Por Alejandro Maidana

Tiempos violentos atraviesan los días de una sociedad que parece sentirse cómoda surfeando una ola de degradación constante. La subjetividad protofascista se funde en un profundo desinterés por lo colectivo, un peligroso camino que encuentra, en la mano dura, la única respuesta para poder lograr una salida tan monstruosa como deshumanizante.

El confort nos acorrala, fundiendo nuestro individualismo con una sedentaria empatía. La mirada cortoclasista, reduccionista y no menos irresponsable, nos conduce indefectiblemente a la consolidación de un microclima que oficia de ariete a la hora de proyectar salidas nada aconsejables. La violencia discursiva busca consolidar estereotipos que puedan ser fácilmente identificables, para luego demonizarlos. Un trabajo tan fino como deleznable, que solo persigue moldear subjetividades a su antojo.

Las distintas prisiones de nuestro país se encuentran repletas de internos pobres en su enorme mayoría,  los mismos han incurrido en delitos menores, robos, tentativas de robo y hurtos. Es decir, que sostener que las cárceles están repletas de monstruos, es un grosero error alarmista, ya que estos lúgubres lugares, desbordan de gente que comete delitos contra la propiedad, que consume algún tipo de estupefaciente, o que vende cantidades mínimas de los mismos como modo de ganarse la vida.

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Otro dato escalofriante, que habla de la desidia en la que está envuelta la justicia, es que casi el 60% de los privados de su libertad, aún no han sido condenados, es decir, no se puede asegurar sin son responsables o no de algún delito. La idea del castigo suele ser aliviadora, pero lejos está de resolver la problemática, un cadalso imaginario que alimenta de sobremanera a una creciente degradación.

La propiedad privada como derecho inviolable, incluso por encima de la vida. Una idea extremadamente peligrosa que nos invita a reflexionar sobre: si matar para robar un celular está mal, pero matar para recuperar un celular está bien, en definitiva, lo que está prohibido no es matar, sino violar la propiedad privada. Lo sagrado en todo caso no sería la vida, sino la propiedad.

Derribando muros y estereotipos, «los nadies» toman la palabra

“El tejido carcelario de la sociedad asegura, a la vez, las captaciones reales del cuerpo y su perpetua observación; es; por sus propiedades intrínsecas, el aparato de castigo más apropiado para la nueva economía del poder y el instrumento para la formación del saber que esta economía misma necesita”.

Michel  Foucault

Decidieron organizarse para sobrevivir en el afuera, si bien sus historias se entrelazan y se hermanan en un punto, el camino transitado por estos jóvenes nos muestra las distintas formas que toma el vacío existencial. Una mezcla justa de dolor y necesidad de superación, un grito en voz baja que solo impacta en los tímpanos de aquellos que están dispuestos a escuchar, pero por sobre todo,  a reflexionar.

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Es por ello que desde Conclusión nos permitimos realizar una serie de preguntas que persiguen, denodadamente, encontrar esas respuestas que puedan transformar una espinosa realidad  ¿Qué les tiene preparado el afuera? ¿Cómo es la vida pos-encierro? ¿Por qué el estigma de haber estado privado de la libertad no se borra jamás? ¿Se puede allanar el camino para aquellos que pretenden ir un paso más en la reconstrucción de sus vidas? A continuación, los testimonios.

Javier Ruiz Díaz: “Consolidar un camino”

“Ante  todo agradecer el espacio para poder visibilizar las inquietudes y el trabajo que venimos realizando, ya que se habla de los contextos de encierro y de los jóvenes que han tenido conflictos con la ley. Este es un momento muy sensible desde lo social, ya que la violencia sigue ganando terreno y en los medios solo se consume eso, por eso considero vital poder mostrar que también hay grupos de jóvenes que han transitado la cárcel y que hoy se organizan para poder transformar su vida.

Es vital poder hablar del antes y el después, ya que pareciera ser que aquellos que vivimos el encierro, tendríamos que padecer un condena perpetua, una condena eterna. La hostilidad del afuera es muy grande, ya que el rol de las fábricas, las empresas, es muy severo a la hora de excluir a los jóvenes que desean ingresar al campo laboral y por contar con antecedentes quedan afuera. El enojo y la intolerancia de la gente invisibiliza la lucha de muchos jóvenes que están intentando conseguir un trabajo estable y no pueden lograrlo.

No puede ser una condena perpetua la que deban transitar los jóvenes, ya que lamentablemente después de cumplir con su encierro, el afuera no acompaña con la necesaria reinserción laboral. Es preciso destacar que muchos de los que recuperan su libertad tienen una familia que mantener, y tristemente al no encontrarse con una salida que pueda otorgarles el sustento diario, vuelven a delinquir.

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Hay un importante grupo de jóvenes que están llevando adelante un imprescindible trabajo social en sus barrios, ayudando a aquellos que tiempo atrás los conocían transitando otra realidad. Se deben acompañar estos procesos, ya que estos chicos han dejado atrás aquello que supieron ser, evolucionar está en nuestra naturaleza, y por eso exigimos acompañamiento y comprensión. Todavía hay mitos carcelarios como el <qué sucede cuando se cae el jabón en la ducha>, hay que terminar con esto y cambiar el paradigma.

Aquellos que transitaron el encierro no pueden estar condenados de por vida a no gozar de un trabajo en blanco, pero lamentablemente existe la idea que aquel que estuvo preso, tiene que hacer trabajo duro, sufrir el castigo de deslomarse al sol, cuando hay pibes que quieren y están preparados para otras cosas. Vuelvo a reiterar el agradecimiento por visibilizar esta parte de la historia sin censura alguna y con una importante dosis de sensibilidad social que tanto hace falta para torcer esta lúgubre realidad”.

Mauricio Oliva: Naturalizar la desigualdad”

“Tengo 29 años soy estudiante de Trabajo Social, también articulo con el área educativa en contextos de encierro, la misma se desprende del área de DDHH de la UNR. Milito y participo en un Organización como lo es la Bemba del Sur, me encuentro en libertad hace un año y cuatro meses después de permanecer encerrado más de siete años. Todavía no pude empaparme con la libertad, ya que esta pandemia mundial condiciona los días de todas y todos, pudiendo decir que representa un doble esfuerzo para quiénes han estado encerrados.

Gracias a la Bemba pudimos abrazar cultura y educación dentro de los penales, pero la realidad que nos espera en el afuera es muy grande, ya que salimos con una mano atrás y otra adelante. Cabe destacar que todos salimos con miedo, temor a volver a caer en cana, si bien los talleres socioeducativos nos sirven muchísimo, en mi caso no se pegar un ladrillo, por ello hemos decidido organizarnos con los otros pibes para buscarle colectivamente la vuelta y encontrar una salida que valga la redundancia, sea colectiva.

La realidad es abrumadora, ya que lamentablemente hemos naturalizado a que las criaturas estén empujando un carro con cartones para sobrevivir, pero nadie hace nada para torcer ese paradigma. La sociedad mira para otro lado, y el estado aparece cuando ese niño ya tiene doce o trece años y se roba un celular, ahí sí lo ven, lo re cagan a palos, lo linchan y celebran su muerte. Pero claro, antes nadie lo vio empujando ese carro, vendiendo pañuelitos o tratando de hacer malabares en un semáforo, prefieren hacer la vista gorda, ¿Qué pretenden que emerja de la conciencia del oprimido?

Es por lo antes mencionado que con los compañeros estamos organizados, perseguimos abrazar a esos pibitos que hoy están transitando un camino pedregoso, por ello pensamos en talleres, copas de leche, y un sinfín de actividades culturales que puedan mostrarle otra realidad, pero sin dejar de interpelar la que los acorrala. Cuando logras despertar la conciencia, que podes comprender que la cárcel es un reservorio de pobres, decididamente te atraviesa el sentimiento por la transformación social.

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En barrio Godoy los vecinos activaron una olla popular y nosotros nos hemos sumado a tender una mano, pura militancia social, desde abajo y sin banderas partidarias. Más allá de encontrarnos en ese barrio, un lugar necesitado, el mismo es una excusa para poder compartir tiempo junto aquellos que hemos estado encerrados. La idea es que el día de mañana podamos funcionar como una cooperativa, como una ONG, que tengamos un punto de referencia, que podamos acompañar al zarpado laburo intramuros de la Bemba en el afuera.

Queremos armar algo para nosotros y por nosotros, que aquellos que vayan saliendo en libertad sepan que existe un lugar de referencia y contención, y más bajo este contexto en donde la cancha se nos achico mucho. Hoy los pibes cartonean, salen a paquetear, tenes que arreglarte por la tuya ya que es muy difícil conseguir un certificado de buena conducta por nuestro antecedente, esto termina siendo excluyente y nos aparta en absoluto de la transformación por la cual bregamos. Me da mucha bronca que nos obliguen a pensarnos solo como obreros, tenemos cabeza para otras cosas, pero la cancha está cerrada. Seguiremos resistiendo, abriendo cabezas, organizándonos, la idea es que los pibes se sientan parte de otra cosa, que podamos pensarnos juntos, en conjunto. El discurso neoliberal meritocrátrico es pura basura, yo apuesto a lo colectivo, la salida es con el otro”.

Luis Alberto Ledesma: “Condenas perpetuas”

“El transitar el afuera es sumamente difícil, ya que a los problemas que uno acarrea, ahora hay que sumarle el del estigma que debe llevar todo aquel que tiene un pasado en prisión. En mi caso como el de muchos otros, el Colectivo de talleristas La Bemba del Sur me ayudó mucho en mis días de encierro. Hoy soy uno de los capacitadores del Santa Fe Más, y junto a un grupo de compañeros venimos trabajando para torcer la dura realidad que nos acorrala.

Buscamos acompañar a pibes que hoy cuentan con otras herramientas, que no son como las que yo contaba, la cárcel te condiciona el afuera. En mi caso voy para cuatro años en libertad y aún no cuento con un trabajo fijo, la idea es organizarnos para acompañarnos en el transitar. Por ejemplo días atrás un muchacho me dice, ahora que militas ya estás salvado, la gente está muy confundida, lo nuestro es militancia sincera, no somos como los zánganos que le mienten y estafan a la gente.

Por ahora somos un grupo pequeño, pero la idea es que seamos muchos y muchas para poder articular de manera colectiva. Compartimos el mismo pensamiento, y nuestra meta es poder ayudar a esos pibes que hoy se encuentran en el lugar que supimos ocupar nosotros, generar un efecto contagio, que puedan apreciar que si uno pudo, el también puede lograrlo. A través de distintos talleres  buscamos acompañar a los más vulnerables, allí el apoyo escolar, narración, teatro, encuadernación, son los pilares.

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A nosotros nos cuesta mucho más que a las que se definen como «personas normales», y nosotros somos normales, con la diferencia que cometimos errores y ya los pagamos. Pero es preciso destacar que nos atraviesan las mismas preocupaciones, quizás muchas más, ya que nosotros estamos condicionados por la cárcel. Actualmente estamos organizándonos en barrio Godoy, en campaña para conseguir recursos ya que nuestra idea es alquilar un lugar que contenga nuestro trabajo. Nos centramos en los más pequeños, ya que queremos contenerlos antes que decidan «soldadear» en lugar de poner el lomo, si agarran el camino más oscuro, quizás puedan conseguir cosas muy rápido, pero van a hipotecar su futuro.

Antes nos juntábamos para armar algún robo, hoy lo hacemos para pensar colectivamente como seguir transformando nuestra vidas, nos alentamos, proyectamos, soñamos, y eso me pone muy feliz. Nunca pensé que podía llegar a estar transitando este camino, ya que consideraba que mi destino era que me mate la policía o alguien por ahí, y hoy soy dueño mi destino y lo voy escribiendo todos los días, pensando en lo que voy a dejar, en la huella.

Pablo Sánchez: “Los talleres como herramienta transformadora”

“Transcurrí el servicio penitenciario, más precisamente en la Unidad 3, allí como en todos lados me tocó conocer personas buenas y malas. Hasta el día de hoy tengo presente la importancia y contención que me dio una <familia> ahí dentro, ellos me ayudaron en más de una oportunidad cuando mi vida corría riesgo, ellos no son otros que las y los chicos de La Bemba del Sur. Ellos fueron de vital importancia a la hora de transcurrir mi encierro gracias a los distintos talleres.

Pude lograr muchos beneficios debido a su presencia, fue muy gratificante poder salir al menos por un momento del encierro para disfrutar de los talleres de cumbia, serigrafía y comunicación. Gracias a las y los compañeros de La Bemba pude terminar mis estudios secundarios dentro de la cárcel, hoy en día estoy ingresando a una carrera universitaria, ya que me ha gustado y motivado mucho el acompañamiento que me ha dado ese colectivo de talleristas que es una verdadera masa.

Uno pelea cotidianamente contra los malos pensamientos, ya que las recaídas son muy recurrentes, no de hacer cosas malas, pero sí de abandonar la lucha para conseguir trabajo y volver a ser lo que era antes. Hoy estoy llevando adelante la carrera de Trabajo Social, algo sumamente necesario en nuestro país, sumado a que estamos activando con un grupo de compañeros para contener a los pibes que salen de haber estado privado de su libertad, y lo hacen con una manos atrás y otra adelante, como hemos salido nosotros.

Dejar el encierro y toparse con esta realidad es durísimo, por ello esta iniciativa, y las ganas de concretar algo que pueda devolverles la dignidad e independencia que otorga un trabajo. La importancia de los talleres radica justamente en eso, en brindarles herramientas para que puedan construir su camino en al afuera.

Maximiliano Hunkalo: “Autonomía y trabajo”

“Recuperé mi libertad en 2015, en el encierro pude terminar la secundaria y participé de la mayoría de los talleres socioeducativos. Allí me encontré con un panorama muy difícil, sin un trabajo que pueda colaborar con el sustento diario para mi familia. En ese momento me encontraba con mi mujer y mi hijo que tenía en ese entonces 5 años, debido a la falta de ingresos tuve que dejarlos, en esa oportunidad con fines laborales. Así fue como llegué a Corrientes, la intención era reunir dinero para poder solventar los gastos de alquiler y comida.

Le dimos vida a un merendero que pudimos sostener hasta el comienzo de una pandemia que vino a complicarlo todo. En la cualidad me encuentro junto a un grupo de compañeros activando una olla popular en barrio Godoy, me convocaron a sabiendas que siempre me interesó la idea de tenderles una mano a los chicos más necesitados, ya que son los barrio más olvidados los que más impactos padecen.

Quiero destacar que también es fundamental oficiar de contención para los pibes que salen de estar privados de su libertad, ya que no encuentran su lugar en el afuera. Conozco muchos casos que a la semana o al mes de haber salido, vuelven a reincidir producto de no saber qué hacer, siendo presas una vez más de la desesperación.

En lo particular recibí siempre una mano muy grande por el colectivo de talleristas en contextos de encierro La Bemba del Sur, quienes al recuperar mi libertad me ofrecieron participar de una feria en donde se ofrecían los productos que se realizaban dentro del penal, pero mi realidad económica era muy difícil y no pude acercarme al mismo. La vida me volvió a encontrar con estos compañeros, y fu así como unos años más tarde pude ingresar a los talleres de serigrafía, algo que siempre me gustó, ya que los talleres nos ayudan a ocupar nuestros pensamientos en el mismo. Queremos ayudar a otros chicos en los cuales nos reflejamos de pibe, en lo particular no pude tener los consejos de una familia, por ello me gusta mucho la idea de poder acompañarlos en su difícil camino”.