Por Nabih Yussef *

Rusia ejecuta un ambicioso plan privatizador tras caer en los principales indicadores económicos en gran parte gracias a las sanciones de la Unión Europea y los Estados Unidos.

Bruselas y Washington han reforzado las sanciones a Rusia, después de la anexión de Crimea en 2014. La crisis diplomática se desencadena cuando el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, resuelve frenar las negociaciones de Ucrania para ingresar a la Unión Europea. Esto genera presiones de los opositores ucranianos europeístas contra el mandatario, provocando su dimisión y exilio en Rusia. Desde entonces, las tensiones políticas y los conflictos armados entre ucranianos prorusos y los europeístas, no ha cesado. Es en este contexto que el presidente ruso Vladimir Putin, decide asumir el control de las zonas ucranianas ruso-parlantes y anexar la estratégica península de Crimea al territorio de la Federación Rusa. Tamaña anexión territorial de unos 27 mil kilómetros cuadrados (el equivalente a la provincia de Misiones), estimuló una de las peores crisis diplomáticas entre Rusia y el bloque europeo desde finales de la Guerra Fría. Como reacción a las políticas expansionistas de Moscú, el bloque europeo y sus socios estadounidenses, reforzaron una serie de sanciones económicas que van desde restricciones comerciales y financieras, hasta negatorias de visados a ciudadanos rusos.

Por si fuera poco, las sanciones de la Unión han venido acompañadas de la caída estrepitosa de los precios del petróleo y gas, sectores que explican el 80% de las exportaciones rusas. Sólo el barril de petróleo de tipo Brent1 cayó de 99$us en 2014 (año del conflicto), a 53$us en 2015, 45$us en 2016, para finalmente ganar 9$us en 2017, ubicándose actualmente en 54$us. Rusia posee una fuerte dependencia internacional de su principal commodity. Ante fluctuaciones de precios en el crudo, el impacto en las arcas del Kremlin es directo. Es por ello que Moscú ha visto afectado el 50% de sus ingresos presupuestarios.

¿Hacia dónde va Rusia?

Ante las sanciones del bloque occidental y la caída del precio del petróleo, Putin ha decidido reorientar su política económica y sus objetivos internacionales. Sin embargo, lejos de las críticas que otrora hiciera Putin a las políticas de privatizaciones emprendidas por Boris Yeltsin (ex Jefe de Estado ruso), el mandatario optó por un controvertido programa económico. El paquete de medidas incluye una política monetaria restrictiva para controlar la inflación, recortes de gastos del Estado incluyendo el gasto militar a la mitad del presupuesto2, y privatizaciones de compañías del Estado para reducir el déficit fiscal. Las empresas que han comenzado a desprenderse de sus activos están vinculadas a empresas líderes de extracción de diamantes, proveedores de telefonía, refinadoras de crudo, e incluso las vías ferras y la aerolínea de bandera del país, la poderosa Aeroflot3. El economista europeo Antonio Sánchez, subraya que “la necesidad de obtener ingresos extraordinarios está impulsando la privatización de las empresas públicas”4, y en esta línea parece continuar el ministerio de Desarrollo Económico ruso que aspira a recaudar al menos 14 mil millones de dólares para tapar el agujero presupuestario, hoy financiado con deuda externa.

Los problemas en la macroeconomía del gigante asiático tendrán -sin dudas- efectos negativos para el comercio internacional y la estabilidad geopolítica de la región euroasiática (zona de influencia rusa). El Kremlin ha sido decisivo a la hora de asumir los costos económicos de la anexión territorial de Crimea y no ha titubeado con negociar una bocanada de aire desde occidente poniendo en la mesa de negociaciones a la península de Crimea. Por el contrario, Putin dio a conocer unas “contra-medidas” a las sanciones europeas, poniendo restricciones a productos comestibles provenientes de Europa y sus socios de la OTAN5, como así también reduciendo el número de diplomáticos estadounidenses en su territorio.

Las tensiones políticas irresueltas en Ucrania, la guerra en Siria y las anexiones rusas en el Cáucaso, generan un contexto internacional de desconfianza mutua entre occidente-oriente, por lo que algunos analistas sostienen se ha llegado al inicio de una “nueva Guerra Fría”. La falta de diálogos institucionales, tras la expulsión de Rusia en el G8 (ahora G7), tampoco coopera para que espacios multilaterales de acción puedan ofrecer soluciones consensuadas a la vasta red de conflictos que cruzan a Europa con Rusia. Esto reproduce malestar en el ambiente de negocios a nivel internacional, y genera tensiones geopolíticas que puedan relajar los arreglos institucionales en el Consejo de Seguridad como consenso ulterior desde finales de la segunda Guerra Mundial. Mientras tanto Rusia busca nuevos socios comerciales e inicia un nuevo período de política exterior pendular que deja por momentos el foco en occidente para reorientar sus esfuerzos en Asia, Medio Oriente y eventualmente América Latina.

*Licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org

1# El petróleo Brent es el tipo de crudo de referencia para los mercados de Europa, África y Medio Oriente.

2# El gasto militar ruso ha sufrido un recorte del 50%, pasando de 24 mil millones de rublos a 12 mil millones en 2016.

3# Entre las principales empresas, se encuentra: Aeroflot, Alrosa, Rostelecom, Rosneft, Sovcomflot, Bashneft, VTB, entre otras.

4# Sánchez Andrés, Antonio (2016). “Problemas en la economía rusa”, Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Valencia, España.

5# La Organización del Tratado del Atlántico Norte u OTAN, es la organización de seguridad colectiva que aglutina a los principales países de occidente.