El olor a gas se sentía varios pisos hacia arriba, y también desde afuera. Desde los balcones algunos vecinos vieron personas advertir que algo extraño estaba ocurriendo. En planta baja, el humo blanco ya era visible a causa del gas. Un joven, Alain Fajardo, contó que llegó a salir corriendo del lugar. Y a los veinte metros el edificio explotó.

Luego sobrevino el fuego inapagable por el gas, las sirenas, los gritos, la desesperación. Horas más tarde, los rescatistas pedían que nadie se moviera ni emitiera sonido alguno con la esperanza de escuchar a algún sobreviviente entre los escombros. Después del ruido más estruendoso, el silencio más rotundo.

Andrés Pierini fue uno de los primeros en llegar al desastre, debido a que los Bomberos Voluntarios de Casilda son de los pocos cuerpos de la región que cuentan con una escalera mecánica para este tipo de situaciones.

“Se pedía que se hiciera silencio por si había algún ruido o se escuchaba alguna víctima; había que detenerse, hacer silencio y seguir buscando”, rememora el bombero. Y recuerda aquellas sensaciones: “Es como cuando uno hace un minuto de silencio, era muy emotivo, se me caían las lágrimas”.

El rescatista explicó que se utilizaban sondas especiales de búsqueda, y que también se buscó con perros y personal de brigadas de distintas zonas del país.

En sus 18 años de experiencia como bombero, la tragedia de calle Salta fue la peor en la que debió actuar junto con el choque entre los micros de Monticas en febrero de 2017.

Llegaron a eso de las 11.30 a Rosario. Pierini había visto algunas imágenes por televisión, que al arribar comprobó que eran mínimas en comparación con lo que observó en el lugar. “Nunca pensé que me iba a encontrar con algo así, terminó siendo algo catastrófico. Nunca me he sentido tan mal como esa vez, no se nos va a olvidar más.”

El primer día era un caos, no había tanta organización de las fuerzas de emergencia, señala el bombero. “Hacíamos de todo un poco”. Estuvieron hasta las 21, volvieron a Casilda, y luego se fueron turnando para volver hasta el día en el que encontraron al último cuerpo.

Aquel silencio para intentar hallar sobrevivientes se prolongó a la vida de Marcela Nissoria, viuda de Hugo Montefusco. “Hubo un tiempo en que estuve en silencio”, cuenta la mujer. “No tenés ganas de nada, ni de hablar, escuchar, comer, bañarte, solo te queda respirar”, expresa.

Dolor, shock, impotencia. Con esas palabras describe Marcela sus sentimientos. “Cuando pasa es un shock tan profundo que ni sabes quién sos, es terrible, es devastador”, grafica.

Para Nissoria, “Salta siempre me remite al dolor, a la pérdida, a la ausencia”. “Es un antes y un después en mi vida y la de mi familia, se nos fueron muchas cosas, proyectos, vida, alegría, todo”, agrega.

“Hoy siento mucho dolor en el cuerpo, dolor de espalda. Una carga muy pesada. Y hay mucha gente que la está peleando peor que yo”, comenta Marcela.

Hoy, dice que está mejor y que pudo volver a trabajar. Una de sus motivaciones es la búsqueda de Justicia: “Tuve que levantarme para luchar, aunque no tuviera ganas porque había una causa, para que los culpables no se la lleven de arriba, pero con mucho esfuerzo”.

Otro de sus impulsos fue la creación de la Asociación Salta Solidaria, con la que ayudaron a juntar donaciones para comedores y merenderos, entre otras acciones.

Una vida impuesta

Cada aniversario a Marcela le recuerda ese quiebre a una vida que no eligió, que se le impuso, según afirma, “por un Estado que no tiene controles, un Estado corrupto que no nos cuida”. La mujer aún no puede creer que un edificio explote en Rosario. “Cuesta digerirlo, no fue un escape de gas solamente, fue un acto de corrupción».

Con respecto a la continuidad de la causa, Nissoria remarca: “Sobre que te matan como a un perro la Justicia te silencia. Entonces, la Justicia lejos de reparar, nos sigue victimizando. La Justicia duele en este país. Tendrá que ver con intereses porque cuando la Justicia quiere resolver algo, por momentos tiene eficiencia”.

Está claro lo que pasó en Salta. Sin embargo creo que el poder económico ha hecho que Salta sea una causa más como la de la Lapa, las inundaciones en Santa Fe o Cromañón. Y cuando encuentran a un culpable agarran a un perejil”, agrega.

Por último, la mujer expresa: “Es un país en el que atamos todo con alambre porque creemos que no va a pasar nada. A uno le pasó esto, pero estoy en contacto con familiares de víctimas de otros hechos, y es bastante triste y desalentador. Me parece que la vida empezó a tornarse oscura. Después de un hecho así quedas marcado para siempre.  Por lo que me pasó en el dolor, y ahora por lo que está pasando con la Justicia”.