Juan Carlos Scannone es un cura jesuita que hace sesenta años le ayudó a descubrir “Homero” al hoy Papa Francisco, con quien acaba de reunirse en el Vaticano.

Scannone rememora, en una nota que publica el diario español “El Mundo”, que el hombre considerado como el más influyente en el mundo y sin dudas el más popular, “estaba sentado en un pupitre del Seminario Menor de Buenos Aires aprendiendo griego antiguo y literatura universal”, en la clase del jesuita.

Hoy, a los 84 años, el profesor recuerda que apenas era cinco mayor que su joven pupilo, el mismo que luego sería su jefe, compañero y amigo en una relación que sigue viva y fluida.

Cuenta el cura jesuita que el otro día, cuando Francisco lo invitó a su residencia de Santa Marta en el Vaticano, el antiguo alumno, que “es muy chistoso”, le hizo una broma al hombre que le descubrió a Homero.

Scannone está pasando una temporada en Roma como escritor invitado de la revista jesuita La Civiltà Cattolica y le comentó su último artículo, que debe recibir el nihil obstat de la Secretaría de Estado del Vaticano antes de su publicación. El Papa le dijo: “Esperemos que te lo dejen publicar”.

Qué gran paradoja –dice “El Mundo”- que las ideas del viejo profesor estén sometidas ahora a la censura y visto bueno de su antiguo estudiante, aunque sea de forma delegada. Se rieron mucho, cuenta riéndose de nuevo en la conversación con el diario español en un saloncito de la residencia Portaceli de los jesuitas de Sevilla.

Fue el jueves pasado y dentro de unas horas dará aquí una conferencia sobre el pontificado de Francisco y sus raíces intelectuales, invitado por el departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad Loyola Andalucía, la de los jesuitas.

Su influencia en la formación del Papa, empeñado en reformar y actualizar la Iglesia católica como hizo Juan XXIII y luego Pablo VI en los años 60, fue “mínima”, pero le hace sentirse “orgulloso”, dice Scannone antes de bromear: “Él fue mi alumno, ¡pero yo no tengo la culpa de nada!”.

Y recuerda que “en el Seminario Menor había una sección Latinista donde se formaban durante dos años en latín y otras materias clásicas los futuros sacerdotes que en sus estudios civiles no habían dado esta lengua, fundamental cuando antes del Concilio Vaticano II aún se oficiaban las misas en la lengua imperial de los tiempos de Cristo.

Era el caso de Bergoglio, que había estudiado un bachillerato de técnico químico antes de decantarse por la carrera religiosa. Scannone le dio clases en el segundo año de los latinistas. Griego antiguo, como materia principal, y lecciones sueltas de literatura universal en español.