Por Candelaria de la Cruz

El deterioro en las tumbas, las flores de plástico y un cementerio casi desierto deja en evidencia que cada vez menos gente visita a sus muertos.

Así lo reflejan los cementerios El Salvador y La Piedad, que durante la semana sus largos pasillos sólo son caminados por personal de mantenimiento.

Hace unos 30 años atrás, el ir al cementerio era un “plan familiar” y una costumbre, pero la mentalidad cambió y la gente ya no le hace culto a la muerte. Sumado a ello, tomó poder la cremación que por cuestiones económicas y muchas veces por comodidad es la práctica elegida en primer lugar.

Desde la Dirección de los Cementerios Municipales de la ciudad, su Subdirector, Marcelo Alonso, confirmó el dato y explicó a Conclusión que la merma comenzó hace unos 15 años atrás y que en los últimos siete la cantidad de visitas se redujo a la mitad.

Según cuenta Alonso, una de las razones que impulsan a este comportamiento tiene que ver con la decisión de cremar a los difuntos que, en los últimos 10 años, se incrementaron en un 300 por ciento. “Es un cambio cultural grande, la gente ve la muerte de otra manera y el hecho que la iglesia Católica haya aceptado la cremación marcó la diferencia”.

En total, en lo que va del 2017 hubo unos 76.380 sepulcros –de todos los tipos- entre los dos cementerios municipales de la ciudad.

Con respecto a ello, Alonso lo consideró un número “suficiente” para la demanda que hay en Rosario. “El lugar alcanza”, remarcó.

Familiares morosos…

 Al menos un 50 por ciento de las personas que tienen a sus muertos en nichos, tierra y panteones de los cementerios El Salvador y La Piedad, no paga la tasa de mantenimiento.

Para el Subdirector del área, la situación “no responde a una cuestión económica sino a un cambio cultural de una sociedad que ya no establece rituales con sus muertos”.

El sistema de administración es una concesión de uso. El nicho sólo se otorga cuando hay un fallecido, se firman arrendamientos por dos años que luego de 20 pueden pasar a perpetuidad. Las tasas de mantenimiento son anuales y se pagan semestralmente y los montos varían de acuerdo a la parcela. Además, el pago contempla la concesión del uso del suelo, en el caso de La Piedad.

En el caso de los panteones familiares, se paga un monto por el terreno disponible y se da 120 días para construir un panteón. El titular debe presentar previamente los planos, que serán evaluados por un equipo técnico que luego también controlará la construcción que no podrá superar los cuatro metros. La tasa se cobra por metro cuadrado de superficie y construcción, establecida a partir de la ordenanza general impositiva.

Según informó Alonso, cuando la gente no paga la taza o el arrendamiento, la Ordenanza Municipal establece “un sistema en el cual hay que notificar al titular del sepulcro, si en 30 días no hay respuesta, se publica un edicto en el diario, y de no haber novedades se concreta el retiro de los restos”.

“A la muerte hay que respetarla, entonces no se deben tomar medidas tan arbitrarias. Tratamos de hacer todo lo posible antes de tomar una decisión ofreciendo planes de pago y con avisos previos”, señaló el funcionario y agregó: “Hay gente que inhumó y no volvió más, no se trata de un tema económico, sino cultural”.

 El reflejo en las flores

Todo cementerio tiene sus puestos de flores en el ingreso. Hace unos años atrás había que esperar para comprar flores por la gran demanda que había. Hoy, son cada vez menos.

Los floristas del cementerio El Salvador dialogaron con Conclusión y contaron que durante la semana “no se ve gente”. “La gente no viene, ni siquiera en las fechas especiales, no se hace una gran diferencia como ocurría antes”, indicaron.

Muchos de ellos hace más de once años que están trabajando en el lugar y coinciden en que “la situación como es ahora nunca se había visto”.

“La gente no viene y no hay plata. Hay días que no se vende nada”, manifestaron, y recordaron que “hasta en las fechas especiales se ve la merma”.

“Antes estábamos de 8 a 19, ahora a las 18 o antes ya tenemos que cerrar porque no hay nadie y termina resultando peligroso porque somos cada vez menos”, concluyó la encargada de uno de los puestos.