Foto: Amigos del Riel

Quienes alguna vez hayan tomado un viaje por el Tranvía Histórico Nº 277 o se hayan acercado a la Asociación Amigos del Riel, más que seguro habrán compartido un saludo y algunas palabras. Ayer, a sus 69 años, falleció Ángel Ferrer, uno de los fundadores de la asociación ferroviaria local y quien fuera el inspector a bordo encargado de picar los boletos del turístico tranvía eléctrico, idea que él mismo impulsó durante más de 30 años.

Gran parte de su vida Ferrer la pasó ligado a los trenes y todo el mundo ferroviario, tomando fotografías durante muchos años de distintas formaciones y siendo uno de los creadores de Amigos del Riel junto con sus amigos Lucas Pisano y Miguel Petruzzi.

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Incluso, en 2001 llegó a publicar junto a la asociación el libro «Ferrocarriles en Rosario«, firmado por Ferrer y Carlos Alberto Fernández Priotti, que cuenta la historia de los trenes en la ciudad desde su implantación hasta finales del Siglo XX.

Con un sentido mensaje en el que hicieron un repaso por su vida, recordando momentos como cuando fue detenido por tomar fotografías de trenes en épocas de dictadura, sus ex compañeros de la Asociación Rosarina Amigos del Riel lo despidieron en las redes sociales, con la promesa de reencontrarse “en la próxima estación”.

Ángel Ferrer: 11 de diciembre de 1950 – 15 de octubre de 2020.

A SU MEMORIA

Se hace muy difícil escribir sobre un amigo, cuando éste ha partido. Hace algunas horas, se fue Ángel Ferrer, alguien de quien pensábamos que “siempre iba a estar”.

Sin dudas, el Alma Mater de la Asociación Rosarina Amigos del Riel, Ángel fue el arquetipo del “caballero”. Depositario de los valores de honradez y decencia aportados por sus padres, creció con la sólida educación del Colegio Inglés, y luego en sus primeros años de juventud, aprehendiendo la contracción al trabajo en la oficina local de la extinta compañía de aviación Pan American.

Si bien su “flema inglesa” hacía que se mantuviese una distancia inicial con él, Ángel fue una persona aglutinante, siempre dispuesta a sumar. Todos aquellos que se acercaban a la A.R.A.R. encontraban un anfitrión respetuoso -acaso demasiado formal- pero siempre generoso en compartir conocimientos y en reconocer las enseñanzas de los mayores. Nadie se retiraba de la sede de la institución sin haber tenido su cordial saludo y posterior asesoramiento y colaboración.

Su intensa formación y conocimiento en ferrocarriles y su don de gentes, hicieron que se granjeara el respeto y la admiración de estudiosos, profesionales y aficionados de muchas partes del mundo.

“El Flaco”, como le decían sus amigos más íntimos, empezó desde muy joven a acercarse al Riel en momentos en que la buena fortuna ya no acompañaba al modo ferroviario en la República Argentina. Aun así, munido de su cámara fotográfica, inmortalizó los últimos cincuenta y cinco años de los Ferrocarriles Argentinos en compañía de sus inseparables amigos Lucas Pisano y Miguel Petruzzi, con quienes además emprendió la quijotesca tarea de fundar la Asociación Rosarina Amigos del Riel. Por cierto que en aquellos años se relacionó con tantos entusiastas como pudo, entre ellos, sus amigos Jorge San Martín y Jorge Cerigliano.

En tantas aventuras sobre las vías, conoció la detención policial por capturar imágenes ferroviarias en tiempos en donde las libertades individuales estaban suspendidas de verdad…

Acaso su delgada figura que anteriormente relacionamos con el Caballero de La Mancha, también fue un rasgo no sólo físico emparentado con este personaje. Ángel luchó tenazmente contra “otros” molinos de viento, corporizados en reparticiones municipales, provinciales, nacionales, y con tantos burócratas que atacaron –muchas veces con éxito- y que no desfallecían en sus propósitos de eliminar el Ferrocarril y en otras ocasiones, entorpeciendo todo lo más que podían, los proyectos de los Amigos del Riel. Ángel no se daba por vencido, pese a haber conocido a lo largo de su vida las tres fases más virulentas del exterminio ferroviario nacional.

Mientras tanto, aquella Asociación que fundó junto a sus amigos y a los honorables e infatigables Ramón Farreró Gou y Ángel Vicente Romano, iba creciendo como una pequeña planta que de a poco daba frutos convirtiéndose en un referente inobjetable de opinión y sabiduría ferroviaria.

Ángel Ferrer se juró a sí mismo que no habría de volver a (SU) estación Rosario Central hasta que la misma no volviese a ser habilitada para el uso ferroviario. Lamentablemente no alcanzó a poder auto-levantarse esa inhibición, pero su prédica jamás claudicó: su presencia se recuerda descubriendo la placa recordatoria del 30º aniversario de la clausura de la Estación, así como también evocando en un acto similar, el 150º aniversario del inicio de la construcción del Ferrocarril Central Argentino.

Y muy cerca de allí, otro sueño largamente sostenido por Ángel que sí pudo concretarse: el de la puesta en marcha del Tranvía Histórico Nro. 277, tras treinta años de perseverancia. El “Inspector Ferrer”, picó los boletos de miles de pasajeros durante las jornadas en que el Tranvía circuló entre 2014 y 2018; accediendo gentilmente también a posar en fotografías ya sea solo o acompañado por las felices personas que así se lo solicitaban.

Conforme a la debacle ferroviaria perpetrada a partir de 1990, las tardes sabatinas en “la vía” (especialmente en el sector de la estación Ludueña) fueron dando lugar a las cada vez más frecuentes reuniones en el local de la A.R.A.R., las que dejaron de ser mensuales para transformarse en semanales. Allí Ángel fue fundamental para mantener la armonía y el rumbo en momentos en que algunas situaciones poco felices requirieron de sentido común, firmeza y concordia; virtudes que sólo Ángel pudo demostrar en procura de preservar la vida institucional, afortunadamente con honrosos resultados.

Ángel Ferrer: su viaje por el Ferrocarril de la vida no ha sido en vano. Los que lo respetamos como ser humano, lo admiramos por su sabiduría y lo quisimos como amigo, jamás habremos de olvidarlo. Los Amigos del Riel lo tendremos siempre como Norte; como ese faro de claridad, honestidad y sensatez que iluminará por siempre nuestra querida entidad, ahora con más fuerza que nunca.

Como dice siempre uno de nuestros asociados ante circunstancias tan dolorosas como la que hoy nos toca vivir, quizás nos encontraremos “en la próxima Estación”.