Por Florencia Vizzi y Alejandra Ojeda Garnero 

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Claudia Vaio y Nora Guiraudo. Foto: Florencia Vizzi

Las tres son madres, esposas  y una  parte inexpugnable de una historia que comenzó a escribirse exactamente dos años atrás, contra su voluntad, despojándolas de los seres que han amado y arrancándolas terminantemente de la vida que habían conocido. La vida de hoy es otra, es una batalla cotidiana, hacia adentro y hacia fuera.

“A veces no damos más, porque nos damos cuenta que luchamos contra molinos de viento” comenta Claudia.

Por momentos hablan en singular, por momentos en plural, de forma intermitente, casi naturalmente, sin pensarlo, sin forzarlo. “El pedido de justicia es por cada uno de nuestros familiares, y por los otros, por todos los que estaban allí, por los 22”.

Hace apenas unos días, se ha presentado la elevación a juicio de la causa. Si bien reconocen que ha sido bastante rápido, no se encuentran conformes con los detalles.

“Qué es la justicia para nosotros, no es solamente el juicio, no son sólo los 11 imputados. Va más allá”, explica Marcela.

“Ha sido bastante rápido. Y eso se debe, a la presión, a la lucha de los familiares. Al menos es lo que sostiene la fiscal (Graciela Argüelles), lo ha dicho en varias ocasiones y en los medios”

Las expectativas con respecto al juicio, no son muchas. Las tres sostienen que en esta causa hay gente  que debería haber sido procesada y no está allí.

Sin embargo, consienten en que, al menos, algo se ha avanzado y que es importante que se de este paso en la justicia para luego ver como continuarán su pelea.

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Marcela Nissoria, esposa de Hugo Montefusco. Foto: F. Vizzi

“De  esta pesadilla no sabemos por dónde salir, y a veces parece que si la justicia se pronuncia,  puede traer algún  tipo de salida… una salida que no sabemos hacia dónde nos llevará, pero al menos es un paso que nosotros necesitamos dar. Como para poder decir bueno, al menos ahora tengo cierta paz, si es que la Justicia se pronuncia como nosotras esperamos, y nos dé lugar a un duelo más parecido al que cualquier persona tiene cuando ha perdido a alguien. Porque este ir y venir, los medios, las reuniones… lo hacemos porque creemos que tenemos que hacerlo, porque es la única forma de estar en agenda y que los medios se pronuncien y entonces la gente no olvide, porque, lamentablemente, si no aparece en diarios y televisión, no existe…Lo hacemos,  aunque a veces nos faltan las fuerzas. … Entonces, tal vez,  ahora podamos, porque esta sensación de impunidad no nos deja empezar el duelo”, expresa Marcela.

Las voces son tranquilas, enteras, sin embargo, puede percibirse detrás de cada palabra una tormenta interior, como si esa entereza fuera a transmutarse, de un momento a otro, en un fino cristal que se ha quebrado repetidamente.

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Claudia, Vaio, mamá de Santiago Laguía. Foto: F. Vizzi

“Yo soy de las que creen que las leyes no están bien, que están hechas para los delincuentes” interviene Claudia,

“No hemos perdido nuestro criterio, nuestro razonamiento,  nuestra capacidad de pensar, somos personas dignas, laburantes, jamás  pensamos que nos íbamos a encontrar en esta situación… pero no acusamos por acusar. Ya lo van a ver cuando empiecen a conocerse los informes, nosotros no señalamos a todos los procesados. Fiscalía acusa a todos, nosotros no, (hablo por las que estamos aquí) .Porque consideramos que hay personas que están mal procesadas, o al menos no tenemos fundamentos para decir sí, tienen responsabilidad en este hecho. Y muchas otras que deberían estas allí, no están. Estamos esperando, es un juicio escrito y nos hubiera gustado un juicio oral… no se puede porque es estrago culposo y no doloso, pero tal vez vamos a intentarlo”.

“Es que esta causa es hierro caliente-la que habla ahora es Nora Guiraudo- les pesa a muchos, lamentablemente estamos peleando con una potencia. Por eso decimos que no sabemos si vamos a poder tener ese duelo, porque hay muchos responsables, y a lo mejor, como dijo Claudia, algunos de los procesados no lo son tanto, y otros, los verdaderamente responsables, no están siendo enjuiciados… Principalmente, estamos hablando de las cabezas de Litoral Gas y el gobierno provincial,  por supuesto, también es responsable, el Enargas, todos los encargados de  controlar a la empresa, y también el gobierno nacional”

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Justicia por Salta 2141

“La pregunta nuestra –tercia Marcela- es por qué esta empresa sigue  funcionando… entonces ahí te das cuenta que estamos luchando contra una pared… la empresa no fue ni siquiera intervenida… Para quitarse responsabilidad utilizan  un principio  de CONFIABILIDAD, esta confiabilidad que la empresa deposita en sus gerentes hace que no tenga nada que ver”

“Esto ha sido muy similar a Cromagnon -esta vez es Claudia quien interviene– nuestro abogado estudió mucho esa causa y nos dice que hay muchas similitudes…pero al menos, en Cromagnon, Anibal Ibarra pagó el costo político. Aquí ni eso, no hubo un sólo responsable ni político ni institucional”

Las voces van y vienen, cada una va tomando la posta de lo que dice la otra. En un punto sorprende el torrente de información que, con tanta naturalidad,  se mezcla con la indignación, con el dolor, y con esa extraña sensación de calma que, por instantes, es desmentida por los  ojos que se humedecen o una voz que comienza a quebrarse.

Marcela Nissoria vuelve a indignarse: “Fijate que el Enargas se encuentra  intervenido, porque no existe el directorio, por el señor Antonio Pronsatto,  a quien cada 180 días lo renuevan en su cargo como interventor. Saquen cuentas, en estos dos años lo renovaron en su cargo cuatro veces.  Un señor que jamás nos recibió,  que goza de impunidad. El auditor general de la nación hace un año que está intentando investigar al Enargas y hace un año que no puede obtener la documentación que requiere.  Pronsatto  lo remite al expediente, y el auditor, no quiere sólo el expediente, porque piensa que el organismo  viene funcionando mal desde mucho antes de la explosión, y ni siquiera al  auditor general de la nación, Leandro Despouy,  se la dan, por lo cual parece que ahora lo van a llevar a juicio.

Esta gente goza de un grado de impunidad muy importante… que aquí no se haya pronunciado el poder  político, que no haya caído la gerencia de Litoral Gas, y que el ente regulador siga funcionando como si nada y Pronsatto  siga estando en funciones. Al menos deberían haberlo apartado”.

“Entonces nosotros también queremos que éstas cosas cambien, que se cree el directorio, que el gobernador de la provincia de Santa Fe participe de ese directorio, como está dentro de la reglamentación, no estamos pidiendo cosas que no existen. Lo que pasa que acá nada funciona como está escrito porque total “no va a pasar nada”… pero esta vez pasó. Y hubo un silencio de radio muy sospechoso, porque aquí no habló ni la intendenta, ni el gobernador, ni la presidenta. Vinieron, se sacaron la foto, pero eso fue todo, nadie nos atiende”.

“Acá hay mucho dinero y cuando hay mucho dinero la gente se puede comprar”  -afirma Marcela, con desaliento-

Cuentan que a muchos se les  presenta el arreglo económico con la empresa como un dilema, por las mismas cláusulas que impone la aseguradora, que implica que, de llegar a un acuerdo, deben desistir de la demanda penal.

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Padres de Maximiliano Vesco. Foto: F. Vizzi

“Esta gente es tan mafiosa que, si algún familiar arregla, porque le corresponde,  entonces te hacen quedar como un traidor, pero -afirma con enojo Marcela-la verdad es que la justicia debe repararte de las dos maneras, penalmente, condenando al responsable, y civilmente, pagando por el daño moral. Sin embargo, acá te ponen entre la espada y la pared, ponen condiciones, ponen números, porque quieren imponer el monto,  y se te ríen en la cara. Entonces esto es muy provocador”

“Es muy desgastante -repasa Nora-te desgastan porque negocian vergonzosamente con nuestro dolor”.

 

Sobrellevar el dolor.

Nora, mamá de Maxi

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padres de Maxi Veso. Foto: F. Vizzi

Nora Guiraudo es la mamá de Maximiliano Vesco,  la víctima fatal N° 15. Su cuerpo fue hallado por los rescatistas en el quinto día de búsqueda. Tenía 29 años y era un hincha fanático de Newell’s.

Para mí no han pasado dos años, es como si esto hubiera ocurrido hace dos horas. Estoy  cada día peor,  en todo sentido.  No puedo trabajar… no me puedo levantar a la mañana… yo no le deseo al peor enemigo, lo que es levantarse y acostarse a la noche.

“No ha habido un día en dos años  que haya sentido un poco de paz, un momento de felicidad. Mi mente es Salta 2141.  Esas  son mis noches, esos son los días que transcurro…mi vida entera se reduce a eso”.

“Sólo puedo decir que cada día acumulo más dolor y más bronca, que no piensen que estamos tranquilos porque va a empezar el juicio. Yo no siento ninguna tranquilidad, porque la verdad es que no están procesados los que deberían. Hasta ahora no hay nadie preso, Litoral Gas no fue tocada, los gerentes tendrían que estar encarcelados, o haber sido,  al menos, removidos de sus puestos. De igual modo, el gobierno de la provincia, que se hacen los desentendidos. Ellos también son responsables”.

“Ni hablemos de lo que fue el rescate, dejó mucho que desear. Yo no tengo nada de mi hijo, me robaron todo, no me quedó nada… no me dejaron ni levantar una foto del piso. Me quedé hasta al final, llorando,  y no me dieron nada. Yo estoy muy agradecida a los bomberos y rescatistas, pero el fondo de la cuestión es que no  estaban preparados para una cosa así. Y los que estaban allí no trabajaron bien. El lugar tendría que haber estado custodiado, controlando quien entraba y quien salía, viendo que se llevaba cada uno… Yo golpeaba las puertas de la policía tratando de recuperar algo de Maxi y me decían “Acá no hay nada”, yo las pasé todas, sin embargo, es como si mi hijo no hubiera existido… me robaron todo!”.

“Yo vivo porque tomo pastillas, tengo un montón de problemas de salud. Y tampoco he recibido ningún tipo de contención como víctima. A nadie se le ocurrió tocarme el timbre y preguntarme que necesitaba”.

«Bronca y odio…Así estoy a dos años… no quiero pensar de acá en más…» 

 

Claudia, mamá de Santiago.

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Cluadia Vaio, mamáde Santiago Laguía. Foto: F. Vizzi

Santiago Laguía fue la víctima fatal N° 21. Fue el último en aparecer, después de una intensa búsqueda. “El gordo” como le decía su mamá, estudiaba medicina, y lloró con desconsuelo el día que Independiente se fue al descenso.

“Esta historia para mi es todavía como un sueño…es una herida que nunca más va a cerrar… Porque me  robaron un hijo impunemente. Porque él no estaba enfermo, no se drogaba, no manejaba cuando tomaba alcohol.  Mi hijo no murió en un accidente trágico… mi hijo murió por un gobierno corrupto. Este gobierno corrupto es el que me lo robó, y eso es lo que voy a sostener siempre. Desde la  presidenta para abajo, muchos son los responsables…»

“La mitad de mi vida se fue con Santi ese 6 de agosto… y todos los días son iguales, todos los días uno se levanta, se sienta en la cama y se dice: “Bueno, a ver como enfrento el día de hoy…»

“Sé que tengo que seguir adelante, que tengo otra hija que me necesita, pero estoy muy cansada y muy rebelada contra la corrupción que veo y que se llevó puesta la vida de mi hijo”. 

“Además, la pelea con  Litoral Gas…porque  para poder cobrar la indemnización, debería desistir de la causa penal…Que quede bien claro esto: si yo me bajo de la causa penal, porque no puedo sostenerme más en pie, o porque tengo que  pensar en mi hija, las condiciones las pongo yo. A mí no me las va a imponer Litoral Gas. Y si no les gusta, que siga el juicio. Si yo no vine a buscar plata. Yo vine a buscar justicia”.

“Esto no fue una tragedia, esto no fue un estrago, esto fue un crimen social. Con una gran cadena de responsabilidades, desde el Estado Nacional no se controla, el ENARGAS tampoco hace lo propio con Litoral Gas, al igual que el gobierno Provincial y la empresa ni siquiera controla a sus inspectores… Cuando se conozcan los detalles de la causa, se van a dar cuenta de qué manera tan sencilla se podría haber evitado este desastre”.

“Estoy muy peleada con Dios, a veces digo, que suerte esa gente que puede volcar todo el dolor en la fe, o yendo a la iglesia o en sus creencias… no sé si voy a encontrar paz, no podría decirlo, porque creo que nadie en el mundo está preparado para enterrar a un hijo… lo que sé es que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que se haga justicia”.

“¡Acá se mintió mucho sobre tantas cosas! También sobre los rescatistas, sobre los bomberos, sobre como trabajaron”.

“Me han quedado tantas dudas, tantas preguntas sin respuestas! Por ejemplo, tengo puesto el reloj de él. Yo solamente le cambié la malla, porque estaba mojada. Fijate, no tiene ni un rayón, no tiene nada… ¿cómo me explicás? Ni siquiera le cambié el vidrio. Por qué me insistía tanto el padre Ignacio en que buscara a mi hijo, porque estaba vivo?”

“Porque yo estoy segura de que mi hijo estuvo vivo. Yo no creo en las autopsias, son todas mentiras, porque hay autopsias que te dicen que murieron por muerte violentes y el certificado de defunción dice muerte por inhalación de monóxido de carbono, entonces ¿a qué estamos jugando? Yo estoy segura de que mi hijo estuvo vivo, lo sé porque lo siento, porque lo llevé 9 meses dentro mí”.

“Pero yo no tengo el poder económico de Litoral Gas ni de estas multinacionales… tendría que poner un perito de parte, sacar el cuerpo de mi hijo, pedir una nueva autopsia…”

“No voy a hacerlo, me quiero quedar con esta sonrisa hermosa que tenía mi hijo, porque vivía sonriendo, porque era un ser hermoso,  y algún día si es verdad que voy a irme con él, ya me contará como fue… lo que yo más deseo es que haya muerto en el acto, porque no soportaría saber que sufrió ni un solo segundo, pero no es lo que creo…”

“Hay que tratar de seguir viviendo, algún día mi hija me dará nietos y yo les hablaré de él, y les diré “Este fue tu tío”. Tal vez pueda decirle: “mirá, su muerte no fue en vano, porque logramos justicia… o no. No lo sé”.

 

Marcela, esposa de Hugo

Hugo Montefusco, fue hallado el mismo día de la explosión, entre los escombros. Paramédico, afectuoso, responsable y orgulloso padre de Agostina.

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Marcela Nissoria, esposa de Hugo Montefusco

“Es increíble que hayan pasado dos años. El tránsito ha sido similar desde siempre, con diferentes matices,  pero desde el primer momento el dolor ha estado presente”.

“Hay sensaciones que no han cambiado, hay otras incertidumbres tal vez, pero siguen estando presentes, el dolor tiene otro matiz, pero sigue habiendo dolor. Lo que se suma es, por ahí, una extrañeza, del otro que no está, y que a veces parece que va a venir.Yo hablo de esto todo el tiempo, voy a los medios, hablo con el abogado, veo las fotos, voy y vengo, pero,  en el fondo, creo que aún no tomé conciencia real de lo que pasó”.

“Hay un antes y un después en la vida, todo lo que uno ha venido construyendo… todo lo hecho en esos 48 años que tenía cuando ocurrió la explosión, se derrumbó de golpe, como se derrumbaron los edificios”.

“He perdido la alegría cotidiana, he dejado de lado los proyectos profesionales. Hago tratamientos, psicólogo, psiquiatra… tomo las pastillas, las dejo, las retomo…Mi hija dejó los estudios, los retomó, los dejó nuevamente…”

“La vida diaria se hace difícil, a cada día le pongo la voluntad para que sea parecido a un día normal de vida, ¡pero nunca lo es!”

“A veces me pregunto qué hago con esta lucha ¿la dejo? Si la dejo, ¿para qué? Y si la sigo, ¿para qué? Otras veces siento esta responsabilidad, y me digo: yo no puedo dejar… porque tengo la idea de que las cosas cambien…”

“Cada uno que se fue, se llevó un poco de nosotros…nos arrancó un poco de vida. Uno es un sobreviviente. Somos sobrevivientes, desorientados, impredecibles… yo me he vuelto impredecible, no confío en lo que digo porque no puedo sostenerlo… porque, de alguna manera, yo me perdí entre todo esto”.

“Cada día que empieza, me propongo sostener y apoyar  a mi hija y ser fuerte con ella. Esa es la única certeza. Pero por momentos, ¡hasta eso se vuelve tan difícil!”

“Entonces, esta vida que estamos haciendo es como un gran simulacro,  como una pesadilla de la que nunca podés despertarte”.

“Por no hablar de las mil preguntas que merodean todo el tiempo en mi cabeza, ¿cómo pudo haber pasado esto? Si el nuestro no es un país en guerra, ¿cómo va a explotar un edificio, en pleno centro de la ciudad? Y sí, explotó, y Hugo voló 8 pisos… y entonces, más preguntas, ¿se dio cuenta? ¿Sufrió? ¿Murió en el aire? Te hacés una y mil hipótesis… el otro día escuchaba la canción de Fito (Paéz), que le dedicó a Olmedo, cuando dice “negro, como es volar al más allá’… y me quedé pensando: ¿Hugo, como es volar al más allá?”

“La  verdad es que todo te lleva a calle Salta… escucho en la radio salta, o leo en algún lado “la provincia de Salta”… todo ha adquirido un significado diferente… los números, el 22, lo ves en la quiniela, el 21, el 41…todo se ha resignificado, la vida, las emociones, los afectos”.

“Tal vez haya cosas que nos van a hacer mejores, pero aún no puedo ver cuáles son, te dicen que todo es un aprendizaje, aunque hubiera preferido quedarme burra, analfabeta y no tener que aprender de esta manera”.

“Todo ha cambiado, todo lo simple, lo sencillo, esas pequeñas cosas  que te daban alegría, que uno las valora ahora, pero que ya no las podes volver a tener”.