Llegó el día, el sueño estaba a punto de cumplirse. Ingresar al Autódromo Juan Manuel Fangio, atravesar la pista y recorrer los boxes uno a uno, observando los autos de la categoría Top Race que se correrá el próximo domingo fue una sensación única.

El corazón empezó a acelerarse. Si bien mi función en el autódromo era entrevistar a las pilotos que correrán el domingo en la Copa Damas y adhieren a la campaña #Ni Una Menos, sabía de antemano que iba a pasar por la experiencia de ser copiloto de una de ellas  en una prueba destinada a los trabajadores de prensa.

Luego de conversar con cada una de ellas sobre la problemática y que me contaran los motivos por los cuales se suman a la campaña y la actividad prevista para el domingo para concientizar sobre la violencia de género, solté la birome y el anotador y me dispuse a esperar mi turno para girar en el circuito.

Ya me habían contado, cómo es el equipo de seguridad, la butaca, el interior del auto y demás cuestiones relacionadas con la velocidad, la inercia y demás.

Después de una larga espera, llegó  el momento, el sueño se convertía en realidad, en segundos que se hacían eternos.

Desde colocarme el traje que usan los pilotos en las carreras, el corazón comenzó a latir intensamente, aunque sabía que la vuelta sólo duraría un minuto, la emoción me invadió por completo al ver llegar el auto, Mercedes Benz, ploteado, y ni hablar cuando se abrió la puerta y el organizador me dijo: “subí”. Una emoción mayor sería manejarlo, pero esta vez me conformaré con ser copiloto.

alejandra1Al fin llegó el auto, al volante estaba la experimentada piloto, Julia Ballario quien sería la responsable de hacer rodar esa majestuosa máquina en el Fangio para cumplir mi sueño, subir a un auto de carrera y sentir el vértigo sobre la cinta asfáltica.

Finalmente, cumplí la orden del organizador y me escabullí en el habitáculo, no me alcazaban los ojos para observar todos los detalles, el volante, que en ese momento no pude evitar sentir el deseo de estar en ese lugar, el botón de encendido, la disposición de los pedales y la palanca de cambios, las butacas y sobre todo el rugir, el rugir del motor fue la sensación más sublime.

Y así, invadida por una inconmensurable emoción, luego de haberme colocado el cinturón de seguridad y el casco, respondí a la pregunta de Julia: ¿Estamos listas?, pulgares arriba puso primera y salimos a rodar.

Salimos de boxes, y la velocidad fue  aumentando rápidamente, sabía que iba a durar sólo un minuto y no podía perderme nada. Entonces me dispuse a disfrutar la maravillosa experiencia.

En pocos segundos, y a punto de entrar al curvón el velocímetro alcanzaba los 200km/h, parecía que el corazón se salía del pecho, un calor abrazador me envolvió completamente, la inercia parecía querer despedirme de la butaca, pero, sin resistencia seguí firme ahí, me dejé llevar por los movimientos del auto, al ras de la pista la vibración se apodera de mi cuerpo y  ya no lo puedo controlar y tampoco quiero.

Un temblor inmanejable se apodera de mi cuerpo para luego casi clavarme de punta en la pista cuando Julia hace los rebajes para salir del curvón e ingresar a la recta donde vuelve el vértigo.

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Ingresamos a la última curva y sé que es el final de la vuelta, no hay bandera a cuadros pero yo me siento una campeona.

La sensación es indescriptible, adrenalina, vértigo, emoción, una sensación única. Gracias a los que hicieron posible que este sueño se convierta en realidad.