Por José Odisio

El papelón de Newell’s en Mataderos generó nuevas dudas en un proceso al frente de Lucas Bernardi que todavía no presenta bases sólidas y que ante el primer sacudón vuelve a abrir innumerables interrogantes respecto del futuro.

El veranito de cuatro partidos sin derrotas había traído al Parque algo de paz. Los hinchas habían bajado los decibeles a la hora de los cuestionamientos, los jugadores mostraron mucha actitud dentro del campo de juego, e incluso Bernardi tuvo algunos elogios externos en cuanto al acierto de incluir a juveniles por delante de experimentados resistidos por la gente con Ezequiel Unsain como bandera. Sin jugar bien, es cierto, pero los buenos resultados habían dejado esa materia pendiente para más adelante.

Pero el catastrófico 0-5 ante Chicago volvió a encender los ánimos de los hinchas que no soportaron ver a un equipo tirado en la cancha, sin actitud, sin ideas, sin rebeldía. Y otras vez aparecieron los pedidos de salida para Bernardi, los cuestionamientos a los directivos y las críticas a un plantel que desde hace un tiempo perdió el encanto con la gente.

La pregunta es si Bernardi tiene espalda para sostener este proceso, donde la apuesta es seguir impulsando a juveniles, muchas veces en detrimento del resultado, y terminar de hacer una ‘limpieza’ del plantel que venía postergada desde la salida de Martino. La respuesta deben tenerla los directivos. Si están convencidos que Bernardi es el indicado deberán sostenerlo con un respaldo firme y no dejarse guiar por los estados de ánimo de los hinchas semana a semana. Al fin y al cabo estar tan pendiente de lo que dice la gente trajo más dolores de cabeza que éxitos. Pero sobretodo el respaldo deberá estar con la llegada de tres o cuatro refuerzos de jerarquía, titulares, que le permitan al entrenador poner en cancha un equipo competitivo, con una idea de juego definida y sin tener que experimentar partido a partido.

En Newell’s es hora de definir políticas deportivas claras y sostenerlas. El éxito no está asegurado nunca. Pero ningún proceso será exitoso si las bases no son sólidas y los intérpretes (dirigentes, técnicos, jugadores) no están convencidos. Es hora de actuar con firmeza y no de tomar decisiones a partir del estado de ánimo de los hinchas. Equivocarse ya no es una posibilidad.