Por Alejandro Maidana

Desalojaron 102 años de arraigo, pisotearon 102 años de historia. Una deshonrosa Fundación y un poder judicial al servicio de la misma, se encargaron de hacer añicos el arraigo y el derecho del que gozaba la familia Marinucci-Gobbo. Más de un siglo entendiendo que la tierra es para quién la trabaja y la resignifica, siempre con las manos en los surcos y el corazón en la semilla. Un coletazo más de un modelo de país y de producción pensado solo para un puñado de privilegiados que no acostumbran a pedir permiso.

Este martes, y ante la atónita vista de Sandra y Oscar, un despliegue tan cinematográfico como cobarde ordenado por la jueza y ex directora del Instituto de la Mujer de Rosario, Carolina Mozzi, quien ejecutó el desalojo autorizado por el juez Sergio Walter Verdura, escribiría un párrafo más de una historia de despojos, desarraigo y abusos de poder. Un pueblo, el de Bigand, apropiado por una Fundación (con fines de lucro) que encontró en la figura complaciente del juez Verdura, un socio ideal para cometer el atropello.

Los dejaron en la calle, no les bastó con quedarse con las hectáreas productivas, fueron por su hogar y unos metros cuadrados de tierra en donde criaban a sus animales, los asfixiaron económicamente, los presionaron, los intimidaron, los desalojaron, incumpliendo con el deseo de quien fundó del lugar.

La Fundación Honorio Bigand despejó de sus tierras a quienes la vienen habitando hace más de 100 años. Una institución integrada en su totalidad por personas que moran en Buenos Aires, profesionales de esa provincia, no hay nadie de Santa Fe. Se ha intentado a través de la comuna de Bigand llegar a tener participación en esa Fundación, ya que el dinero que esta maneja pertenece a los campos del lugar. Lamentablemente primó el negocio, y la voluntad de Mercedes Bigand fue ninguneada ante la vista de todos.

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Hicimos todo para luchar contra los mafiosos, debe quedar claro que ellos no ganaron. Llegaron con más de 50 oficiales armados y con escudos para llevarnos presos, pero salimos con la frente en alto y no como las ratas que ya abandonaron su historia. Salimos en ambulancia, destacando que solo tuvimos buen trato por parte de Damián y Matías, jefe y sub jefe de nuestra comisaría. El resto, viles patoteros al servicio de la Fundación. El amor es fuerte y tanto Oscar como yo, estamos repletos de amor. El odio queda en Bigand que nada hizo para que estos delincuentes de Buenos Aires se adueñen de nuestro pueblo”, sostendría una abatida pero siempre de pie Sandra Gobbo, un monumento a la dignidad de la mujer rural.

Solo la Ley de Agricultura Familiar 27718 podía ponerle freno a éste, y tantos otros desalojos, pero quien conduce al país, y que tantas veces amagó con reglamentarla, prefirió seguir arrodillado ante el agronegocio que todo lo puede. Es claro y evidente que Alberto Fernández prefiere atender los temas de una agenda cocinada al calor de un ex Ceo de Syngenta como Antonio Aracre que respaldar a un sector del campo siempre pisoteado y apartado hacia la banquina de los olvidados.

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En nuestro país la tierra extranjerizada asciende a 11.790.229,15 hectáreas, mientras que el 1% de las explotaciones agropecuarias concentra el 36 por ciento de la tierra y en Santa Fe solo el 0,06 de la población cuenta con el 60% de las tierras. A esto debemos sumarle que más del 90% de los habitantes de la Argentina se concentra en ciudades y grandes pueblos, este modelo asesinó a la ruralidad. Una encerrona, un círculo que tiene a los dueños de todo convertidos en un puñado de titiriteros dueños del destino de millones, una realidad maniquea que se pasea desnuda con el aval de un sistema económico por demás de deshumanizante.

Una fundación que no respetó el deseo de la familia Bigand

Bigand se encuentra a unos 70 kilómetros de Rosario en el sur de Santa Fe. El fundador del lugar, Víctor Bigand, tuvo tres hijos, quienes no dejaron descendencia. La familia poseía 3500 hectáreas; ante la muerte en 2004 de la última heredera, Mercedes Bigand a los 95 años, los campos fueron habitados y trabajados por 24 familias, en el de la familia Marinucci-Gobbo desde 1920. Hace 102 años que esta familia se encuentra arraigada en esa tierra, al fallecer Mercedes dejó un testamento que después de mucho luchar se pudo conseguir.

Entre otras cosas sostiene que se va a formar la Fundación Honorio Bigand, de asistencia y desarrollo solidario, que va administrar los campos. La última heredera deja una cláusula muy importante, que los campos no pueden ser vendidos, y en caso de compra, tienen prioridad los arrendatarios. La idea de Mercedes era que aquellas familias que tanto cuidaron de sus tierras, permanezcan en ellas, algo que esta Fundación jamás respetó debido a su deleznable voracidad lucrativa.