Por José Odisio

El clásico siempre es una final. No importa el lugar o el momento de cada equipo. Lo futbolístico importa, obvio, pero también hay un condimento mental, emocional, que no puede dejarse de lado. Y en el Parque ese punto ha sido una mochila pesada difícil de sobrellevar.

El último empate en Arroyito cortó una racha de cuatro derrotas que golpeaba fuerte. Paralizaba. Transformaba a buenos jugadores en mediocres. Pero el hincha todavía tiene la necesidad de un triunfo. Y la misión no resulta sencilla.

Newell’s contrató un psicólogo para trabajar la parte mental. ¿Alcanzará? Obviamente está claro que la motivación de un clásico debería ser suficiente para cualquiera. Pero también está a la vista que los nervios se potencian y en Newell’s ese ha sido un problema sin solución. Por eso un profesional no es una mala idea. Pero creer que con un psicólogo todo cambiará suena a ingenuo.

Un punto que tal vez ayude es que entre los jugadores que saldrán a la cancha el domingo ya no quedan demasiados que gayan soportado el calvario de los cuatro clásicos perdidos. Sólo Cáceres, Maxi y Villalba se mantienen en el plantel y ninguno estuvo en los cuatro partidos. Tal vez eso analice Bernardi también. Por eso Boyé juega y Scocco está en duda. Y tal vez aparezcan Formiliano o Mugni.

La realidad es que la Lepra necesita ganar. Cortar la racha. Sacarse de encima una mochila mental que se agranda y cada día pesa más. Porque el clásico para el Rojinegro es un tema de la cabeza.