El ex presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva se convertirá este jueves en ministro de Dilma Rousseff, amenazada por un proceso de destitución, en un país conmocionado por la difusión de una embarazosa conversación entre ambos dirigentes.

Miles de manifestantes protestaron durante la noche en Sao Paulo, Brasilia y otras ciudades contra la decisión de Rousseff de nombrar ministro jefe de gabinete al exsindicalista, investigado a su vez por causas relacionadas con el megaescándalo de la estatal petrolera Petrobras.

El domingo pasado, más de tres millones de personas exigieron la renuncia de Rousseff.   También los partidarios de Lula y del gobierno buscaban movilizarse, en vísperas de una jornada de manifestaciones convocadas por el oficialista Partido de los Trabajadores (PT), la Central Única de Trabajadores y otras organizaciones.

Grupos de simpatizantes de Lula se congregaban desde primeras horas de la mañana frente al Palacio presidencial de Planalto, cuya seguridad fue reforzada, en espera de la ceremonia prevista a las 10 (hora local).

«¡No va a haber golpe!», gritaban unos cientos de simpatizantes vistiendo camisetas rojas.

El nombramiento de Lula es presentado por analistas como uno de los últimos cartuchos que le quedan a Rousseff para llegar al fin de su segundo mandato (2014-2017), evitando el proceso de impeachment que la oposición impulsa en el Congreso por presunta manipulación de las cuentas públicas.

La Cámara de Diputados instalará este mismo jueves, a partir de las 17 (hora local), la comisión especial que analizará en primera instancia si existen argumentos para abrir ese juicio.

Pero ese cartucho podría resultar pólvora mojada, tras la decisión del juez Sergio Moro, a cargo de las investigaciones de Petrobras, de difundir una conversación telefónica pinchada entre Lula y Rousseff.

En esa conversación, grabada por la policía judicial el miércoles por la mañana, Rousseff le anunciaba a Lula que se aprestaba a enviarle el decreto de su nombramiento como jefe de gabinete para que pueda «usarlo en caso de necesidad».

Esa frase alimentó la sospecha de que el ingreso de Lula al gobierno era asimismo una maniobra para dotar de fueros especiales al ex jefe de Estado, permitiéndole así escapar a la órbita de la justicia ordinaria y en especial a un eventual pedido de detención en su contra.

La presidencia brasileña explicó que la conversación filtrada remitía a una consulta sobre la necesidad de hacerle llegar a Lula el documento de su nombramiento para que lo firmara, dado que no estaba seguro de poder asistir a la investidura.

La Presidencia anunció además que adoptará «todas las medidas judiciales y administrativas pertinentes para reparar una flagrante violación de la ley y la Constitución» por parte del juez Moro, «autor de la filtración».

Las expectativas sobre la capacidad de Lula podrían estar de todos modos sobrevaluadas, estiman analistas.

Cuando dejó el poder, Brasil era una potencia emergente que brillaba en un mundo sumido en la crisis financiera global, pero actualmente se encuentra en una profunda recesión (el PIB brasileño tuvo una contracción de 3,8% en 2015) y lucha contra viejos fantasmas, como la alta inflación y el alza del desempleo.

Lula, cuando estaba en el poder, solía usar la muletilla «nunca antes este país…» para expresar los avances que se deban en materia de desarrollo e igualdad social.

Una muletilla que el editorialista Clovis Rossi, de Folha de Sao paulo, recordó este jueves de manera cruenta, al afirmar: «Nunca antes este país vivió momentos tan intensos de República bananera».