El tiempo pasa en la segunda ciudad de la Argentina y son muchos los homicidios que permanecen en el misterio. Hoy por hoy la saga sigue incrementándose. Unas 25 víctimas fatales en lo que va del 2015. Pero como digo, en el azaroso camino de la impunidad, quedan muchos sin esclarecer.

En el año 2004 desapareció misteriosamente de los barrios Las Flores y La Tablada, Fernando Corso, apodado el “Gordo Pell”, quien en ese momento tenía 24 años de edad y era el líder de la banda de Los Garompas, organización delictiva para el tráfico y el lavado. Por ese entonces era rival de la incipiente Banda de los Monos, encabezada por los Cantero.

El “dogor”, como también le decían, había reemplazado en los Garompas a dos hermanos que se dedicaban “eficientemente” a la “mejicaneada”. Eran “Pan” y “Palo”, jóvenes peligrosos que habían caído en desgracia, y como dicen los cacos habían perdido, ya que estaban entre rejas.

En un hecho muy desgraciado, que se da muy frecuentemente entre los muchos que se registran a diario, en las disputas territoriales, el “Gordo Pell” protagonizó un suceso cobarde y brutal: le disparó varios balazos a una mujer embarazada de 8 meses. Fue un  hecho de venganza. La víctima era, nada más y ni nada menos, que la cuñada  de Papucho, un operador de la banda de los Monos, con  “jerarquía” de coronel.

Después de ese episodio, desapareció. La familia de Corso había denunciado su desaparición. Se apoyaban en la sórdida guerra que disputaban con sus oponentes. Fernando Corso estaba también involucrado en otro crimen, el de Cristian Monzón, quien pereció en un típico suceso por esas rumbosas calles del sur con características de venganza.

Había conmoción porque Fernando Corso no daba señales de vida. Pasaron 30 días. Por un trascendido, el 30 de marzo del 2004, en el transcurso de un rastrillaje la policía encontró su cuerpo enterrado en un  nutrido cañaveral  de Centeno y Circunvalación. Estaba maniatado con alambre y con precintos plásticos y con numerosos signos de haber sido torturado y golpeado salvajemente. La autopsia reveló que lo habían enterrado vivo. Los médicos forenses encontraron tierra en sus pulmones.

Pasaron ya casi once años de aquel trágico e impactante suceso, y como otros tantos nunca fue esclarecido. Está impune.