Por Florencia Vizzi  (texto y fotos)

Algunas historias deben ser escritas, encausadas, pensadas con esmero para que logren brillar. Otras, en cambio, tienen pulso propio, un ritmo sempiterno, pleno de magia, que las vuelve protagonistas e imprescindibles.

Esta historia, que bien podría ser sobre un clásico paisaje que remite a la infancia, pero también tratarse sobre cómo la persistencia en un sueño conjunto acabó constituyéndose en el símbolo de todo un pueblo y en la referencia común de miles de momentos y recuerdos de personas que, alguna vez, han jugado con el fruto de ese sueño.

bolitas_tinka_5_fvizziTinka es la única fábrica de bolitas de vidrio del país, y una de las únicas de América Latina (con excepción de una mexicana). Está ubicada en la localidad de San Jorge, a unos 180 kilómetros de Rosario, y hoy en día tiene la capacidad de producir 400.000 bolitas de vidrio por día. Es un pyme familiar, que abastece todo el mercado nacional y es el símbolo de una ciudad que se identifica con su nombre.

Tinka pertenece actualmente a tres familias, Victor Chiarlo, Angel Chiarlo y la familia Reiniero (Horacio y Juan).

Según el relato de Lucas Chiarlo, ahora se está produciendo un cambio generacional en el manejo de la empresa: “Acá laburaron siempre los viejos hasta hace 6 o 7 años. Ahora, estamos mi prima Silvina,  Adrián Ñañez, mi hermano y yo. Los hermanos Reiniero sí están acá desde chicos, de toda la vida”.       

La historia de la fábrica se remonta a octubre de 1953. Víctor Chiarlo y Domingo Vrech, eran dos obreros de la cristalería Saica (actualmente conocida como cristalería San Carlos), que por aquellos años estaba apostada en San Jorge. Allí, aprendieron un poco el oficio del vidrio y a fabricar bolitas de manera artesanal. Entonces, un día, comenzaron a preguntarse cómo se podía automatizar el proceso, para empezar a fabricar en cantidad y ponerse una fábrica propia de lo que definen como “el juguete más barato del mercado”.

«Era una idea loca, un imposible, porque ellos tenía el conocimiento de trabajar el vidrio, pero ninguno de los dos tenía un peso para llevarlo a cabo”, recordó. 

Luego, Lucas agregó: «Sin embargo, persistieron en ello y salieron a buscar financiación. A través de un contacto, consiguieron una entrevista con la gerencia de los grandes bazares Manavella, de Rosario. En aquel momento, contaba mi papá que las bolitas que había en el mercado eran de mármol, justamente Manavella las fabricaba y distribuía. No había bolitas de vidrio, entonces, cuando ellos salieron al mercado fue una novedad”.

Chiarlo y Vrech viajaron en tren a Rosario, y se entrevistaron con Juan Manavella, quien mostró cierto interés en la propuesta y pidió que les enviaran unas muestras.

Cuando las muestras llegaron a sus manos, fue cuando se produjo el giro en esta historia. El gerente de los bazares se mostró complacido con el producto  y firmó un contrato con los incipientes fabricantes de bolitas, para hacer una experiencia piloto por seis meses. Tan exitosa fue,  que ese contrato se renovó tres veces. A partir de allí, Chiarlo y Vrech
pudieron soltarse y comenzaron a crecer y expandirse. Para automatizar el proceso de fabricación, inventaron y diseñaron una máquina propia. La primera entrega se realizó el 15 de octubre de 1953, a cambio del dinero para poder financiar el sueño tan anhelado. Poco después,  Vrech abandonó la sociedad, y su lugar fue ocupado por Ricardo Reiniero.

Lo romántico y lo financiero

“La verdad es que nosotros subsistimos por un tema romántico, más que por otra cosa. Porque éramos los únicos en el país, y nuestros viejos se empeñaron en no cerrar. De hecho, estuvo un tiempo cerrada, y ellos tuvieron que dedicarse a bolitas_tinka_6_fvizziotra cosa”, aseveró. 

Silvina Chiarlo, otra de las integrantes de la empresa, y Lucas, recuerdan los años 90, a los que señalan como “los peores que tuvo que atravesar la fábrica”.

“Esto es una pyme. No es algo que de ganancias millonarias. Y cuando se abrieron indiscriminadamente las importaciones, perdimos la capacidad de competir. Así que nuestros padres empezaron a tener otros trabajos para subsistir, pero no se resignaron. Siempre conservaron la esperanza de mantener la fábrica. Esa siempre fue una premisa, una de las tantas que se impusieron. Era la única que había, y había que hacerla sobrevivir”

Tinka comenzó a producir de nuevo luego de la primera devaluación llevada adelante por el gobierno de Duhalde, allá por el 2002. Las diferencias de precios con las bolitas importadas se atenuaron, y entonces, era más fácil comprarnos a nosotros”, explica el joven Chiarlo.

Las importaciones provienen en general de China, y también de México. Pero la bolita mexicana es más cara. Con un susurro y una sonrisa un tanto pícara, Silvina interviene “Son un poco más lindas también». 

— ¿Por qué son más lindas y caras?

— El proceso de fabricación  que nosotros tenemos, muy similar al de los chinos, es con vidrio reciclado. Los mexicanos, en cambio, fabrican su propio vidrio, y al fabricarlo le pueden dar colores, composiciones, le dan un baño en plata que la hace espejada… También son mucho más caras. Un paquete sale aproximadamente cuatro veces más que las nuestras. Pero nosotros competimos para la industria nacional, y con el mercado chino, y las chinas sí que son más feas.

— ¿Cómo hacen para que les quede la veta de color adentro?

-En la punta de los hornos ponemos dos crisoles, que son dos cajoncitos. A esos crisoles se les hechan unos minerales y se hace vidrio de color adentro y ese crisolito está pinchado por debajo, tiene un agujerito que va haciendo el vidrio de color líquido y va perdiendo y eso se junta con el otro vidrio que viene derretido y al juntarse lo va manchando y según como lo manche,  le da el color por afuera o por adentro. El color por afuera es más común. Ahora, para el que que va por adentro, la familia Reinero inventó un sistema de sifón que, como el vidrio flota arriba, lleva un tubito que lo inyecta por adentro. Para esto antes usábamos un sistema chino, pero no nos gustaba, era más engorroso, con esto que inventaron los hermanos Reinero queda mucho mejor.

bolitas_tinka_3_fvizzi— ¿Actualmente hay importaciones?

— Siempre hay. Pero en este momento estamos compitiendo de manera leal, bien, se puede vender y se puede trabajar. Cuando las importaciones se abren, ahí es cuando nosotros perdemos. No podemos competir. Un obrero de una fábrica de bolitas en China gana 100 dólares al mes, y después los costos de los insumos. Luz, gas, si la importación se abre… creo que todas las industrias peligramos y corremos riesgo de muerte.

— ¿Cómo fue el malentendido que los puso en los medios en estos últimos días?

—En principio aclaro que somos una pyme más-asevera Adrián Ñañez, otro de los titulares de la firma- por lo que el tarifazo nos preocupa enormemente, sobre todo en el tema del gas. Sin embargo, se produjo un error en una información periodística, precisamente una noticia del diario La Nación, que reprodujo unos dichos del ministro de la producción de Santa Fe, Luis Contigiani, y equivocaron las cifra y el nombre de la empresa. Se dijo que estábamos al borde del cierre, y eso no es real. Yo lo desmentí, primero en LT9, y después en todos los medios que me contactaron, y expliqué que no sabía de dónde había salido la cifra, y que no nos conocíamos  con Contigiani, y que nunca había venido a la fábrica. Después él me llamó y se disculpó por el error.

— ¿Cuál es la situación real actual de la empresa?

— No estamos al borde del cierre, pero sí nos encontramos en una situación muy complicada. Los aumentos en el gas no podemos trasladarlos a los clientes. Nosotros veníamos pagando $20.000 de gas, y estimamos que la próxima factura va a rondar los $ 130.000. Por lo cual, hay una parte del problema que es muy real y nos preocupa.

— ¿Cómo afrontar este inmenso desfasaje?

-¡Con coraje y dedicación, supongo!. La cuestión es que luego de hablar con Contigiani, vino a la empresa y le planteamos lo que nos pasa. Así que se comprometió a otorgarnos una ayuda financiera por el término de un año, mientras esperamos que se estabilicen las cosas y vemos si llega la famosa reactivación.

Una filosofía de vida y de trabajo

“La verdad es que tengo que confesar que yo, siendo hija de bolitero, no se jugar a las bolitas”, dice Silvina entre risas cuando responde a cómo fue crecer en ese entorno tan especial. “La verdad es que creo que no nos dimos cuenta. Para nosotros este era el trabajo de papá”.

A lo que Lucas agregó: “Creo que hasta hoy no terminamos de darnos cuenta, recién ahora con todo esto que bolitas_tinka_2_fvizzipasó  como que estamos tomando dimensión de lo que hicieron los viejos. Porque esto era parte de nuestra vida, la costumbre cotidiana era tener una bolsa de bolitas en la mano, abrías un cajón de tu casa y corrían las bolitas, nos daban vuelta dos o tres veces por mes para que escupamos las bolitas que nos habíamos tragado. Es más, a mí no me gustaban las bolitas de mi viejo, y le pedía las importadas y hoy peleo con mi hijo porque también prefiere esas”.

“Nacimos con eso y para nosotros, decir fabricamos bolitas es lo más natural del mundo. Ahora, con las repercusiones de la noticia del supuesto peligro de cierre de la fábrica, vimos la reacción que surgió, recibimos mails y llamados de todos lados. Nos escribieron desde Europa para que no cerremos la fábrica, nos llamaron de Tierra del Fuego para ofrecernos regalarnos un terreno dónde instalar la fábrica, para que no la dejemos caer…”

Silvina cuenta que por momentos siente una repentina tristeza. “A mí lo que me pasó con todo esto es que el otro día llegué a casa y me cayó la ficha, y me pregunté: ¿y si de verdad tenemos que cerrar?…y ahí me agarró como un dolor en el corazón, porque este es todo el trabajo de nuestros viejos y de nuestra familia, y si tendríamos que cerrar por algo ajeno a nuestra decisión… Ahí es dónde te agarra la nostalgia…y creo que eso me lo hizo sentir la gente… la gente llamándonos y preocupándose por el destino de la fábrica”.

— ¿De dónde sale el material para fabricar?

— Nosotros tenemos un rol reciclador, nuestra principal fuente es la cristalería San Carlos, le compramos todo el vidrio que consumimos. Y otro vidrio que trabajamos es el vidrio de botella. En el basural hay una planta recicladora y separan las botellas y también se las compramos. Y después, está la gente que junta botellas por su cuenta y las traen para venderlas… La verdad es que hay gente que te traen tres o cuatro botellas para ganarse el pan del día. Se ganan a lo  mejor 20 o 30 pesos nada más, pero con eso se van al almacén a comprar algo para comer. Por ejemplo, hoy por hoy,  estamos tapados de vidrio, tenemos vidrio de sobra, pero las compramos igual, para tratar de mantener ese circuito para la gente de San Jorge que lo necesita.

bolitas_tinka_fvizziLa fábrica tiene un rol social, importante, no sólo en la localidad. Eso se trasluce en las palabras de los tres. Silvina señala que “esa siempre fue la premisa de los viejos mantener las fuente de trabajo. Alrededor de la fábrica gira mucha gente, no sólo los empleados, por ejemplo los comisionistas, nosotros tratamos de rotar  los pedidos para darle trabajo a más gente”.

Además, hay otras cuestiones que hacen a un modo de producir e interactuar con la sociedad, y que, según puede leerse entre las líneas de los relatos de los dueños, son tan fundamentales como mantener a la planta produciendo.

 “Nosotros vamos de la mano de cultura y educación, así que dónde hay eventos culturales que hablan de juegos tradicionales, allí vamos. Porque sabemos que desde el juego se educa, y tratamos de mantenerlo vigente… nosotros vamos a seguir estando si el juego tiene vigencia”, manifiesta Lucas.

Por su parte, Adrián enfatiza que “más allá del trabajo y de lo que fabricamos, nuestro producto nos genera un compromiso con la sociedad, con los chicos, con la cultura, y nuestra empresa hace mucho hincapié en eso. Por ejemplo, nos encontramos hace poco con quien ahora es la ministra de cultura de La Pampa, que casualmente había escrito un libro, Mundo Bolita, con la temática del juego de bolitas. Así que  organizamos una tirada especial, compramos una parte nosotros y una parte la municipalidad de San Jorge, y se comenzó a regalar el libro con una bolsa de bolitas. Cualquier visita oficial que viene a San Jorge, la municipalidad le obsequia eso, se lleva un libro con bolitas”.

Ñañez enumera otros eventos, entre los que figura uno realizado en conjunto con la Municipalidad de Rosario. “Organizamos una jornada, cuando cumplimos los 60 años, que se llamó “Juguemos a las bolitas”. “Allí se dio algo muy lindo, afirma, porque llevaron también otros juegos tradicionales, el trompo, el balero, la payana, y se generó que vinieran el abuelo, el padre y el hijo”.

Hay algo que dejan evidenciar, tanto Lucas y Silvina como Adrián, una mezcla de emoción y orgullo por su trabajo y por lo que hacen y la forma en que lo encaran, y un profundo compromiso con ello. No sólo les preocupa el desarrollo económico financiero, están convencidos de que eso no sirve de nada si no va de la mano de otros valores, más importantes y fundamentales.

“Otra cosa muy importante que hicimos fue participar de la fiesta de la cultura nativa, que organiza la fundación de Jorge Rojas en el chaco salteño. Eso fue hermoso, hermoso porque uno se siente feliz de regalarle una bolsa de bolitas a esos chicos que nunca tuvieron acceso a nada, y mucho menos a los juegos de este tipo”.

“La filosofía nuestra es colaborar con lo que podamos, es estar, estar en todas esas cosas, remarca el hombre una y otra vez, la fábrica para mí, más allá del hecho comercial, es un hecho sentimental, es parte de nuestra vida. Para nosotros es impensable cerrar la fábrica, aún en los peores momentos, la hemos sostenido, haciendo otros trabajos, dedicándonos a otras cosas y manteniéndola a la par. Es la única fábrica que hay de bolitas. Es lo que hemos hechos en estos 60 años”.