Por Belén Carruba*

Parece ser que la idea del unionismo y aquel llamado que en 1918 hizo el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson a las hermanas naciones del continente europeo en plena I Guerra Mundial, pidiendo el cese del conflicto e instando a la reconstrucción del viejo continente, hoy cobra más vigencia que nunca.

Si bien tenemos figuras políticas que nos dejan entender la importancia de la negociación y de la cooperación en contextos complejos como los que está atravesando la humanidad en este 2020, tenemos tantos otros que ponen en jaque el ideal wilsoniano.

Cuando creíamos que la firma del acuerdo europeo para aminorar los efectos económicos de la pandemia por Covid-19, iba a traer “serenidad” y bonanza a un continente que venía ya golpeado de un intrincado Brexit y de una de las crisis de migrantes más importantes en la historia de la unión. Nos encontramos hoy a mediados de septiembre con un teatro de operaciones por demás de embrollado: en Grecia el incendio en el Campo de Refugiados de Moria (Lesbos), un Primer Ministro Británico que desafía una vez al bloque queriendo pasar por sobre los acuerdos de un divorcio pactado, el secuestro de una de las líderes opositoras más renombrada en Bielorrusia y el coronavirus que no da tregua, son solo una muestra del fino hilo sobre el cual está pendiendo el bloque.

Moria, en llamas

La semana pasada luego de que se dieran a conocer 35 casos positivos de Covid-19 y la negativa de estos a cumplir con el asilamiento hasta su recuperación, se desató el fuego y el pánico generalizado de los casi 13 mil refugiados en Moria. Es el campo de refugiados más grande de Europa, ubicado en la Isla de Lesbos, Grecia. Desde 2014 el punto de ingreso a la UE elegido por miles de hombres, mujeres, niños y ancianos huyendo de la guerra, el hambre, la pobreza y la violencia provenientes de Siria, Irak, Libia, y la lista sigue. Estos grupos encontraron en la Isla la posibilidad de un nuevo horizonte.

En cambio, detrás de ese prometedor horizonte se escondía un monstruo implacable: la política anti migratoria más dura, seguida de deportaciones y rechazo a pedidos de asilo.

Es por ello que el incendio solo vino a avivar la llama del rechazo y la falta de atención a un problema que afecta a la comunidad internacional en su conjunto, la vulnerabilidad y violación sistemática de los Derecho de los Refugiados. Una política que tiene como ejes el control y la disuasión, que se mezclan con la xenofobia y la violencia, así como también con cambios constantes en los procedimientos para la solicitud de asilo, estrictos controles al movimiento de personas, y el restrictivo acceso a alimentos. Con anterioridad, en el año 2016 ya se habían producido incendios en dicho campamento, muchos coinciden en que este es un claro mensaje del futuro complicado que les espera a los recién llegados, y dejando pocas dudas de que la panacea europea no es más que un dulce sueño, que paradójicamente en segundos se puede hacer humo.

¿Johnson reescribe el acuerdo del Brexit?

La salida de Gran Bretaña del eurobloque no fue una negociación sin complicaciones. Sin embargo, el premier inglés vuelve a poner el debate sobre la mesa con motivo de la implementación del Protocolo de Irlanda del Norte. En dicho documento se estableció que si bien Belfast forma parte legalmente del territorio aduanero de Reino Unido, seguiría formando parte “de facto” del Mercado Único Europeo. Esto para sortear la complicación que entraña una dura frontera terrestre entre ambas Irlandas. Se estipulaba una serie de productos “sensibles o de riesgo” a los cuales se les aplicarían aranceles en 2021, si no se llegaba a un acuerdo sobre dichas mercancías.

La lectura que de esto hace el Primer Ministro es una oportunidad única por parte de Bruselas de erguir una aduana al interior del Reino Unido. Propone para frenar dicha situación una Ley de Mercado Interno que garantiza la circulación ´sin obstáculos´ de mercancías entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Visto como una gran violación a los compromisos internacionales contraídos hace poco más de nueve meses con la UE, demás está aclarar que de forma unilateral. Sin más, el pasado lunes el Parlamento inglés le dio una primera aprobación con 340 diputados a favor y 263 en contra, Johnson mostró una vasta mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes.  No sin seguir levantando rumores, tanto en su bloque como en el opositor de que dicho proyecto de Ley viola manifiestamente el Derecho Internacional Público y los compromisos asumidos.

Bielorrusia, protestas y el miedo de la oposición

Este país del Este europeo tiene una larga historia de sumisión ante su gigante vecina la Federación Rusa. Ex República Socialista Soviética de Bielorrusia hasta 1994, declaró la independencia constituyéndose como República de Belarús, la elite política redactó y adoptó la Constitución donde el presidente recoge las funciones de Primer Ministro y se celebraron elecciones siendo elegido desde ese momento ininterrumpidamente hasta la actualidad Aleksandr Lukashenko, que lleva adelante su sexto mandato. A este poco recambio en la cúpula del poder ejecutivo se suma que Bielorrusia estando geográficamente en Europa es uno de los pocos países que no ha pedido el ingreso en la Unión Europea. Asimismo, ha sido foco de denuncias por parte de ONGs como Amnistía Internacional, por la constante violación a los DDHH y por tener uno de los índices europeos más bajos en libertad de expresión. Otro factor fundamental es la estrecha relación con su par ruso Vladimir Putin, quien el lunes reunido en Sochi con Lukashenko, decidió destinar 1.500 millones de dólares, confirmando y fortaleciendo una vez más su estratégica alianza geopolítica.

Con una victoria dudosa en las elecciones del 9 de agosto, las protestas por parte de la oposición no han amenguado, mezclándose la represión, la violencia, las denuncias sobre torturas y el secuestro de Maria Kolesnikova, activista cultural y política muy cercana a Svetlana Tikhanovskaya, que quedó en el segundo lugar por la disputada presidencia. El sábado pasado se convocó la «marcha de las mujeres” pidiendo su urgente liberación, pero al no hay noticias certeras acerca de su paradero. Una práctica casi olvidada en suelo bielorruso, desde la vuelta formal a la democracia, que únicamente acrecentará el descontento popular y acrecentará el repudio al oficialismo.

Una turbulenta semana y un escenario político complejo en la UE, que viene plantear dos grandes interrogantes: ¿Es posible seguir creyendo en el sueño europeo? ¿En ese grupo selecto de países que ´representan´ la exaltación de los valores occidentales como: democracia, cooperación, libertad e igualdad?

*Estudiante avanzada de la Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Columnista en el programa Café Internacional.