Por Jennifer Hartkopf

El siglo XXI parece no haber llegado a determinadas zonas de la ciudad de Rosario. A pesar de la globalización, las nuevas tecnologías, la comunicación a distancia y los avances de la ciencia, todavía existen en la ciudad zonas hundidas en las sombras, barrios ajenos a la urbanización, barrios invisibles para las autoridades de la provincia santafesina.

Empalme Graneros, ubicado en la zona noroeste de Rosario, a tan sólo tres minutos de Avenida Alberdi, donde viven casi 40 mil personas, es uno de esos lugares donde el abandono caracteriza el paisaje. No es exagerado decir que a pesar de estar en el 2016, la desidia se ha apoderado de aquellas calles y más tristemente de aquella gente. La mayoría de los vecinos de Empalme Graneros carece de los servicios básicos: no hay agua potable ni servicio eléctrico, las zanjas están tapadas de basura, por lo que los desagües no sirven; las calles son de tierra y un olor nauseabundo contamina el aire. Conclusión caminó la zona y habló con los vecinos.

Sentirse invisibles

“Piensan -las autoridades políticas- que no existimos”, dijo entre bronca y tristeza Cecilia, una de las vecinas del barrio, cuya casa se encuentra ubicada frente a un gran basural. “Cuando son las elecciones todos vienen a visitar el barrio, hacen promesas y piden que los votemos, pero después todos se olvidan, ninguno cumple, ningún partido, y te lo digo porque acá vinieron todos, desde La Cámpora hasta el PRO”, disparó indignada.

La puerta de la vivienda de Cecilia se encuentra a tan solo pasos de una montaña de basura, que según cuenta “desde noviembre dijeron que iban a sacarla”. Sin embargo, todavía existe y día a día se sigue incrementando ya que tanto vecinos del lugar, como quienes hacen los trabajos de limpieza en las zanjas del barrio, depositan ahí todo tipo de residuos.

“El camión para recoger la basura que sacan de las zanjas pasa una o dos veces por semana, lo que no levanta, vienen y lo tiran acá”, confesó Cecilia y luego lamentó tener que haber hecho tanto sacrificio para construir su hogar y que ahora esté rodeado de mugre: “Me endeudé para construir con mi marido esta casa, criar a mis hijos, darles una educación, que estén sanos y vivan bien y ahora tengo que enfrentarme a pilas y pilas de basura y respirar este olor que es insoportable”.

En Empalme Graneros la situación de Cecilia lamentablemente no es la excepción, sino la regla. Las calles de tierra están absolutamente contaminadas, la basura se encuentra por doquier, las zanjas están todas tapadas y el agua está completamente podrida. Algunas calles directamente son intransitables. Pero allí, miles de personas aún resisten.

El sol siempre está

Más allá de las pésimas condiciones de infraestructura, de salud, alimentación y servicios básicos y esenciales como el agua que sufren los vecinos del barrio, hay quienes ofrecen lo mínimo que tienen. Son los que no se niegan a confiar y a soñar una vez más, los que no pierden la esperanza y los que creen que a pesar de las adversidades, vale la pena seguir luchando y hacer el esfuerzo, vale la pena hacer el bien.

Así, por ejemplo, en medio de ese paisaje hostil y olvidado, se encuentra el comedor comunitario “9 de Julio”, que brinda un total de 800 raciones alimenticias con tan sólo 3.000 pesos que recibe a modo de ayuda desde la Municipalidad y $8,50 que aporta cada uno de los chicos beneficiados.

“Empezamos con el proyecto en el año 2000, por una cuestión de necesidad”, explicó Marcela  a Conclusión, una de las encargadas del comedor. “Nosotros nos encargamos de preparar 600 raciones y recibimos otras 200 del barrio Travesía, así que brindamos ayuda a 800 familias”, dijo orgullosa.

Otro ejemplo lo constituye el Parque Huerta Municipal, que brinda capacitación a 33 familias para que cultiven la tierra y después obtengan su propia comida y sea también una fuente de trabajo y de ingresos.

“Son 3 hectáreas de huerta, donde cada familia que quiere aprender es recibida y capacitada. Luego obtiene una parcela de tierra donde trabajar y obtener sus propios beneficios”, detalló Tomasa, la referente del lugar.

Explicó que puede participar gente de 16 a 30 años y que el objetivo primario es la “inclusión social y trabajar sobre la alimentación”. Además dijo que se trata de “una cadena de acciones para mantener y ayudar al cuidado del medio ambiente, donde cada uno puede expresarse como le salga”.

“Lo importante es que nadie se vaya con un no y que vean que sí se puede”, señaló Tomasa con una sonrisa en el rostro. Y agregó: “Mientras haces la huerta podes hablar con la gente, tratar los temas que más los mortifican y de a poco, ir abriendo camino. Es fundamental la contención”.

Por un futuro mejor

Frente a la urbanización de Rosario, Empalme Graneros es víctima de numerosas injusticias. El aire y el paisaje trasladan al visitante a un mundo aparte.  Caminar las primeras calles de tierra, ver a los chiquillos descalzos correr entre la basura, saber que el agua no es potabilizada y que la luz por las noches no existe, hace casi imposible de creer que se trate de un barrio de la ciudad, de este siglo XXI.

Allí miles de vidas humanas juegan a sobrevivir un día más y luchan una y otra vez por ser verdaderamente escuchados, por tener una voz que los comprenda y no les mienta. Luchan y sueñan por un futuro mejor.