LUNES, 07 DE OCT

Con las golondrinas como símbolo, el pueblo armenio conmemora el aniversario del genocidio

El próximo martes se conmemora un nuevo aniversario del genocidio armenio perpetrado por el Estado turco. A 103 años, la colectividad sigue reclamando memoria y justicia.

La Colectividad Armenia de Rosario invita a toda la comunidad a participar de la conmemoración de aquel trágico 24 de abril de 1915, en el que se comenzó a gestar el exterminio de un millón y medio de armenios.

La cita es en el Memorial No Me Olvides (Dorrego y el Río), el martes 24 a las 13. En esta ocasión, se presentará la actriz y directora teatral porteña Silvia Kalfaian, interpretando un fragmento de la obra “Un mismo árbol verde”, de Claudia Piñeiro. Esta obra realiza un cruce entre el genocidio armenio y la última dictadura militar argentina.

Asimismo, también el martes 24 a las 19 horas, se realizará un Conversatorio con motivo del 10º aniversario de la Cátedra Armenia de la UNR, en el Museo de la Memoria.

«La fortaleza de las golondrinas»

La Colectividad Armenia de Rosario ha decidido adoptar como lema de este año «La fortaleza de las golondrinas». Este es el nombre del monumento construido en la capital de Armenia, Erevan, para recordar a las víctimas del genocidio.

Tiene una estela de 44 metros que apunta al cielo y simboliza el renacer de los armenios y doce losas de roca en círculo, que representan las provincias perdidas y apropiadas por Turquía.

Las golondrinas migran para sobrevivir, para buscar refugio y criar y proteger a su descendencia. Viajan en bandadas, con sus alas fuertes y largas, con sus tonos azules metálicos y rojizos, con sus colas ahorquilladas. Arman sus nidos en pareja, con barro que recogen con sus picos y lo recubren con pasto, plumas y materiales suaves. Siempre vuelven a su nido, lo defienden, lo reparan y vuelven a habitarlo durante años.

Suenan diferentes a otras aves, se comunican con vocalizaciones y posturas propias, que traen de otras tierras. Como los armenios, que llegaron a principios del siglo XX a distintas ciudades del mundo, con sus largos apellidos de sonoridades raras, con sus exquisitos sabores en la cocina, con las mujeres de cabellos largos y enrulados, de miradas profundas.

Llegaron huyendo de terroríficos depredadores que planeaban extinguirlos pero que no lo lograron. Existen. Perduran. Y llevan todos el instinto y el deseo de volver a su nido alguna vez.

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