Destacado penalista, figura de referencia en foros internacionales, Eugenio Raúl Zaffaroni anunció que al cumplir el límite de edad previsto para los miembros de la Corte Suprema se retiraba. Por qué lo hace y qué se propone hacer de allí en adelante es el tema que desgrana en esta entrevista de Eduardo Anguita para Miradas al Sur, donde no deja ningún punto importante por tocar.

–Dentro de muy pocos días usted va a cumplir 75 años, y pondrá en práctica una decisión que ya venía madurando y anunciando. ¿Llegó el momento de retirarse de la Justicia, de la Corte Suprema?

–Cuando uno se fija un objetivo, los cargos son una herramienta, y toda herramienta llega un momento en que empieza perder su utilidad, se necesita cambiarla. Ahora, para seguir adelante en el objetivo de darle al Derecho un sentido de reivindicación de los sectores más desfavorecidos, ya no me sirve, necesito hacer otra cosa.

–¿Qué cosas lo llevaron a esa decisión, y qué piensa poner en práctica en el tiempo que viene?

–En principio, fortalecer la relación entre penalistas y criminólogos de toda la región, donde estamos viviendo unos índices de violencia muy graves. Lo reitero permanentemente: de los 23 países del mundo que superan el 20 por cien mil de homicidios, 18 están en América, sea en América latina o sea en el Caribe, y 5 en África, es decir, tenemos cifras de muertos que equivalen a las cifras de una guerra. En el conurbano, con todas las universidades, hay que formar juristas para un futuro complicado y que hagan las cosas mejor que nosotros.

–¿Esa violencia está relacionada con el narcotráfico?

–La gran mayoría. Mientras no resolvamos el tema cocaína no se va a poder resolver el problema de la violencia. El tráfico de cocaína resulta funcional al poder financiero transnacional para controlar América latina, lo que llamo la fase superior del colonialismo. Creo que lo tenemos que dar vuelta desde el sur. Es muy poco probable que tengamos otra vez dictaduras, porque ya no necesitan ocuparnos con nuestras propias fuerzas armadas. Hoy les basta con tener la televisión concentrada y reclamar un sistema interno altamente represivo. La cocaína es un producto que tiene una demanda en aumento y el aparato de prohibición es la junta reguladora del precio. Pero del beneficio, de la plusvalía que deja la distribución, el 60% se queda en la red interna de los Estados Unidos. Además, se quedan con 10% del negocio de los lavados. Mientras tanto, en el sur nos quedamos con los muertos.

–¿Se quedan con el 100% del lavado del dinero negro? Una gran banca…

–Una gran banca. El gran negocio del lavado lo hacen los bancos del norte.

–Se puede pensar que si se pudo salir de la Ley Seca se puede salir de esto. Pero la Ley Seca era un problema dentro de los Estados Unidos, en cambio esto es un problema del Río Bravo para abajo.

–Exacto, todo eso pasa afuera y los Estados Unidos tienen una aceitada red de distribución en la que nunca cae nadie, salvo algún negro que encuentran por ahí que está afuera del área tolerada. Hay una división internacional del trabajo en la cual América latina se lleva la peor parte y los Estados Unidos, por supuesto, la mejor.

–¿Discutir la legalización, como la discutió el Uruguay, en un año electoral, es complicar las cosas?

–Lo que se está discutiendo en la Argentina es hacer ley lo que es jurisprudencia de la Corte Suprema, es decir, no criminalizar el consumo. Nunca se propuso en la Argentina la legalización. Por otra parte, estamos hablando de legalización de la marihuana, que no tiene el peso de la cocaína.

–¿En algún momento va a haber que discutir en América la legalización de la cocaína?

–No sólo en América. En algún momento va a haber que discutir el reglamento de la Convención de Viena en todo el mundo.

–¿Esto, en Europa, aunque poco, ya está discutido, verdad?

–Nadie habla. Parece un tema que no se toca. Pero, cuidado, porque los economistas que lo discuten son los “Chicago Boys”…

–Es curioso que siendo Latinoamérica menos liberal que las visiones europeas, acá muera muchísima más gente.

–Es que las muertes no se producen por sobredosis de cocaína, se producen por concentración de plomo. La causa de muerte la causó más la prohibición que el tóxico, entonces, ¡cuidado! Ya sé que todo tóxico hay que controlarlo, que es indeseable el uso, que es mucho peor el abuso, etcétera, pero hoy las muertes las está produciendo la prohibición.

–Usted, además de un intelectual, es un hombre práctico. Entonces, ¿está ya pensando en algunas carreras, tomó contacto con rectores, con decanos?

–Hace ya un año que viene funcionando el primer doctorado en Derecho del conurbano, en La Matanza; tengo vinculaciones con la Universidad de San Martín, hablé con el rector de la de Avellaneda y con el de la de Lanús, y con Quilmes quizás utilicemos el sistema de televisión que tienen para enseñanza a distancia. Tenemos pocas carreras de Derecho en el conurbano, pero todas tienen alguna variante de Ciencias Sociales, entonces podemos tomar los dos caminos, el jurídico y el criminológico; porque la Criminología tiene que estar en Ciencias Sociales, hay que hacer una criminología de sociólogos y politólogos.

–Voy a saltar de las universidades a lo que sucede en el conurbano cuando alguien es detenido por estar vinculado a un delito con estupefacientes. ¿Uno puede decir que es un delito provincial o es un delito federal en la Provincia de Buenos Aires?

–A mi juicio hay algo que es inconstitucional. Los delitos o son federales o son del fuero ordinario. Se hizo una ley por la cual el narcotráfico era todo federal, y se hizo una ley por la cual algunos delitos del narcotráfico, los del menudeo, pasan a ser provinciales si la provincia decide aceptarlos.

–El llamado “crimen organizado”, que en realidad es criminalidad de mercado, es una criminalidad que se da por una oferta de servicios ilícitos, y no puede darse sin la complicidad de algún estamento del aparato punitivo. En la Argentina, por fortuna no estamos en la red de producción de cocaína, y cualquier triangulación sale muy cara. Eso hace que ese problema, para nosotros, sea relativamente menor, como también la violencia, pero de cualquier forma se observa ese fenómeno en la Ciudad de Buenos Aires. No tanto como en Brasil, con peleas por la distribución de un mercado interno mucho mayor que el nuestro.

–Algunos precandidatos dicen, cuando hablan de seguridad y defensa “acá sin las Fuerzas Armadas no se puede”.

–Claro, dicen que hay que poner a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico. De esa manera, además de terminar con la Policía como institución, vamos a terminar con las Fuerzas Armadas. Estamos viendo lo que pasa en América latina, hay una presión del capital financiero para destruir a las Fuerzas Armadas y destruir nuestra defensa nacional. Lo vemos claro en el caso de México. Le destruyó la policía, le corrompió las Fuerzas Armadas, le afecta la defensa nacional y le está corrompiendo todos los estamentos políticos.

–Debe ser muy tentador para un político prometer que va a crear tres millones y medio de empleos, y que va a exterminar el narcotráfico sacando los tanques a la calle.

–Si yo tuviera tres millones y medio de empleos termino con el narcotráfico, porque nadie a quien se le da un camino lícito va a optar por un camino riesgoso. ¿Con los tanques en las calles que van a hacer? Es como prevenir la violación con helicópteros, una locura.

–¿Usted ve en esta situación de empantanamiento de la economía, problemas que lleven a un discurso de la seguridad más punitivo en las propuestas políticas?

–Insisto, los medios concentrados, la televisión, responden claramente al capital financiero transnacional, y esos intereses están empeñados en una sociedad excluyente que no redistribuya nada. Lo que veo es el uso de un panorama de violencia que afortunadamente no tenemos. No tenemos la situación de casi toda América latina, porque los únicos que nos salvamos somos no­sotros, Uruguay y Chile, que estamos fuera de la ruta de la cocaína. Ahora, esa publicidad, ¿qué hace con los políticos? Los amedrenta. Hay algunos que son sinvergüenzas, oportunistas, se montan sobre esa publicidad. Hay otros que no, pero tienen miedo, miedo de perder votos, miedo de perder posiciones en su propio partido, y el resultado de esa combinación de oportunismo y miedo son leyes penales descabelladas, insólitas, absurdas.

–¿Está bien la última reforma del Código Penal Procesal?

–Sí, si se lo dota de suficiente infraestructura para ir hacia un proceso penal acusatorio, que es el proceso penal tradicional anglosajón. No es que estemos sacando nada de la manga. El juez de instrucción que nosotros conservamos es un resabio del código fascista, del código italiano del ’30 que es, con algunas variables, el que tenemos vigente. En 1992, frente a lo que teníamos, que prácticamente era un proceso escrito cavernícola que lo habíamos copiado de España en el año 1885, el código fascista fue un adelanto, pero hoy estamos en condiciones de ir a un sistema históricamente liberal.

Fuente: Miradas al Sur

Para leer la nota completa:  http://sur.infonews.com/nota/10138/el-narcotrafico-como-negocio-y-control-politico