después de que su país avanzara en un acuerdo con España y Francia para un reparto de los inmigrantes y refugiados africanos.

Por otro lado, Italia también solicitará a sus socios de la UE que se «cumpla plenamente y se acelere el esquema acordado a nivel europeo para reforzar la reubicación de las personas que requieren protección», un acuerdo subejecutado por la mayoría de los países miembros del bloque, que no cumplen con sus cuotas.

Roma, además, insistirá en que la UE debe reforzar el control de las fronteras exteriores del bloque, entre ellas las italianas, y planear y concretar un plan para ayudar a garantizar el control y la seguridad del norte de Libia, un país norafricano sumido en el caos desde que la OTAN apoyó con bombardeos aéreos un movimiento insurgente que terminó derrocando en 2011 al entonces presidente, Muammar Kaddafi.

El 97% de los inmigrantes y refugiados africanos que llegan a Italia sale de puertos de Libia.

La lista de demandas del gobierno italiano continúa e incluye tanto a sus socios europeos como a agencias de la ONU. Hasta ahora, Roma no encontró mucho eco entre sus vecinos o las potencias del bloque.

La paciencia del Estado italiano, sin embargo, no es infinita. La semana pasada hasta su moderado presidente Sergio Mattarella dio un ultimátum al resto del continente.

«Si continuamos así, la situación será muy difícil de manejar, incluso para un país grande y generoso como el nuestro», reconoció Mattarella.