«El asesinato de Sandra Cabrera fue un aleccionamiento para todas las compañeras, para organizarse, denunciar la violencia institucional y la impunidad con la que se manejan las fuerzas policiales con nuestro gremio, para no terminar como ella», así lo expresó la Secretaria General de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) que hoy, luego de haber dejado de funcionar en 2002, vuelve a tomar envión.

En Rosario, el sindicato se disolvió en 2002 y este viernes volvió a tomar fuerza al inaugurar su sede, donde se abordarán los derechos laborales del sector y se agregarán nuevas problemáticas. La oficina funcionará en el primer piso de Tucumán 1349 los días miércoles y viernes de 16 a 19.

La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) nació como respuesta al constante asedio y violencia de la Policía. Desde 1995, año en el que se sumaron a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), lograron abandonar la auto-marginación y reconocerse a ellas mismas como trabajadoras con un nuevo objetivo: analizar las problemáticas de las meretrices y defender sus derechos como trabajadoras.

 

«Hoy sucede que luego de muchas ordenanzas municipales que se llevaron a cabo, hay una clandestinización del trabajo. Antes ejercían el trabajo en cabarets, bares o whiskerías; eso se prohibió como una política para prohibir la trata de personas, pero a nosotros como sindicato nos impide saber donde están esas compañeras, si están acá o en otra provincia. Muchas se volcaron al trabajo sexual callejero y ahí están a la deriva», manifestó Georgina Orellano.

El proyecto, según cuentan sus representantes, se fundamenta en la auto-organización de un sector de mujeres que por años fueron «excluidas, discriminadas, marginadas y sometidas históricamente a todo tipo de maltratos».

En ese sentido, Orellano resaltó la nueva «ola feminista» de las más jóvenes que, «logró una transformación social sobre cómo pensar pensar el trabajo sexual en una sociedad que está atravesada por el machismo», aunque aclaró que, no pueden esperar a que «los feminismos se pongan de acuerdo».

«Nosotros lo tenemos claro, no queremos que se prohíba nuestro trabajo, queremos que sea registrado y despenalizado para poder salir de la clandestinidad y ejercer nuestro trabajo con mejores condiciones laborales «, concluyó.