Por Daniel Siñeriz

En estos días de celebraciones, se vive siempre la expectativa de regalos que vienen y van. A los pequeños se los invita a pedir, movilizando su mundo de deseos, para que puedan recibir con alegría lo que parece llegar de las manos mágicas del personaje archipromovido.

Es muy lógico también plantear la temática de los “méritos”, por los esfuerzos de portarse bien o de haber conseguido logros escolares, siempre con la sombra de la amenaza de no recibir nada “en caso de mal comportamiento”. Y qué importante también, por su parte, el movimiento de solidaridad que intenta “que a ningún chico le falte su juguete”.

Este año tan difícil que estamos despidiendo, me trajo una idea un poco especial: ¿Qué tal si en lugar de pedirle a Papá Noel que traiga regalos, le pedimos QUE SE LLEVE, a donde quiera, todo lo que no queremos en nuestra vida? ¿No estaría bueno el cambio? Dale, Papá Noel, llevate el “cansancio”, los “temores”, la “tristeza”…no te quiero cargar.

Siempre se te piden muuuuuchas cosas. Estas son pocas, tal vez a vos no te pesen tanto, a nosotros sí. Y si te queda lugar en la bolsa cargale las impaciencias, las irritaciones y un par de decepciones. Mirá que no te estoy pidiendo que te lleves las más pesadas, aunque si te llevás lo que te pido, quizá podamos mejor con las más jodidas. ¡Dale! ¿Qué te cuesta? El Niñito de Belén, de grande puso en la historia una invitación y trajo una propuesta.

La invitación era y es: “Vengan a mí los que están afligidos y agobiados y en mí encontrarán alivio”. Y la propuesta, lejos de apuntar a la resignación, dejó un proyecto tan NOVEDOSO para ese momento como también para este: ¡¡¡Se trata simplemente de COMPARTIR!!! De llevar juntos lo que nos resulta pesado y de hacer llegar a todos los necesario.