Por Elisa Soldano

 

El 1 de mayo de 1890, cientos de obreros rosarinos se congregaron en la Plaza López (ubicada en Pellegrini y Laprida) y marcharon hasta la esquina de Corrientes y Urquiza, para conmemorar por primera vez en la ciudad el Día del Trabajador. Además de mejoras salariales y de una jornada laboral de ocho horas, la convocatoria –impulsada principalmente por anarquistas y socialistas– ponía en cuestión la explotación capitalista hacia la clase obrera.

Algunos historiadores, como Ricardo Falcón, aseguran que esta concentración fue “el acta fundacional del movimiento obrero rosarino”, ya que la misma juntó –por primera y esporádica vez– a socialistas y anarquistas. Además, en esta manifestación la policía se caracterizó por tener un rol de acompañamiento, y no de represión, como ocurría años más tarde.

Para conocer más detalles sobre cómo fue la primera marcha del Día del Trabajador que tuvo lugar en Rosario, Conclusión dialogó con el historiador por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y becario doctoral del CONICET, Carlos Álvarez, quien contextualizó a la movilización bajo dos aspectos: por un lado, la conformación de la clase trabajadora en Argentina y, por otro, el establecimiento del Día Internacional del Trabajador, decidido en la Segunda Internacional Socialista en París, durante 1889.

“La clase trabajadora se empieza a conformar entre 1870 y 1880, producto de los obreros que ya se encontraban en la región, pero sobre todo con los inmigrantes provenientes de Europa. En 1887 o unos años antes, la situación de crisis se empieza a agravar mucho en Argentina, sobre todo producto de la gestión de Miguel Juárez Celman, y hacia 1890 ya tiene una clase trabajadora que está reclamando progresivamente, agrupándose, formando los primeros gremios, las primeras huelgas, situación que acerca a los obreros y hace que tengan una toma de conciencia sobre su situación de precariedad”, detalló el historiador.

Y agregó: “Además, en 1889 se forma la Segunda Internacional Socialista en Europa, en la cual se determina conmemorar al 1 de mayo como el Día de Lucha de los Trabajadores a raíz de lo que había pasado tres años antes, en 1886, en la fábrica McCormik de Chicago, en Estados Unidos, en la cual comenzó una huelga de obreros que en los primeros días de mayo fue fuertemente reprimida. En Haymarket, una de las plazas cercanas a la fábrica, explotó una bomba que causó algunos heridos. La policía usó este hecho como chivo expiatorio para justificar una represión desbocada sobre la clase trabajadora, en la cual murieron muchos obreros y hubo heridos, pero nunca se probó la culpabilidad de los trabajadores sobre esa bomba. Por el episodio se condenó a muerte a cuatro empleados y otros dos tuvieron cadenas perpetuas. Fue una confrontación directa de las clases gobernantes sobre las clases trabajadoras”.

Tres años después de la masacre obrera de Chicago, se establece al 1 de mayo como el Día Internacional del Trabajador y muchas ciudades de Argentina, entre ellas Rosario, se hacen eco de esta fecha.

“En Rosario la marcha se convocó para el 1 de mayo cerca del mediodía en lo que es la actual Plaza López, en Pellegrini y Laprida. La concentración tuvo la particularidad de algo que no va a ser muy habitual de ahí en adelante: estuvo convocada por obreros autónomos, pero fundamentalmente por socialistas y anarquistas. Después, las desavenencias entre las dos corrientes ideológicas hicieron que rara vez vuelvan a hacer actividades de este tipo juntas, cada una hacía su celebración del 1 de mayo”, reveló Álvarez.

Para organizar la movilización, los trabajadores se reunieron en varias oportunidades, entre los meses de marzo y abril, en el Café “La Bastilla”, ubicado en calle Rioja, entre Sarmiento y Mitre, cuyos antiguos nombres eran Progreso y Libertad.

En relación al recorrido de la manifestación, Álvarez indicó que la concentración fue en Plaza López. Desde allí, las columnas marcharon por calle Laprida –que en ese entonces se llama Comercio–, doblaron por Córdoba –que aún no era peatonal pero sí el camino principal de la ciudad– hasta llegar a Entre Ríos, pasando en cercanías de la Plaza Santa Rosa (actual Plaza Sarmiento), que supo ser el principal punto de encuentro de los obreros hasta la construcción del Monumento Nacional a la Bandera, en 1957. Luego, los manifestantes se dirigieron hasta calle Corrientes y, en la esquina de Urquiza, tuvo lugar el acto central, que contó con varios obreros como oradores, que desplegaron sus discursos en diferentes idiomas, como italiano, francés o español.

Foto: Ilustrativa.

En la marcha, los trabajadores no solamente pidieron mejoras salariales o jornadas laborales de ocho horas, sino que también empezaron a delinear una agenda de largo plazo, marcada por críticas al accionar represivo del Estado y a la economía capitalista.

“Los trabajadores establecieron una agenda para poder conformar una organización perdurable posterior al primero de mayo. Hubo algunos ensayos, pero la situación se complicó porque en julio de 1890 estalló la Revolución del Parque que, si bien tuvo epicentro en Capital Federal, fue el punto cúlmine de esa crisis que se agudizó tres años antes, y terminó con enfrentamientos callejeros armados, con muchos heridos y detenidos, entre ellos grandes figuras de la política posterior como Leandro Alem, Hipólito Irigoyen o Lisandro de la Torre. Aquel hito de lucha supuso la renuncia del presidente Juárez Celman. Esa situación de crisis echó por borda la posibilidad de sostener los compromisos asumidos pasado el 1 de mayo, los cuales pudieron empezar a concretarse unos años después cuando los efectos de la crisis comenzaron a menguar, ahondó el historiador, dando cuenta de la profundidad que tenían los objetivos de aquella primera movilización.

Al ser consultado sobre la extensión de las jornadas laborales en Rosario hacia 1890, explicó: “En el trabajo urbano, como empleados de comercio, sectores terciarios o de servicios, la carga horaria no bajaba de las 12 horas diarias. El trabajo agrario, de campo, podía ser de sol a sol, de 14 o 15 horas. Por eso la jornada de ocho horas era una bandera que levantaban tanto anarquistas como socialistas o cualquier otra corriente. Se tardó muchas décadas hasta que la mayoría de la clase trabajadora accedió a las ocho horas, primero los ferroviarios, luego los empleados de comercio y los panaderos, aquellos gremios que tenían una posición estratégica en el mercado productivo, y algunos que otros sindicatos que a fuerza de una buena organización y una buena lucha reivindicativa podían conseguir eso por parte de las patronales. Pero la jornada media de 1890 era entre las 10 y 12 horas como poco”.

La movilización no solo fue particular por nuclear a anarquistas y socialistas, sino también por el rol que adoptó la policía. “Para aquel entonces –explicó Álvarez– no había una experiencia previa de concentración obrera tan numerosa. Según la prensa local, dicen que eran aproximadamente entre 800 y 1.000 obreros. La Prensa y La Nación, desde Buenos Aires, dan un número de entre 1.200 y 1.800, con lo cual es una concentración no vista previamente. El cerco político de la ciudad pidió que la policía y los bomberos, que tenían una función policial, estuvieran garantizando la seguridad de la marcha. Esto va a cambiar con el tiempo, entrado el siglo XX la presencia de la clase trabajadora va a generar una fuerte preocupación en las elites que van a empezar a tomar una solución del tipo policial. A partir de ahí los 1 de mayo van a estar marcados por la represión o el pedido de autorización previo para poder realizarlo. Esta fue una manifestación que no tuvo represión, más bien tuvo cierto acompañamiento de la policía”.

Virginia Bolten: ¿presente en la primera marcha del 1M?

Muchos artículos de historia indican que la referente anarquista y creadora del diario “La voz de la mujer”, Virginia Bolten, iba a ser oradora en la primera marcha por el Día del Trabajador que se realizaría en Rosario. Sin embargo, advierten que este hecho no logró llevarse a cabo ya que la militante fue detenida en los días previos a la manifestación.

No obstante, Álvarez echó por tierra esta teoría: “Se ha establecido un mito, producto de un error historiográfico, de pensar que Virginia Bolten estuvo allí. Y eso es un error que se traslada hasta el día de hoy, inclusive la placa que está en la plaza López es errónea. Virginia Bolten no nació en 1870, nació en 1876 como han podido demostrar Laura Fernández Cordero, Agustina Prieto y Pascual Muñoz, que hicieron una biografía y realmente investigaron a Virginia Bolten y dieron con su acta de nacimiento en el Registro Civil de Baradero. Ella nació en 1876 y se traslada un poco después del 1 de mayo de 1890 a la ciudad de Rosario”.

Placa de Virginia Bolten, ubicada en la Plaza López de Rosario.

“Hacia 1895/96 ya es concreta la presencia de Virginia Bolten en la ciudad, pero tampoco era por entonces anarquista, devino posteriormente. Sus primeros hijos tienen nombres cristianos. Hacia 1895 no da pautas de pertenecer a ninguna tendencia ideológica, con lo cual no tenemos certeza de que haya estado, y si lo hizo hubiese sido una nena de 13 o 14 años de edad, no la gran oradora que se ha presentado. Ninguna fuente policial ni la prensa de la época la menciona con nombre y apellido en la primera marcha por el Día del Trabajador que se hizo en Rosario”, agregó el historiador.

Las luchas de ayer, los reclamos de hoy

Consultado sobre un paralelismo entre los reclamos obreros de 1890 y los actuales, Álvarez consideró: “Muchos de los pedidos siguen en pie en la medida de que la jornada de ocho horas todavía no es real para muchos sectores de los trabajadores argentinos. Sigue vigente la lógica de producción capitalista, con su mecanismo de explotación de la clase trabajadora, o la situación de opresión, el no reconocimiento de los obreros como quienes mueven el mundo en términos de producción”.

“También podemos llevarlo a las discusiones de género, que si bien en aquel momento no existía el concepto, sí había una cuestión en torno a la desigualdad del trabajo de las mujeres con respecto al de los varones. Había huelgas de modistas, de lavadoras y de planchadoras, que en torno a 1890 denunciaban el cobrar un menor salario por igual trabajo”, añadió.

“Buena parte de los reclamos de 1890 siguen siendo banderas hoy día. Si bien el trabajo en ese entoces era completamente desregulado, desprotegido y el obrero tenía que arreglárselas con el propio patrón, actualmente, y después de lo que fue la década de 1990, con la reestructuración capitalista y el neoliberalismo, estamos volviendo a tener trabajos cada vez más precarios que parecen vincularse más a los de 1890 que a los de buena parte del siglo XX. Esta idea de que uno entra a la fábrica y se jubila 30 años después con un trabajo estable es algo que desapareció con la irrupción del neoliberalismo, y hoy estamos en tasas de desocupación y de trabajo precario no tan alejadas a los que hace 130 años atrás denunciaban los obreros”, cerró el historiador.

El rol de los sindicatos

Por último, Álvarez hizo un balance del rol que tuvieron los gremios y sindicatos para facilitar las conquistas de derechos de los trabajadores. Luego de asegurar que tuvieron un “papel clave”, apuntó que “las patronales nunca han dado nada por buena voluntad y el capitalismo no es una ONG, no hace caridad”.

“Las conquistas obreras se han ganado a fuerza de sudor y sangre, en muchos casos de manera literal. Rosario ha sido un epicentro en ese sentido, con lo que fue la huelga de Refinería, en octubre de 1901, en la cual la represión policial mató al primer obrero (Cosme Budislavich) del cual tengamos registro. Todas las luchas fueron muy encarnizadas y la conquista de la jornada de ocho horas, del control de la planta de obreros que estuviesen sindicalizados, es decir, que ningún empleador pudiera contratar a un obrero que no esté en el sindicato del rubro en cuestión, el pago de aguinaldo y vacaciones o algún sistema parecido a lo que hoy llamamos ART, serían impensables si no fuese por la acción organizada de la clase trabajadora en gremios y en sindicatos”, apuntó.

“La historia gremial y sindical de Argentina ha sido una de las más importantes en América Latina. Ha tenido la clase trabajadora más numerosa y organizada en mucho tiempo, y buena parte de las conquistas que se institucionalizan con el peronismo consistían en reclamos que pertenecían a la agenda obrera desde muchos años antes. Las conquistas siempre vinieron desde abajo, desde la presión obrera”, concluyó Álvarez.