Por José Odisio

La derrota ante Lanús que dejó a Newell’s fuera de la Copa Sudamericana fue el último eslabón de un año donde no se pudo cumplir ni el mínimo objetivo, pero no debería sorprender a nadie, ya que es consecuencia de innumerables errores que derivaron en un final de año para el olvido.

Y cuando las cosas salen mal, es inevitable buscar culpables. Y en este Newell’s sobran. Es que en realidad nadie estuvo ajeno a esta temporada espantosa, donde el equipo terminó debajo de la media, emparejado con los peores del torneo. Dirigentes, cuerpos técnicos y jugadores fueron un combo perfecto para que la Lepra sea un equipo sin ideas, apático desde donde se lo mire y con futbolistas que pedían a gritos que termine el calvario.

Elegir a Gallego fue el primer error. El Tolo vino con el apoyo de la gente en busca de una voz firme que se impusiera en el vestuario frente a un grupo de jugadores que venía de devorarse a tres entrenadores. Pero no sucedió. Gallego fue permisivo, nunca tuvo autoridad sobre el grupo y en los táctico se mostró obsoleto.Y los refuerzos que trajo, en responsabilidad compartida con la dirigencia, fueron un espanto. Y se fue sin siquiera quejarse.

La elección de Bernardi para reemplazarlo no fue lo más acertado. El actual DT venía con la carga de los «clásicos perdidos» y el hincha tenía la sensación de que había una comunión con los jugadores por su ‘amistad’ con el grupo. Y entrar con tan poca espalda con un equipo que física y futbolísticamente parecía derrumbado no era el mejor augurio. Y como yapa no llegó ese zaguero que tanto pidió, Mugni (un buen refuerzo) necesitó tiempo para acomodarse y el Gato Formica con su lesión apenas jugó minutos. Bernardi tuvo que arreglarse con lo que había. Y así le fue. Le costó salir del estilo aletargado que traía el equipo, sufrió los clásicos, y sólo tuvo un veranito en su debut con Racing y luego del segundo choque con Central, pero sin afirmarse como equipo. El único gran acierto del entrenador fue apostar a los juveniles y empezar una depuración del plantel necesaria. Y en medio de tantas pálidas, aparecieron Ezequiel Unsain, Denis Rodríguez y Franco Escobar, tres pibes que al menos hicieron quedar bien a las castigadas inferiores leprosas.

Y los jugadores también aportaron lo suyo. El equipo nunca se mostró convencido de nada. Ni de los cambios que intentó proponer Gallego, ni de la idea que propuso Bernardi. Casi caprichosamente quiso seguir por un camino que ya estaba desgastado, y cuando aceptó que no había salida y debía cambiar, en la cancha mostró apatía, como enojado de tener que hacer algo que no quería.

Lo físico no ayudó. Hubo jugadores que nunca pudieron ponerse en forma. Maxi lo compensó con su jerarquía y al menos aportó 10 goles, Nacho nunca pudo hilvanar 3 partidos en buen nivel y el resto estuvo por la misma tónica, con lesiones constantes y muchas veces arrastrándose en la cancha sin explicación alguna.

Nada pasa por casualidad, decía Martino. Y cuanta razón tenía. Newell’s cerró un 2015 sin pena ni gloria. Y el final fue consecuencia de innumerables errores que se cometieron. Dirigentes, cuerpo técnico y jugadores deberán aceptar la crítica externa, pero sobre todo hacer un mea culpa profundo para entender que hay que cambiar, y mucho. Será difícil soportar otro año como este en el Parque.