El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, viajó hoy por sorpresa a Barcelona, donde permaneció apenas dos horas para visitar la Jefatura de Policía, uno de los focos de los disturbios de la pasada semana en Cataluña, y dos hospitales en los que se encuentran agentes que resultaron heridos por activistas violentos, pero rechazó reunirse con el mandatario regional, Quim Torra.

Antes de partir de La Moncloa, sede del Ejecutivo en Madrid, Sánchez volvió a pedirle a Torra, por medio de una carta, que condene la violencia de los últimos días «de modo tajante e inequívoco», y que «cumpla sus obligaciones como gobernante», «amparando a las fuerzas de seguridad», y «evite la discordia civil».

La visita de Sánchez provocó la movilización inmediata de los militantes independentistas, que hicieron un llamado «urgente» en las redes sociales a una concentración bajo el lema «Spain: sit and talk» (España: siéntate y habla), que logró reunir a cientos de personas en las inmediaciones de la Delegación del gobierno central en Cataluña, lugar en el que el líder socialista tenía previsto reunirse con su representante en esa región, Teresa Cunillera.

Sánchez, no obstante, eludió acercarse a aquel lugar.

Aún así, no pudo evitar las concentraciones, gritos y abucheos ante las puertas de los hospitales Sagrado Corazón y Sant Pau, a los que Sánchez acudió para visitar a los policías internados que resultaron heridos en los disturbios, uno de ellos en estado muy grave.

Menos conflictiva fue su llegada por sorpresa a la Jefatura de Policía, su primera parada, donde le expresó su apoyo a los agentes y defendió una actuación «moderada» que garantice la convivencia en Cataluña.

«Es evidente que los radicales y los violentos han decidido que Barcelona sea el teatro de operaciones para trasladar fuera y al conjunto de la sociedad española su contestación», dijo Sánchez a los policías en el edificio de esa fuerza ubicado en la céntrica Vía Laietana, y los instó a actuar «con moderación», para «asegurar la convivencia».

«La crisis no ha acabado. Tenemos que persistir, ellos probablemente quieran persistir en cronificar esta crisis. Pero, nosotros somos mucho más resistentes», añadió Sánchez, recibido entre bocinazos y algunos abucheos.

Entre gritos de «¡Libertad presos políticos!» y «¡Fuera, fuera!», el presidente visitó los dos hospitales donde están internados los agentes heridos en los graves choques con manifestantes ocurridos entre el martes y viernes de la semana pasada.

El líder socialista se desplazó a Cataluña una semana después de que se hiciera pública la sentencia del Tribunal Supremo que dictó condenas de nueve a trece años de cárcel para los líderes del proceso de secesión de 2017, lo que desató una ola de protestas y focos de violencia protagonizados por un sector radical de la juventud independentista, que canaliza también otras broncas y frustraciones de la ciudadanía local.

Sánchez, quien aspira a la reelección en los comicios del próximo 10 de noviembre y necesita cosechar votos en Cataluña para tener mayores posibilidades de gobernar, mantiene un delicado equilibrio en la respuesta a la escalada de la crisis secesionista, coinciden los analistas.

El jefe del Ejecutivo apunta a controlar el desborde de las protestas catalanas sin tener que llegar al extremo de intervenir al Gobierno regional, como exigen los partidos de la derecha y la extrema derecha, apuntan.

A pesar de las insistentes llamadas al «diálogo» por parte de los líderes secesionistas, Sánchez evitó reunirse con Torra, quien al enterarse de su visita le envió una nueva carta en la que le dice que volverá a llamarlo para ofrecer «un diálogo sin condiciones» para reunirse en Barcelona.

En esa carta, el líder secesionista catalán le recuerda a Sánchez que lo llamó «dos veces» y no le respondió, lo que «no es un síntoma de voluntad de diálogo».

Por su parte, el consejero de Interior catalán, Miquel Buch, consideró «inaceptable política e institucionalmente» que Sánchez argumente que Torra no condenó a la violencia, «porque es falso».

«No hay peor sordo que el que no quiere oír», sostuvo.