Por Florencia Vizzi

«El sistema no te deja cambiar». Esa es una de las cosas que Ivana Rostro dijo cuando en la puerta de los Tribunales Provinciales pedía justicia y esperaba la resolución de la Cámara para que le revocaran la prisión preventiva a Franco, que pasó cuatro meses preso tras un procedimiento dudoso y extremadamente violento del Comando Radioeléctrico.

Franco e Ivana son marido y mujer y tienen cinco hijos. Ambos cargan con estigmas que esta en esta sociedad difícilmente se perdonen o se olviden, menos en estos tiempos en que la ola de violencia que arrasa la ciudad de Rosario divide las aguas y todo se mide en blancos y negros, en nosotros y ellos. Ivana es hermana de Tania, una mujer vinculada al mundo del narcomenudeo en la zona norte de la ciudad y que cayó detenida hace menos de un mes. Franco es un ex convicto, con todo el peso que esa palabra encierra, que mientras cumplía su condena abrazó a la religión y se prometió a sí mismo cambiar su vida.

Desde que salió de la cárcel Franco se convirtió en vendedor ambulante, armó un lavadero de autos en su casa y abrió un comedor comunitario que funciona todos los fines de semana para los vecinos de su barrio. «Trato de hacer las cosas bien, para mis hijos y para mi familia». Por su parte, Ivana no tiene antecedentes penales y dice no tener nada que ver con lo que hace su hermana. Pero el estigma, la marca, es indeleble. Será por eso que el 13 de junio a la tarde, fueron víctimas de un violento procedimiento policial, en el que además denunciaron que les plantaron un arma y que llevó a Franco Coman nuevamente a prisión y a Ivana Rostro a ser desfigurada a golpes. Será por eso también que nadie se hizo eco de la denuncia a pesar de que el Ministerio Público de la Acusación investiga a varios de los policías que participaron del procedimiento ilegal.

«El sistema no te deja cambiar, porque el sistema esta mal y la policía es corrupta…yo no tengo culpa de que mi apellido sea Rostro«, repitió Ivana ese día, absolutamente convencida que la saña de la golpiza que recibió y los cuatros meses de detención que su marido sufrió es el castigo por el parentesco con Tania.

En primera persona

«Yo soy vendedor ambulante, vendo bolsas de residuos, trapos de pisos, medias, lo que sea. El 13 de junio estaba en la puerta de mi casa, recién volvía de trabajar y llegaron dos móviles del Comando Radioeléctrico y se bajaron los policías. Me dijeron que estaban en un procedimiento de rutina y que me tenían que identificar. Me pusieron contra el móvil, me revisaron, me pidieron los documentos y yo les di la autorización que tengo para circular», contó Franco Coman a Conclusión, un día después de que la jueza Gabriela Sansó, de la Cámara de Apelaciones, decidiera revocar la prisión preventiva por entender que el procedimiento policial presentaba irregularidades y que la detención era dudosa.

En su relato, Coman contó que mientras lo revisaban, Ivana, su esposa, hablaba con uno de los efectivos y les preguntó que pasaba, por qué los iban a molestar cuando él recién volvía de trabajar. «Trajo las bolsas que había estado vendiendo y se las mostró a los policías. Y ahí es cuando escucho que ella empieza a gritar a los vecinos que filmen lo que estaba pasando».

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«Entonces yo les pregunté que pasaba, que estén tranquilos que no estábamos haciendo nada. Les dije que si ellos querían entrar así hablábamos más tranquilos y ellos revisaban, yo no tenía problema, que entraran, sino tenía nada que esconder, solamente estaban mis cinco hijos, mi esposa y mi cuñada. El policía me preguntó si le daba permiso para entrar y le volví a decir que sí, entonces entraron».

Pero cuando entraron, cerraron la puerta y las cortinas de las ventanas y todo cambió. Franco recuerda que alcanzó a abrazar a su hija más grande, que tiene 10 años, mientras algunos de los policías lo tiraron al piso y comenzaron a patearlo e insultarlo. Y a su mujer la pusieron en un rincón, contra la heladera y la empezaron a golpear entre varios.

«Nos verduguearon ahí adentro, agarraron una botella con agua, le pusieron una bolsa en la cabeza y le tiraron agua, a mi me patearon y me fisuraron una costilla. A ella le dieron trompadas y patadas y le pegaron también con el remo que uso para revolver las ollas de comedor, le dieron una paliza tan tremenda que yo creo que sólo está viva porque Dios le puso ángeles para que la protejan».

Así llegó Ivana Rostro al Hospital Alberdi

Entre golpe y golpe, y ya con más de una decena de policías adentro y afuera, empezaron a pedirle a Franco un bolso con plata, drogas y armas. «Vino un grandote, uno que no me olvido más la cara y estoy esperando que sea el juicio para mirarlo frente a frente, porque ese estaba como loco y me empezó a gritar que les diera el bolso con dinero, drogas y fierros. Me dijo: ‘yo agarro el bolso y me voy  y acá no pasó nada’. Yo traté de explicarle que yo no tenía nada, que recién volvía de trabajar y que no había ningún bolso. Pero el policía me seguía diciendo vos tenés un bolso, tenés el bolso con las armas y la plata y la droga».

«No sé que bolso era, en mi casa no había nada y como yo seguía diciendo eso, nos empezaron a dar mas fuerte, me rompieron todo lo que pudieron. los muebles, la cama, fueron a la pieza, revolvieron todo. A mis hijas más chicas las tenían encerradas en la pieza y yo escuchaba como gritaban y lloraban desesperadas y yo estaba esposado en el piso viendo como también zamarrearon y le dieron coscorrones a la más grande. Y fue ahí que el policía este salió, volvió a entrar, fue de nuevo a la pieza y vino con un arma en la mano: Acá está, esto es lo que estábamos buscando, dijo. Me la mostró, era un arma chiquita, cromada y empezó a gritar que era mía».

En este punto, Coman trató de explicar algunas de las contradicciones que figuran en las actas de procedimiento. «Por ejemplo, decía que me habían detenido en la puerta de mi casa y que me encontraron el arma en el bolsillo cuando me requisaron, pero en el video que filmó un vecino y que presentamos a la Justicia, se ve que yo estoy dentro de mi casa abrazando a mi hija y pidiendo que no le peguen a mi mujer. Yo estaba con esta misma remera, color amarillo, pero la fiscal dice que no se sabía si realmente era yo. Tenía esta remera un vaquero y las zapatillas blancas. El perito dijo que era una persona similar a mi y además dos de los policías que declararon dijeron que me vieron dentro del domicilio».

Otra cosa que marcó es que cuando a su mujer la llevaron al Hospital Alberdi la obligaron a firmar un acta voluntaria en la que decía que se había peleado con otra mujer. «Y en qué momento se iba a pelear, si ella estaba en la casa con nosotros cuando nos detuvieron y eso está filmado».

Coman también señaló que algunos de los vecinos que estaban presentes ese día fueron amedrentados y que a uno le pusieron una escopeta en la cara.

«Cuando todo terminó, nos subieron al móvil a los tres, a mi cuñada, a mi esposa y a mí. Camino a la 10ª, pararon cerca de la colectora de Circunvalación, buscaron dos personas para que hagan de testigo, les mostraron el arma y les hicieron firmar ahí, aunque los supuestos testigos nunca nos vieron a nosotros dentro del móvil. Después, a mi esposa la bajaron del móvil y la mandaron al hospital con dos efectivos femeninos, y  ahí fue cuando la obligaron a firmar el acta falsa. Ella tendría que haber quedado internada, con suero, pero la obligaron a firmar y también la llevaron a la comisaría 10ª, a pesar de que los médicos dijeron que se tenía que quedar… tenía la cara desfigurada y estaba… irreconocible».

Tal como lo contó su mujer, Franco recordó que entre las cosas que le dijeron para obligarla a firmar el acta amañada, fue que si no lo hacía la iban a matar como un perro y que los golpes eran por «la gorda hija de puta de Tania».

Una vez en la comisaría 10ª, a Franco lo acusaron de portación ilegítima de arma y a Ivana de tener una cuchilla, en tanto a la cuñada de resistencia a la autoridad. Ellas dos salieron porque no tenían antecedentes penales y él quedó detenido. Estuvo 15 días aislado por el protocolo de Covid, en una celda sin colchón, sin agua.

Pasados esos 15 días, Franco volvió a Piñero, donde estuvo detenido cuatro meses. «Ayer tuve audiencia con la jueza Gabriela Sansó, y yo pedí la palabra y le dije la verdad. Le dije que antes había estado preso, que en una época fui delincuente y mala persona, y que cuando caí detenido conocí a Cristo y entonces cambié mi vida. Ahora estoy tratando de seguir adelante, acá tenemos un comedor, y ahora va a seguir funcionando y voy a trata de que mi vida siga para adelante. Pero lo que la policía le hizo a mi familia, quiero que lo paguen, porque esta vez yo no hice nada, hice las cosas bien y esas personas no merecen llevar una chapa. Quiero que el Estado sea responsable. Hay una investigación que va para largo, pero tiene que ir a juicio y todo tiene que salir a la luz».