Por Jennifer Hartkopf

Marcelo Antonelli, de 43 años, habla del club “Reflejos” y habla de un sueño. Un sueño que se volvió su vida y su historia desde que tiene 14 años. Todo un amor representado en aquel predio que abrió sus puertas, por primera vez, allá por el año 1925.

Tanto su historia como la de su barrio están signadas por aquella esquina de Empalme Graneros donde se ubica el legendario club “Reflejos”. Desde sus inicios hasta unos años antes al 2005 fueron para el club “tiempos dorados”. Fue protagonista de numerosas vivencias; lugar de encuentro y juego, y centro de reunión y respeto para muchas de las 35 mil personas que viven en aquel barrio.

Marcelo, actual presidente del club, no hace más que emocionarse y llenarse de orgullo al rememorar aquellos viejos y buenos tiempos. Sin embargo, como la mayoría de las historias, ésta también tiene su parte triste, oscura, y es ahí cuando Marcelo reflexiona, suspira y vuelve atrás en el relato; cuenta su experiencia y culmina finalmente, en el presente del club para dar cuenta de sus pasos y su recorrido a lo largo de los años.

“Durante sus mejores tiempos venía muchísima gente al club, especialmente durante los corsos de Carnaval. Numerosos famosos caminaron estas instalaciones, desde Palito Ortega a Néstor Fabián; todas las figuras pasaban por acá”, recuerda Marcelo con una sonrisa en la cara. “Llegamos a tener más gente que Provincial o Gimnasia y Esgrima”, agrega orgulloso.

Pero seguidamente su mirada se pierde y reconoce que el club sufrió, al igual que muchas otras instituciones, la decadencia de los ’90. “No hubo política de Estado en esos tiempos y muchos clubes cayeron en el olvido, especialmente los de barrio”, cuenta.

“Gran cantidad de socios dejaron de pagar la cuota, la parte edilicia dejó de mantenerse y quedó devastada: sectores sin luz, sin agua, sin puertas, ni sanitarios, mesas o sillas; no había quedado nada, era la desaparición del club”, describió con la voz entrecortada.

Pero como dicen algunos, “siempre que llovió, paró”. Y así fue como la tormenta dio paso al sol en el año 2005. “Gracias a Miguel Lifschitz, que en ese entonces era intendente de la ciudad, el club pudo empezar a recuperarse. Él había venido al barrio, junto a otras autoridades, para hacer una recorrida. Vecinos preocupados por la situación que vivía el club decidimos aprovechar el momento y le pedimos que diera un vistazo. Así fue como aquel 11 de agosto de 2005, finalmente nos cambió la suerte”, recordó Marcelo.

“A partir de ese momento empezamos a recibir ayuda del gobierno, como también recibimos hace poco del ex gobernador Antonio Bonfatti, y de a poco, junto al trabajo y la colaboración diaria de los vecinos fuimos saliendo adelante”, explicó. “Fue un trabajo muy duro. El club estaba sucio, destruido, no había nada, se consumía”, añadió tras una breve pausa, como queriendo encontrar las palabras precisas para representar y detallar lo que vieron sus ojos aquel entonces.

Mientras Marcelo va reconstruyendo la historia, sus sentimientos se mezclan con el relato: “Yo lo tomé desde un principio como un desafío personal. Es un entusiasmo permanente, es ver todos los días que se puede, que siempre se puede un poco más, es darse cuenta que uno no puede ceder ni medio paso y debe mirar siempre para adelante”. A los segundos, termina de completar la idea: “Si todos hiciéramos eso el mundo sería completamente diferente”.

Actualmente Empalme Graneros es otro de los tantos barrios de Rosario que atraviesa hechos delictivos, de corrupción, inseguridad y donde como dice Marcelo “la droga es moneda corriente”.

No obstante, a pesar de tales penosas circunstancias, el presidente emprende la lucha constante de volver a hacer del club “Reflejos” un lugar de encuentro para los vecinos, donde vuelvan a gestarse los buenos valores que en algún tiempo lo caracterizaron. “Queremos que en el club los chicos encuentren la diferencia, queremos que tengan el espacio, que practiquen deportes, pero que lo hagan respetando las reglas que todo club supone, por eso acá les decimos ‘no’ a las drogas, que entiendan y valoren lo que es club”, manifestó.

En ese sentido, utiliza un ejemplo para ilustrar la idea: “Al principio todos venían y se tiraban a la pileta con ropa, vestidos. Me costó dos años hacerles entender que así el agua se ensucia, que es perjudicial para la salud y que no es bueno para nadie. Pero al final lo logré y ahora todos tienen ropa de baño y se duchan antes de ingresar a la piscina”, cuenta satisfecho.

“Por eso todo lo que construimos nuevo en “reflejos” lo hacemos con los mejores materiales, con todos los lujos, para que los chicos vean que ellos también pueden tener acceso a un club digno, limpio y en condiciones, que sepan que para ellos también esas cosas existen y son posibles”, detalla.

“Ellos tienen ganas de recuperarse, pero el entorno en que viven lo hace difícil, por eso es fundamental la recuperación del club y la presencia del Estado. Si el Estado desaparece, estamos perdidos”, destaca el presidente de “Reflejos”.

Luego prosigue y remarca: “Acá el que se cansa pierde, así que no vamos a bajar los brazos porque estamos convencidos de que lo que hacemos es lo que hay que hacer”.

Hoy el club cuenta con una pileta que fue puesta en funcionamiento nuevamente y a ella concurren, los alumnos de las escuelas del barrio. Además tiene un salón que se alquila para fiestas, se practica Taekwondo, se juega al sapo y a las bochas, y el ajedrez tiene también su lugar destacado. No faltan el fútbol, la danza árabe y el vóley.

Asimismo tiene una radio FM, «Reflejos» y una colonia de vacaciones pensada para que concurran las familias. El bar del club ha comenzado a funcionar hace apenas unos días, brindando inclusive, servicio delivery a la comunidad.

Circulan por las instalaciones aproximadamente unas 2.500 personas, pero socios activos son apenas 242, de los cuales menos de la mitad aporta con la cuota. Marcelo Antonelli, preside hoy una comisión que intenta recuperar el club que por muchos años estuvo cerrado, y fue también devastado por las inundaciones y el abandono.

La vida de Marcelo está plagada de anécdotas, de triunfos y derrotas, de aciertos y no tanto. Pero por sobre todo eso, está plagada de amor. Amor a su barrio, a su gente y a “Reflejos”, el club de su vida.