Por Alberto Cortes (Doctor en Física – Ex concejal de Rosario) 

En el debate de los candidatos presidenciales en la Facultad de Derecho de la UBA, Javier Milei afirmó: «Yo no niego el cambio climático. Lo que yo digo es que existe, en la historia de la Tierra, un ciclo de temperaturas, es decir hay un comportamiento cíclico. Y este es el quinto punto del ciclo. Donde: ¿Sabe cuál es la diferencia con los cuatro anteriores? Que antes no estaba el ser humano, y ahora sí está el ser humano. Por lo tanto todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas y lo único que buscan es recaudar fondos para financiar vagos socialistas que escriben papers de cuarta».

Como es habitual en el candidato, aparenta solvencia técnica con supuestas explicaciones superficialmente sesudas, que buscan que la gran mayoría de la audiencia no entienda, pero que se quede con la impresión de que el personaje sabe mucho sobre el tema. Estas «explicaciones» recubren sistemáticamente informaciones falsas. Habitualmente lo hace en economía. En este caso lo hizo en la climatología, repitiendo un machete que le prepararon y que evidentemente el propio candidato no termina de entender.

Es real que en los 4500 millones de años de historia de la Tierra ha habido períodos muy diversos en cuanto al clima e incluso en cuanto a la composición de la atmósfera. Inicialmente el planeta era una bola de roca fundida que se fue enfriando y atravesó no cuatro ciclos como dijo Milei, sino muchos más. Al principio no había oxígeno en el aire, que fue creado por la fotosíntesis de formas de vida primitivas a partir del dióxido de carbono que sí había en la atmósfera en abundancia.

Los primeros continentes que se formaron eran muy distintos de los actuales y se fueron desplazando, cambiando de formas. Mejor dicho, se están desplazando, porque el proceso no está terminado. Por ejemplo, nos estamos alejando de África (de la cual nos desprendimos alguna vez, como lo muestran las formas costeras de ese continente y de América del Sur), al ritmo de unos pocos cm por año. En muchos millones de años esos pocos centímetros anuales acumularon los 3.000 km que hoy nos separan de la costa africana.

En algunos momentos estos cambios afectaron las corrientes marinas, causando el congelamiento global. Pero ha habido muchos períodos glaciales, al menos nueve, desde la formación del planeta. Además de los movimientos de los continentes, hay otros factores vinculados a la inclinación del eje de la Tierra respecto al plano de su órbita, erupciones volcánicas de características muy significativas, como la que produjo la mayor extinción de especies en la historia del planeta, hace 250 millones de años, eliminando a bastante más del 70 % de las especies entonces existentes, etc.

Ahora bien, con excepción de la extinción masiva que terminó con los dinosaurios hace 65 millones de años, por combinación de caída de un gran meteorito y otros fenómenos (que cambió todo en un mes); todos los demás cambios tuvieron lugar a lo largo de muchos miles y hasta millones de años.

Milei tiene razón en afirmar que la mayoría de estos cambios ocurrieron sin la presencia del hombre sobre la Tierra, ya que la especie Homo Sapiens tiene sólo entre 200 y 300 mil años, es decir que el planeta existe desde un tiempo por lo menos 15.000 veces mayor que nuestra presencia sobre él. Hubo, sin embargo, en ese tiempo, varios períodos glaciales, que el hombre presenció.

Pero hoy, superpuesto a estos fenómenos muy lentos (que por supuesto son ajenos a la voluntad humana), se produce OTRO cambio muy rápido – muchísimo más veloz (en términos históricos) que todos los mencionados (con excepción del que terminó con los dinosaurios) – del clima, por la acción humana. Desde la segunda mitad del siglo XVIII, con la Revolución Industrial, se viene produciendo el aumento del dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, determinando un aumento de la temperatura media, derretimiento de hielos antes permanentes y aumento de la frecuencia de los fenómenos meteorológicos violentos (sequías, inundaciones, huracanes, etc). Marchamos hacia catástrofes mayores como la desaparición de zonas costeras, incluidos ciudades y países enteros, etc.

Desde mediados del siglo XIX algunos científicos comenzaron a indicar los probables efectos del aumento del CO2 en la atmósfera por la quema de combustibles fósiles. Los estudios y evidencias fueron en aumento durante el siglo XX, y dadas las controversias que generaba inicialmente el planteo, y las gravísimas consecuencias que tendría si se confirmaba, en 1988 dos organizaciones de Naciones Unidas: la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, crearon el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, posteriormente ratificado por la Asamblea General de la ONU. Abierto a su integración por científicos designados por todos los países que lo desearan. Actualmente 195 países, prácticamente todos los del mundo. El panel revisa infinidad de trabajos científicos relacionados con el tema y realiza informes, el último de los cuales muestra que el cambio climático es generalizado, rápido y se está intensificando.

A diferencia de la casi totalidad de los cambios climáticos naturales, que al producirse a lo largo de tiempos tan extensos pueden dar tiempo a numerosas especies (y mucho más a una especie inteligente), para adaptarse; el cambio climático actual, producido por el hombre, genera alteraciones muy significativas en el curso de tan sólo décadas o años, muchísimo más difíciles de asimilar sin grandes traumas.

Tal como ocurrió en su momento con la industria del tabaco, que financió todo tipo de acciones durante años, para introducir dudas y controversias sobre las evidencias científicas ya irrefutables del carácter dañino del tabaco en la salud; las empresas vinculadas a los combustibles fósiles y otras que estiman que una conciencia creciente del cambio climático conduciría a acciones públicas que reducirían sus ganancias; están detrás de las voces que – sin el menor respaldo científico ni seriedad – niegan la existencia y gravedad de ese fenómeno.

La Humanidad va avanzando en sus conocimientos consolidando lo que llamamos “Ciencia”, que por supuesto está conformada por verdades provisorias, asentadas en lo que hemos acumulado de experiencia y pruebas hasta el momento; y que a veces, son susceptibles de cambios futuros, como ha sucedido varias veces con diversas teorías científicas, aceptadas durante un tiempo y luego superadas por nuevas evidencias y teorías que explican mejor el conjunto de todo lo comprobado.

Pero otra cosa muy diferente es la actitud de los que en un momento histórico determinado niegan, sin ofrecer ningún tipo de pruebas, sino sólo sus convicciones personales, lo que el conjunto de la comunidad científica humana ya ha logrado establecer hasta allí.

Así, por ejemplo, en pleno siglo XXI, todavía hay quienes afirman que la Tierra no es redonda, sino plana. En 2020, uno de ellos, Mike Hughes, piloto norteamericano, murió al intentar ascender 1500 mts en un cohete de su fabricación, para desde allí recabar pruebas de la planitud del planeta.

No se le puede negar a nadie el derecho a sostener las teorías tan delirantes como desee. El problema surge y adquiere dimensiones monstruosas cuando estos personajes anticientíficos pretenden detentar la conducción de una sociedad. Mike Hughes subió solo a su nave y fue el único muerto. Javier Milei, en cambio, pretende arrastrar a todo un país a estrellarse en sus experimentos. En ellos no cabe el conocimiento científico acumulado por la sociedad. Porque como dijera alguien: “Cuando gobierna un burro, la ciencia es sospechosa”.