La primera ministra británica Theresa May presidió una reunión de un gobierno con caras nuevas tras las dimisiones de la víspera por las diferencias en torno al Brexit, determinada a no dar su brazo a torcer.

May afronta el malestar de los euroescépticos de su Partido Conservador, que creen que está haciendo demasiadas concesiones a Bruselas en las negociaciones de salida de la UE, pero tiene el apoyo de los moderados y de momento no hay movimientos para someterla a una moción de confianza.

El que era hasta el lunes ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, escribió en su carta de renuncia que «el sueño del Brexit se muere» y que, bajo la dirección de May, el Reino Unido se encamina al estatuto de «colonia» de la UE.

La dimisión de Johnson, horas después de la del ministro del Brexit, David Davis, hizo que la libra cayera en los mercados de divisas. Había rumores de nuevas dimisiones, peros no se han producido y May parecía haber capeado el temporal.

«Mi impresión es que ya ha ido todo lo lejos que podía ir. No veo a más ministros dimitiendo», dijo Simon Usherwood, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Surrey.

El popular Johnson fue sustituido por el ministro de Sanidad Jeremy Hunt, que, al revés que su predecesor, hizo campaña para seguir en la UE en el referéndum de 2016.

Dominic Raab, partidario del Brexit y exministro de Vivienda, fue nombrado en sustitución de Davis a escasos días de que se reanuden las negociaciones con Bruselas.

Hunt dijo que es el momento de demostrar que el Reino Unido es «una voz segura y fuerte en el mundo». Además, prometió apoyar a May «para que alcancemos un acuerdo con la Unión Europea (UE) basado en el que el gobierno acordó la semana pasada en la residencia de Chequers».

Este plan decidido en la residencia campestre de la primera ministra consiste en buscar «una zona de libre comercio Reino Unido-UE» para bienes, que exigirá imperativamente que los británicos acepten regulaciones europeas.