Los cancilleres de los países árabes decidieron hoy de forma unánime reincorporar a Siria a la Liga Árabe, después de excluirla en 2011 debido a la represión de un levantamiento popular, que degeneró en una larga y sangrienta guerra.

«Las delegaciones del Gobierno de la República Siria Árabe volverán a participar en las reuniones de la Liga Árabe«, dijeron los ministros al término de una reunión a puerta cerrada en la sede del organismo en El Cairo, Egipto, informó la agencia de noticias AFP.

El presidente sirio, Bashar al Assad, fue saliendo recientemente de su aislamiento en el mundo árabe, y algunos observadores creen que podría incluso asistir el 19 de mayo en Arabia Saudita a la cumbre anual de los jefes de Estado de la Liga Árabe.

Se trataría de un regreso espectacular, teniendo en cuenta que la oposición siria en el exilio llegó a ocupar el asiento de Damasco en una cumbre de la Liga Árabe en Qatar en 2013, cuando arreciaba la guerra en Siria entre el Gobierno y grupos insurgentes.

En noviembre de 2011, 18 de los 22 miembros de la Liga Árabe -menos Irak, Líbano, Argelia y Yemen– votaron suspender a Siria, lo que fue aplaudido por los países occidentales y Turquía, y desaprobado por Rusia, Irán, Irak y Líbano.

La organización panárabe impuso igualmente sanciones económicas a Siria y cortó las rutas aéreas con el país.

La guerra en aquel país comenzó con la represión violenta de protestas públicas sin precedentes contra Al Assad registradas a principios de marzo en la sureña ciudad de Dera’a y pocos días más tarde en Damasco, la capital.

El Gobierno dijo a poco de su inicio que desde países vecinos estaban ingresando al país milicianos islamistas radicales para organizar una insurgencia armada cuya aparición inicial comenzó a quedar clara hacia fines de 2011.

Para el momento en que la Liga Árabe suspendió a Siria, en noviembre de 2011, la represión de las protestas y el incipiente conflicto armado -que en su conjunto dejó más de 500.000 muertos– ya había causado 3.500 víctimas fatales.

Varios países árabes apoyaron a los rebeldes armados en la guerra, que sucesivamente se convirtió en terreno de juego para numerosas potencias extranjeras -incluidas Rusia e Irán, aliadas del Gobierno, y grupos yihadistas, como el Estado Islámico.

Con el tiempo y el apoyo fundamental de Rusia e Irán, el Gobierno de Al Assad logró recuperar la mayor parte del territorio perdido, aunque 4 millones de personas siguen viviendo en el noroeste del país bajo control de grupos rebeldes y de yihadistas.

El conflicto dejó desde 2011, además de alrededor de medio millón de muertos, millones de refugiados y desplazados.

La vuelta de Siria a la Liga Árabe, que se anunciaba desde hacía meses, se vio favorecida por la solidaridad internacional ante los efectos del devastador sismo del 6 de febrero, que dejó más de 50.000 muertos entre Turquía y Siria.

Pero, a nivel diplomático, el gran catalizador fue la reconciliación en marzo entre Arabia Saudita, la gran potencia regional sunnita, e Irán, la potencia chiita regional, gracias a una mediación de Beijing. Irán no es un país árabe.

Arabia Saudita, cuya monarquía sostiene una doctrina islamista radical, fue el país que lideró los llamados a suspender a Siria en 2011, y uno de los que apoyó a grupos islamistas que peleaban para derrocar a Al Assad.

Al Assad pertenece a una subdivisión de la rama chiita del islam, y sobre todo, preside un Gobierno secular nacionalista árabe, la corriente del mundo árabe opuesta al islamismo que representan Arabia Saudita o Qatar.

Pocos días después de la normalización de relacionas entre Irán y Arabia Saudita, el 12 de abril, el canciller sirio realizó una visita sorpresa a Arabia Saudita, la primera desde el inicio del conflicto.

Fuera de la Liga Árabe, Turquía, otro país que prestó un apoyo importante a la oposición anti Al Assad desde 2011, se acercó también a Damasco, con una reunión entre los ministros turco y sirio de Defensa a fines de 2022, en un encuentro tripartito en Moscú.

Damasco apuesta ahora por una plena normalización con los países árabes, en particular las ricas monarquías del Golfo, antaño fueron aliadas de la oposición a Al Assad.

Con ellas cuenta para poder financiar la costosa reconstrucción del país, devastado por más de diez años de contienda.