En los últimos años, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y muchos altos funcionarios estadounidenses han comenzado a aludir repetidamente al «orden mundial basado en reglas» en las ruedas de prensa, conversaciones bilaterales o reuniones internacionales, enfatizando la urgencia y la necesidad de defenderlo.

Sin embargo, esa frase continúa siendo un mito, ya que los responsables de la toma de decisiones en Washington nunca se han molestado en especificar qué son exactamente esas reglas o quienes las establecen. O tal vez simplemente quieren seguir así.

Ambigüedad Internacional

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, se ha reconocido generalmente que solo existe un orden internacional, es decir, el orden internacional basado en el derecho internacional; y solo existe un conjunto de reglas, a saber, las normas básicas que rigen las relaciones internacionales y se basan en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Y en estos tratados o documentos históricos no hay ninguna mención del llamado orden «basado en reglas».

El confuso término es una nueva invención de la actual Administración estadounidense. En su encuesta basada en las búsquedas de Google Ngram, Paul Poast, profesor asociado en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago, encontró que la frase comenzó a aparecer en los textos a finales de la década de 1980, y su utilización despegó a partir de principios y mediados de la década de 2000, que fue parcialmente en respuesta a la invasión de Irak en 2003, sobre todo desde que la guerra se llevó adelante sin autorización de la ONU.

La guerra de Irak es un ejemplo clásico que demuestra por qué Estados Unidos han inventado esa frase: para tratar de confundir a la comunidad mundial y deshacerse de las restricciones del derecho internacional.

De hecho, el Gobierno de EE. UU. tiene su tradición de poner sus leyes internas por encima del derecho internacional y aplica selectivamente las normas internacionales que considera apropiadas. Por ejemplo, Washington ha promulgado leyes internas tales como la Ley de Facultades Económicas para Casos de Emergencia Internacional, la Ley Global Magnitsky sobre Responsabilidad de Derechos Humanos y la Ley contra Adversarios Estadounidenses a través de Sanciones, para señalar y sancionar a países, entidades o individuos específicos.

Las reglas ambiguas contenidas en estas leyes y órdenes ejecutivas, como el «principio de contactos mínimos» y la «doctrina de efectos», son una expansión deliberada de la jurisdicción de las leyes internas de Estados Unidos.

Y durante más de seis décadas, a pesar de docenas de resoluciones de la Asamblea General de la ONU, Estados Unidos ha seguido adelante con su bloqueo integral contra Cuba, el embargo comercial sistémico y las sanciones financieras más largas y crueles de la historia moderna, basándose en sus políticas de embargo y leyes internas como la Ley Torricelli y la Ley Helms-Burton. El bloqueo ha causado a más de 100.000 millones de dólares de pérdidas directas a la economía de Cuba.

«El OBR (orden basado en reglas) es algo distinto del derecho internacional. Es un régimen alternativo fuera de la disciplina del derecho internacional que inevitablemente plantea desafíos y amenazas al derecho internacional», escribió en un editorial John Dugard, profesor de derecho internacional en la Universidad de Leiden, con sede en Holanda.

Por su parte, Alexander Gusev, director del Instituto de Planificación Estratégica y Previsión de Rusia, sostuvo que Estados Unidos deja deliberadamente vaga la definición del «orden internacional basado en reglas», porque cuanto menos específicas son las llamadas «reglas», más pueden manipularlas a voluntad.

A mi manera o nada

Mientras Estados Unidos no puede dejar de insistir en la urgencia de mantener el orden mundial «basado en reglas», acusa a países como China y Rusia de constituir un desafío para ese orden. Cada vez más, el término se ha convertido en un arma para suprimir a las naciones que consideran una «amenaza» a su búsqueda de la hegemonía global.

La alta tecnología es una arena importante donde Estados Unidos está luchando con uñas y dientes para mantener el dominio. Viendo a China como un competidor estratégico, el Gobierno estadounidense ha tratado de limitar el acceso chino a las tecnologías occidentales críticas.

Bajo el pretexto de «seguridad nacional», la Administración Biden ha puesto en la lista negra a más empresas tecnológicas chinas, ha impuesto nuevos límites amplios a la venta de tecnologías avanzadas de chips a empresas chinas y está coaccionando a muchos de sus aliados de tratados para seguir su ejemplo.

Y para cercar a China en la región de Asia-Pacífico, o según las palabras del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, para «conformar el entorno estratégico alrededor de Beijing», Washington afirma que está defendiendo el orden internacional «basado en reglas» mediante la construcción de alianzas como las agrupaciones AUKUS y Quad, obligando a los países de la región a tomar partido y poniendo la paz y la seguridad regionales en peligro.

En palabras de Stephen M. Walter, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Harvard, Estados Unidos siempre está preparado para «ignorar, eludir o reescribir las reglas cuando estas le parecen inconvenientes».

Tomemos al comercio global como ejemplo. Los datos oficiales muestran que Estados Unidos es responsable de dos tercios de las violaciones de las normas de la Organización Mundial del comercio (OMC) en el comercio global. Como Washington pierde frecuentemente sus casos ante la OMC, el país ha intentado subvertir el mecanismo de solución de disputas de la organización bloqueando el nombramiento de nuevos jueces.

El expresidente estadounidense Barack Obama expresó directamente el derecho de EE. UU. a la elaboración de normas. «Tenemos que asegurarnos de que Estados Unidos escribe las reglas de la economía global. Deberíamos hacerlo hoy mientras nuestra economía está en una posición de fuerza a nivel global», dijo Obama en 2015.

Un cambio imparable

El mundo está experimentando actualmente un cambio épico e inevitable hacia la multipolaridad. El ascenso de muchas de las economías emergentes del mundo es visto por muchos como la decadencia relativa de Occidente.

Wang Honggang, director del Instituto de Estudios Estadounidenses de Institutos de Relaciones Internacionales Contemporáneas de China, sostuvo que cuando las “hegemones” están en decadencia, comienzan a enfatizar las reglas.

Con el ascenso colectivo de los países no occidentales y la evolución constante de la situación internacional, Estados Unidos y sus socios occidentales están tratando de frenar la trayectoria hacia un mundo multipolar subrayando reglas ambiguas, agregó Wang.

Según la visión colonialista de Washington sobre el mundo, Occidente, particularmente Estados Unidos, monopoliza las industrias de bajo costo, alta tecnología y alto valor agregado. En contraste, el resto del mundo en la periferia está relegado a ganarse la vida con empleos menos sofisticados y de bajo valor agregado como la manufactura de gama baja.

Técnicamente,»cada ‘orden’ por definición está ‘basado en reglas’ porque si no hay reglas, la consecuencia es la anarquía, no el orden», ha argumentado Bilahari Kausikan, ex secretario permanente del Ministerio de Relaciones Exteriores de Singapur y presidente del Instituto de Medio Oriente de la Universidad Nacional de Singapur.

Sin embargo, en el mundo multipolar, las reglas no se deben hacer a través la demostración de fuerza o carácter, y un orden centrado en Estados Unidos ciertamente no va a ser aceptado.

«El nuevo orden, que refleja una distribución más multipolar y multicivilizacional del poder, no será construido por Washington para Washington; no será simplemente un reflejo de los valores e intereses estadounidenses», comentó en The Hill, Andrew Latham, profesor de relaciones internacionales y teoría política del Colegio Macalester en Minnesota.

En cambio, es probable que el nuevo orden que surja en los próximos años refleje las visiones nacionales de los distintos nuevos polos, los cuales exigirán una opinión sobre cómo serán las nuevas reglas, normas e instituciones de la gobernanza global, sugirió Latham.

«Un orden internacional basado en la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional, que ha evolucionado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es una receta más sólida para la paz que el orden internacional basado en las normas amorfas y discriminatorias», zanjó Dugard. Fin