Por Facundo Díaz D’Alessandro

A un fenómeno (político) popular no puede nunca negárselo. Podrá discutírsele, adjetivarlo, e incluso algunos podrán, con todo derecho, aborrecerlo. Pero no ignorarlo.

Si alguien pasaba por el Parque Scalabrini Ortiz alrededor de las cinco de la tarde de este jueves, la última del otoño de 2019 (y un nuevo Día de la Bandera en Rosario), fácilmente advertía que algo pasaba.

Desde nutridas columnas de distintos sindicatos y agrupaciones de la ciudad, hasta familias enteras que indisimulablemente no tienen participación política directa, aguardaban la inminente llegada de la líder, frente a pantallas gigantes aún en desuso y entre el humo de parrillas plegables.

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Lo más ostensible de ese relieve: lo proveniencia sociológica plural, y la esperanza que despierta Cristina Fernández de Kirchner en esa gente, en horas que sin dudas les resultan aciagas a partir de la crisis económica profunda que atraviesa el país.

Adentro del Salón Metropolitano, aún todo estaba “calmo”. La amenización musical parecía casi inductiva del momento (e intención): iba de tracks de la carrera solista de Gustavo Cerati a otros de Indio Solari. También sonó cumbia y alguna que otra canción de Fito Páez, justito antes de la salida a escena de la ex presidenta.

Ya al límite de la expectativa y los nervios, una voz imponente anunció al escritor y presentador de la jornada, Marcelo Figueras, y tras él a la autora de “Sinceramente” (vestida de riguroso blanco y celeste), para el estallido de la platea.

Tras entonar las estrofas del himno, en su discurso, podría decirse que se vio a una Cristina auténtica y, aunque parezca un oxímoron, en campaña.

Ya no es arriesgado aventurar que en este turno electoral la ex presidenta (y candidata a vice) no acaparará la centralidad (que sin duda tiene), corriéndose para que otros sean quienes protagonicen discursos proselitistas y seduzcan a quienes puedan conformar la tan mentada como deseada “nueva mayoría”.

Las apariciones de Cristina serán así, en otro plano y casi sin estridencias. La decisión de publicar un libro fue muy astuta para ese fin: es quizás una de las acciones que más prestigio da socialmente, y le otorga, a quienes adhieren a ella y quieren ir a verla, un vehículo prestigioso para hacerlo y conectarse.

Al salir, sin quererlo, lo expuso Agustín Rossi a Conclusión: “Esto fue la excusa para que mucha gente pueda venir a verla”.

Rosario de menciones (y omisiones)

Cuando un personaje con la popularidad y relevancia de CFK habla poco públicamente, en cada aparición, la intención desde el análisis es adivinar, dirimir, tras sus menciones y sus silencios, algo de lo que piensa.

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Rossi estuvo en primera fila pero no en boca de Cristina. Sí Oscar Parrilli, a un par de sillas de él. Además, mencionó a: Manuel Belgrano, Jorge Bergoglio, Néstor Kirchner (y sus dos hijos junto a él, Máximo y Florencia), a Alberto Fernández y a Hugo Moyano.

Sin nombrarlo, se refirió levemente al actual presidente, Mauricio Macri, y a su desangelada visita de este jueves a Rosario. Allí apareció mencionado Moyano, a quien criticó duramente el Jefe de Estado este jueves por la mañana en Club El Ciclón.

La senadora resaltó la contradicción de Macri al recordar que inauguró una estatua de Perón junto al secretario general de Camioneros años atrás. “Es sabido que hemos tenido nuestras diferencias”, agregó respecto al dirigente gremial, quien hoy orbita (y apoya) la fórmula Fernández-Fernández.

A quien sí ponderó, y mucho, fue al creador de la insignia patria, Manuel Belgrano (Macri había omitido mencionarlo en el acto de la mañana). Cristina sostuvo que es su “prócer preferido” y hasta llegó a decir que “hubiera sido su amante” o algo de él.

También en ese pasaje aprovechó la fecha para subrayar diferencias y críticas, resumidas en tres preguntas que lanzó al público. «¿Hacía agraviar adelante de los chiquitos?», «¿Cómo estábamos el 20 de junio de 2015 y cómo ahora, cuatro años después?» y «¿A quién se le ocurre firmar con el FMI un 20 de junio (de 2018)?».

Respecto a Bergoglio, abundó en anécdotas contadas en “Sinceramente”. Una de ellas refiere al día de la “fumata blanca”, en que fue ungido Papa, y en la prestancia de la mandataria en “salir para Roma”.

También derivó en su fallecido marido y ex presidente las inquinas que los enfrentaron durante algunos años con el ahora Sumo Pontífice, ya que Néstor, según dijo (y para asombro de varios), era menos pragmático que ella en algunas cuestiones.

Si bien no usó esa palabra, relató la negación que tenía el ex presidente, por ejemplo, en asistir protocolarmente a dos lugares: la catedral y el Teatro Colón.

En ese tren, obviamente que hubo lugar para el amor: “Me aburrí de todo menos de vos”, fue la frase estrella que le atribuyó a Kirchner. Dedicada a ella, claro. Agregó que él era sinceramente popular y menos clasemediero que ella. Y que, como todo político que se precie de tal, veía las cosas antes.

Por si hiciera falta, Cristina aseguró que, a esta altura, no podrán cambiarla. El ejemplo claro que dio fue la crítica a sus cadenas nacionales, que reivindicó a su manera. Y en los señalamientos a su forma de lookearse, ya que nunca está desarreglada. “A la tumba me van a llevar pintada”, sentenció.

Acosada judicialmente y con dolores (más allá de la política) que probablemente la remiten a alguna isla del Caribe, lo que sí es seguro es que Cristina está en campaña y quiere volver, pero todo indica que desde otro lugar. Siente que ha sido pionera, reformista y que sigue siendo movilizante. Más que un cargo, da la sensación que busca delimitar, de forma final, el lugar que ocupará en la historia. Sinceramente.