El primer ministro británico, David Cameron, prometió celebrar un referéndum sobre la salida del país de la UE  (Brexit) antes del fin de 2017.

Tras varios meses de dudas, Cameron decidió a abrir la caja de Pandora de Europa. El primer ministro británico anunció recientemente que convocará antes de 2018 un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE, y provocó la euforia entre los escépticos del Partido Conservador pero cautela en el mundo económico.

«Definitivamente, estamos a favor de que el Reino Unido se mantenga en el seno de la UE», afirmó el asesor para el desarrollo estratégico, Howard Dawber, al comentar que «el problema es que compañías como Citigroup, Alibaba Group, Bank of New York, Morgan Stanley y otras estudian si es razonable quedarse con sus principales sedes en Londres, si Reino Unido abandona la UE».

En ese caso las compañías mencionadas trasladarán sus sedes a otras ciudades en la Europa continental, lo que «será un golpe para la economía de Londres», agregó.

Además, indicó que la falta de información clara sobre las fechas del referendo provoca problemas para la comunidad empresarial y siembra incertidumbre entre potenciales inversores.

Sobre el referendun que prometió, Cameron, salieron al cruce del bando opuesto a continuar con la UE. El conservador rebatió por primera vez un argumento del bando euroescéptico, que pone a Noruega como modelo de una relación con los Estados miembros de la UE más beneficiosa para Londres.

Noruega forma parte del Espacio Económico Europeo (AEE), pero no de la UE, lo que garantiza su acceso al mercado común pero acata al mismo tiempo la mayoría de normativas comunitarias y respeta el libre movimiento de ciudadanos.

Cameron aprovechó su participación en la cumbre de países nórdicos del Báltico, el Northern Future Forum, que se celebra en Reikiavik, para echar tierra a la llamada «opción noruega».

David Cameron, primer ministro británico.

David Cameron, primer ministro británico.

«Noruega paga pero no tiene asiento en la mesa negociadora», advirtió al llegar a Islandia en referencia a la contribución de Oslo a las arcas comunitarias sin tener derecho a voto en la toma de decisiones.

Horas antes, durante su comparecencia semanal en el parlamento de Westminster, Cameron enfatizó su abierta oposición a una más libre asociación de Reino Unido con sus socios actuales, como proponen la mayoría de partidarios del ´Brexit´.

«Me protegería encarecidamente contra esta opción», dijo entrando por primera vez en la batalla del ´Brexit´.
El líder tory sostuvo que «Noruega paga por cabeza a la UE tanto como nosotros y acepta tantos inmigrantes como nosotros, pero no tiene poder para negociar».

«Es importante aclarar los hechos y datos sobre las alternativas», dijo al tiempo que reiteró que «no descarto nada si no conseguimos lo que necesitamos en nuestra renegociación» de la relación de Reino Unido con la UE.

Cameron se comprometió a dar detalles de los objetivos que busca en la negociación con el resto de jefes de Estado y de Gobierno.

Las aspiraciones de reforma apuntan en cuatro direcciones: exclusión de Reino Unido de una mayor integración del resto del club; el reconocimiento de que la UE es un espacio con múltiples divisas; introducción de un sistema de ´tarjetas rojas´ contra directivas comunitarias, y protección de los países fuera de la eurozona y del sector

Los británicos podrán elegir entre permanecer en la UE o abandonarla una vez que Londres haya negociado una profunda reforma que favorezca los intereses británicos y que incluiría la devolución a los parlamentos nacionales de diversas políticas que ahora dependen de Europa. ¿Qué políticas? “Nada ha de estar fuera de la mesa [de negociación]”, se limitó a decir el primer ministro.

En la publicación de European Council Foreign Relations, con un artículo que lleva por título: “The British problem and what it means for Europe”, Mark Leonard, director y cofundador de ECFR, afirmó que: «La posibilidad de que Brexit se haga realidad se debe no a la existencia de un público euroescéptico, sino al empecinamiento de una élite eurófoba, que ha mezclado en su discurso el rechazo a la inmigración y el rechazo a Europa. Aunque los eurófobos británicos tienen un gran capacidad de influencia, el auge de UKIP parece asustar a muchos potenciales partidarios de Brexit. El apoyo a la permanencia en la UE se encuentra en su nivel más alto en cinco años (un 45% frente al 35% que abogaría por abandonarla, según un sondeo reciente)».