Por David Narciso

Tres dirigentes santafesinos de Cambiemos definirán en las próximas semanas si se suben a la carrera por la candidatura a gobernador en 2019. Un radical y dos PRO son los que se preparan para dar la batalla en nombre del gobierno nacional y para evitar un cuarto mandato del Frente Progresista o el regreso del justicialismo al poder.

José Corral (49) es el más decidido y se podría decir que ya está en campaña. Por el lado del PRO, el diputado nacional Luciano Laspina (45) ya salió a probar el campo de juego como los jugadores de fútbol y volvió a vestuarios para tomar la decisión final. En el vestuario de enfrente medita el diputado provincial Federico Angelini (41). Algunos dicen que hay que reservar un improbable cuarto casillero a Miguel Del Sel (60), aunque suena más al posicionamiento de un espacio que necesita de su figura que a la voluntad del actor y humorista. El quinto en la carrera es Mario Barletta (64), ex intendente de Santa Fe y actual embajador en Uruguay. Comunicó sus intenciones en un diario, y por ahora se parece más una expresión de deseo individual motivada por el encono con su ex compañero de ruta Corral que un proyecto con futuro.

Todos representan distintas cosas en Cambiemos y tienen diferentes fuentes de apoyo. Corral, Laspina y Angelini carecen del carisma y la popularidad de Del Sel, por lo que necesitarán mucho respaldo del gobierno y el uso de la marca Cambiemos.

Esta vez la Casa Rosada habilitará interna en Santa Fe, a diferencia de 2017 cuando de un plumazo bajó a Jorge Boasso e impuso lista única. Para 2019 espera que la competencia en primarias abiertas instale y potencie al ganador.

La pata radical

José Corral es precandidato de Cambiemos desde que se fue del Frente Progresista. O quizás se fue del Frente para ser precandidato, obsesionado por no repetir la experiencia de su antecesor en la Municipalidad de Santa Fe, Mario Barletta, quien en dos oportunidades desafió a los socialistas por la candidatura a gobernador del FPCyS y en las dos perdió.

Es el más conocido del trío, aunque con dificultades profundas para hacerse conocer en Rosario en particular y el sur provincial en general. Su aspiración es que la Casa Rosada desautorice las internas, como se hizo el año pasado, y lo bendiga como el candidato del oficialismo nacional en Santa Fe.

Sin embargo esa posibilidad es cada vez más remota. El PRO santafesino no está dispuesto a regalarle la candidatura y el liderazgo de Cambiemos a un radical. Macri, Peña y Frigerio también prefieren uno propio. Lo contrario es dejar que la UCR crezca y en consecuencia incremente su capacidad de condicionar al gobierno.

Por lo tanto, aquel escenario que Corral quiso evitar yéndose del Frente Progresista ahora se le presenta en Cambiemos. Tener que competir contra un adversario con aparato, recursos y un gobierno por detrás pareciera el karma al que están condenados los radicales del Grupo Universidad.

Los PRO puros

Paradójicamente, buena parte de su suerte depende del futuro del Frente Progresista. Corral (y el gobierno nacional) apuestan a la ruptura de la alianza entre socialistas y radicales para terminar de alinear a la UCR santafesina con Cambiemos. Aún si eso ocurriese, es improbable que todo el partido se refleje en la candidatura de Corral.

¿Podrían ser Laspina y/o Angelini los que corren con el caballo del comisario? Hoy son dos desconocidos para el gran electorado, pero también lo era Nicky Cantar en 2017 cuando encabezó la lista de diputados nacionales y ganó de punta a punta con el único atributo de llevar la marca Cambiemos estampado en la frente.

Los curriculum de Laspina y Angelini como candidatos son pobres. Integraron el cuerpo de listas legislativas sin protagonismo personal. De ahí que ambos meditan por estas horas si serán o no de la partida. La decisión la tomarán antes de que comience el Mundial —ese evento deportivo que la política asume como tiempo muerto— y se pondrá en marcha apenas Argentina termina su participación.

Cambio de estrategia

La Casa Rosada esta vez aceptará que haya internas en Santa Fe. Lo difícil es que acepte dividir los esfuerzos del PRO entre dos propios. Habrá que ver paso a paso los movimientos de la Casa Rosada. ¿Dejará que los dos cabalguen hasta febrero cuando haya que inscribir formalmente las listas, o le pedirá a alguno de los dos que directamente no se suba al caballo?

Angelini y Laspina no representan lo mismo dentro del PRO. Laspina cobró importancia por su rol en la comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Es rosarino, pero vive con su familia en ciudad de Buenos Aires, lo que le suele valer cuestionamientos desde el justicialismo y el Frente Progresista.

Su relevancia partidaria es la de un cuadro profesional al que se lo quiere proyectar a la arena electoral. El PRO carece de dirigentes con peso en las urnas. O sigue comprando figuras al estilo Del Sel o aprovecha las ventajas de ser gobierno para generar, instalar y hacer crecer un nombre propio. El hecho de que no haya figuras instaladas de antemano anima a distintos sectores a jugar cartas que en términos electorales son el equivalente a un cuatro de copa, sabiendo que los demás jugadores no tienen cartas más altas. De ahí a asumir una candidatura a gobernador hay una larga preparación por delante.

En el caso de Laspina suele señalarse que su nombre es mentado positivamente en ámbitos de la elite de negocios y empresariales de la ciudad, aunque la relación directa con esos ambientes está subcultivada. Sería algo así como una empatía por representación de intereses y afinidades más que construcción política.

Muñeca política

Por el contrario, Angelini es el principal operador político-territorial en Santa Fe. Hasta ahora su rol es el de centralizar y administrar la relación entre territorio y gobierno nacional. Se dice que su opinión es determinante.

Es también el principal interlocutor de la Intendencia de Rosario en temas de fondo. Negocia con los requerimientos del gobierno nacional en una mano y los votos del principal bloque de concejales de la ciudad en la otra. Una suerte de pinza que en más de una oportunidad puso entre la espada y la pared a la Intendencia.

Rosarino, se inició como joven PRO hace 11 años a la par de Roy López Molina y otros veinteañeros universitarios. Ambos ganaron espacio y escalaron en el control de los resortes partidarios. En 2013 dieron el batacazo cuando plantaron una lista interna alternativa que desafiaba la decisión de Buenos Aires de que el peronista Diego Giuliano sea el primer candidato a concejal.

Lograron un triunfo contundente poniendo al frente a la conductora de Tv Ana Laura Martínez y dos años después casi la convierten en intendenta. En 2017 Martínez consideró que la candidatura a concejal de López Molina atentaba contra sus chances de reintentar la Intendencia en 2019 y los enfrentó. Bebió la misma medicina que Giuliano en su momento y quedó fuera de carrera. Angelini, López Molina y el sector se afianzaron en el control partidario.

En el Pro se lo describe como un sector que aspira a fortalecer una plataforma de poder local con mínima autonomía en las decisiones. Es un dato muy fino, un intento incipiente para un partido visiblemente porteñodependiente. Está entre los principales desafíos del PRO convencer a los santafesinos, y rosarinos en particular, que si los votan a ellos no están votando delegados comandados desde Ciudad de Buenos Aires. Posiblemente sea el flanco más débil del PRO.

Lanzamientos

Laspina tanteó el terreno de su precandidatura montando un almuerzo con foto junto con el ministro del Interior Rogelio Frigerio. Es su promotor en el gobierno. Por carril paralelo colecta el apoyo de Elisa Carrió. La pata santafesina es Miguel del Sel y su promesa de acompañarlo a recorrer la provincia.

También Angelini es un precandidato por construirse. Antes de que comience el Mundial se sabrá si se quita el traje de operador político y se calza el de candidato. Descartado el respaldo de la corriente provincial que lidera, la decisión en parte es personal y en parte, como todo en el PRO, dependerá de que no haya un telefonazo desde la Casa Rosada.